jueves, octubre 17, 2024

OTRAS INQUISICIONES: 1968: Año de “maldades”

Pablo Cabañas Díaz

El libro “Nuestro hombre en México: Winston Scott y la historia secreta de la CIA” (Taurus) es la biografía de Jefferson Morley sobre Winston Scott, quien fue director de la estación local de la CIA en México durante trece años. Este libro aporta información sobre la trayectoria de Scott y su participación en actividades de espionaje y encubiertas. Morley concluye acertadamente que la cercanía entre el gobierno mexicano y la CIA local fue tan grande que Scott fue incapaz de enviar información independiente de la que arrojaban los servicios mexicanos locales al informar sobre el 68, pero sobre todo sobre la matanza de Tlatelolco.

A medida que se acercaba la fecha de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos creció la inquietud entre el gobierno mexicano por que pudiera surgir un movimiento estudiantil que intentara boicotear los juegos. Esta preocupación pronto contagió a la CIA, la cual, debido a la estrecha colaboración con los aparatos de seguridad mexicanos, perdía objetividad en sus apreciaciones y repetía información sin confirmarla de manera independiente. Gustavo  Díaz Ordaz, preocupado por la estabilidad y el avance de la guerrilla en Latinoamérica, confió a Luis M. Farías, un político cercano, que con motivo de las olimpiadas: “El mundo estará pendiente de nosotros y quién sabe qué maldad nos tenga preparada”

Díaz Ordaz y su grupo más cercano. coincidía en su rechazo a la expansión del comunismo del bloque soviético que, a través de Cuba, se asomaba en el hemisferio. No obstante, el gobierno estadounidense confundía a veces el nacionalismo revolucionario mexicano , traducido en una diplomacia independiente, con el comunismo, y ello generaba roces y malos entendidos. Pese a la profunda convicción anticomunista de Díaz Ordaz y a la amplia colaboración de ambos, las agencias de seguridad estadunidenses no secundaron la versión del gobierno mexicano de que el movimiento estudiantil de 1968 fue resultado de la manipulación de agentes soviéticos o cubanos infiltrados.

Dadas las amplias actividades y recursos desplegados por Estados Unidos y sus diferentes oficinas de seguridad, incluida la estación local de la CIA, para vigilar lo que sucedía en Latinoamérica, registrar lo que se fraguaba en las embajadas de Cuba, la URSS, otras representaciones del bloque socialista y a los revolucionarios latinoamericanos exiliados en México, sus interpretaciones sobre el movimiento estudiantil resultan muy valiosas y útiles para contrastarlas con las de Díaz Ordaz y ampliar así la perspectiva de análisis de ese momento histórico.

Una vez que salieron a la luz los documentos desclasificados de la CIA y otras oficinas de seguridad a partir de 1998, quedó clara la doble factura de la política exterior mexicana: cierta independencia diplomática respecto a Estados Unidos y alianza y colaboración en temas de seguridad. Un texto  destacado y poco conocido  que utilizó fuentes de seguridad estadunidenses, cubanas y mexicanas es el de Renata Keller, Mexico’s Cold War, menciona que en la propia guerra fría México encaraba en su oposición a los movimientos sociales asociados a las izquierdas locales, más allá de la confrontación ideológica Este-Oeste de la guerra fría.

Así el 68 es presentado como una más de estas movilizaciones opositoras al priismo, inmersa en la confrontación ideológica del Estado, quien defendía el legado de la revolución mexicana, contra la revolución cubana, que inspiraba a los grupos socialistas mexicanos.

 

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