Por Gustavo Rentería*
Las #fakeNews se esparcen como reguero de pólvora porque las comparten quienes se identifican con ellas.
Más allá de que sean historias falsas, mentirosas y fábulas malintencionadas, abonan el morbo y satisfacen el pensamiento torcido de las personas. Es decir, sin importar su veracidad, sazonan los odios de quienes las difunden.
Por ejemplo. Si un mexicano se vio afectado por las decisiones del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, fue corrido de su cómoda posición gubernamental durante ese sexenio, o de plano porque le cae mal, y le llega por una cadena de WhatsApp una noticia de que este expresidente ha muerto en un accidente aéreo, y que perdió la vida junto a su nueva pareja y su hijos, no acude a los portales noticiosos tradicionales para confirmar esa noticia; solamente la reenvía a otro grupo de WhatsApp.
Ese fenómeno, de nutrir odios, satisfacer su conciencia, aunque sea una noticia falsa, se multiplica hasta crear un trending topic de un #fakeNews
Sobran ejemplos con la familia López Beltrán. Que viven en el conjunto La Toscana en Bosques de Las Lomas, que poseen una fortuna incalculable depositada en efectivo en un fideicomiso en Andorra, que conducen Ferraris, Lamborghinis y hasta que ya poseen boletos para viajar al espacio en una nave de Virgin.
Todos los días circulan esas informaciones falsas. Y hay gente que aún después de leer este texto, dirá que el columnista está mal informado, porque todo eso es cierto.
Por años, se han creado mitos y de manera malintencionada se han convertido en verdad mentiras patrocinadas por gobiernos y corporativos. Las noticias falsas generan daños para unos, pero también ingresos para otros.
Decir que tales playas están muy contaminadas, envían turistas a otras; producir spots que hablen mal de la competencia, son más fáciles y baratos que hablar bien de nuestros negocios.
A estas alturas del partido, los mexicanos ya deberíamos saber distinguir lo que es mentira de una información verídica, pero insistimos, eso que queremos que se convierta en realidad, nos hace gozar, nos da satisfacción, y hasta nos regocijamos en eso, sí en esas mentiras.
Las #fakeNews las retuitea Vicente Fox, porque un locuaz como él, solamente quiere ver derrotado a su enemigo, hoy Presidente de la República. O bien, provoca que haga el ridículo el embajador Arturo Sarukhan, con casi 200 mil seguidores en Twitter, poniendo signos de interrogación a una nota del Granma donde se lee que el “Gobierno de Cuba recibió apoyo militar proveniente del pueblo hermano de México.”
“Diaz Canel, presidente de Cuba. Agradece a AMLO el envío de 25,000 fusiles Xiuhcatl y 20 millones de cartuchos a Cuba. El presidente cubano dice que les darán mejor uso.”
La foto de la página falsa del Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba ahora está en miles de grupos de WhatsApp, pues lo dijo en su time-line el mismísimo embajador de México en Washington (2007-2013), y claro, el solamente se sacude la culpa con que sabe que es falsa, y por eso lo difundió con tres signos de interrogación.
Entre más porquería está en las redes, más se daña claro; pero también más fortalece al que es vituperado de manera sistemática.
Notarios, gobernadores, académicos, doctores Honoris Causa de grandes universidades, periodistas que a diario los vemos en la televisión, o escuchamos en la radio, empresarios de gran calado, triunfadores famosos y consolidados jetseteros son víctimas de las #fakeNews, pero también son vehículos fabulosos para salpicar su odio en las redes.
Los usuarios de FaceBook, Twitter e Instagram, al igual que los lectores de los mensajes de WhatsApp algo hemos aprendido: que las noticias falsas regresan como boomerang al prestigio de quien las difunde.
*Periodista, editor y radiodifusores
@GustavoRenteria
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