jueves, diciembre 12, 2024

Ceci Moreno sueña con los tigres de Chiapas

Luis Alberto García / Zamora Pico de Oro, Chiapas

*Los felinos mexicanos reciben ese nombre de los indígenas.
*Trabaja en el cuidado de los corredores del jaguar chiapaneco.
*Sus laboriosas tareas las desempeña a orillas del río Lacantún.
*Alejo Cruz, Chuchín Gómez y Daniel Moreno hacen lo suyo.
*Hay un compromiso con la sociedad y con la naturaleza.

A su edad casi adolescente, Cecilia Moreno López disfruta de los dones de la naturaleza que se brindan abundantes en el patio de su casa aquí, en Zamora Pico de Oro, a poca distancia de la frontera de Chiapas y Guatemala, mientras acaricia a “Tyson”, un hostigoso perro que trabaja ahí como guardián.
Ceci, hija del comunero, agricultor y ganadero Daniel Saturnino Moreno Guzmán y de Manuelita López Aguilar, sueña con los tigres –nombre común para los jaguares en las comunidades campesinas nacionales-, con ser profesionista universitaria y así entiender que esta es una buena oportunidad para conocer a la naturaleza y para acercarse al futuro.
“Me fascinan el tigre o balam y sé mucho sobre ellos y del monte, y ahora he aprendido más de los biólogos que han llegado aquí y eso es lo que le transmito a mis compañeros”, dice Cecilia, quien ha apoyado en su papá para hacer cosas que no entiende, como subir datos de los jaguares y animales que va registrando.
La idea es que ellos puedan mejorar sus vidas y no tener que enseñarles a cazar sino a educarse”, sentencia Juan David, hermano mayor de Ceci, mientras muestra con detalle algunas huellas de las cacerías del pasado: una bala en la espalda, un cuchillo en la pierna, una rueda en el pie y la pregunta se vuelve inevitable.
¿Qué te da miedo hoy que trabajas de noche en la selva y con jaguares cerca? “A mí los jaguares o los animales no me dan miedo. Tengo miedo de no tener el dinero para seguir estudiando. No me gustaría irme de aquí, no quiero tener que vivir encerrada en la ciudad, pero sé que es la opción para poder ser mejor mexicana.”
“Aquí, las posibilidades de tener un trabajo fijo y la primera opción para comer es cazar y algunos de mis compañeros de la escuela tienen que hacerlo”, responde con mucha claridad. “Mi papá nos ha buscado otras opciones y sé que estaría orgulloso si tengo una carrera. No es que me quiera ir de aquí…”
Y añade: “La gente es buena y te apoya en lo que puede y no me gusta que se conozca a este pueblo como un lugar de cazadores, pero para eso necesitamos más ayuda”, sentencia la casi niña Moreno López mientras comienza a explicar cómo funciona su labor y cómo impacta al cuidado del jaguar.
Un antiguo cazador, Chuchín Gómez, registra junto con un ayudante y aprendiz los datos que recopilan de las cámaras y de la vida del jaguar, coincidiendo en sus planes para salvar al felino.
Alejo Cruz, biólogo chiapaneco y guía por nuestros recorridos en el área de conservación, la escucha con atención y afirma ante cada una de sus frases hasta que llega su oportunidad de completar la visión que más esperanza le da al jaguar mexicano.
“Nos hemos enfocado -afirma- en un principio a trabajar en la educación ambiental en los niños, ya que estamos todavía a tiempo para ir cambiando la mentalidad; no quiere decir que como adultos no se puede, pero bueno, tenemos arraigados muchas costumbres y es más difícil soltarlas; en cambio, a los niños podemos ir moldeando esa ideología de conservación, y así es como hemos empezado”.
Y presume: “Hemos llevado muestras fotográficas de las fotos de jaguares que obtenemos de las cámaras trampa a las escuelas y hablamos sobre la extinción. Y sabemos que tenemos buenos resultados cuando nos encontramos con la pasión por los animales que sienten adolescentes como Dayana”, comenta Alejo.
Labora como enlace entre organizaciones que se dedican a la conservación de las casi cincuenta especies de felinos salvajes del mundo y sus ecosistemas y comunidades del sur del país, como la de Zamora Pico de Oro, población a las orillas del río Lacantún.
Los interlocutores -comprometidos con la naturaleza y con la sociedad, según refieren- han decidido poner el foco en una estrategia en particular, trabajando en un corredor del jaguar que se trata de una iniciativa que busca permitir el flujo de poblaciones de felinos entre dos áreas protegidas aisladas por la deforestación.
“La realidad –aseguran- es que tenemos que proteger los corredores biológicos ya que las poblaciones humanas siguen en crecimiento y cada vez será más difícil destinar áreas naturales grandes para conservación y que los jaguares habiten ahí”.
Entonces es importante que entre todos conserven y protejan estos corredores biológicos para que se mantengan la conectividad entre las poblaciones aisladas, porque los jaguares necesitan una gran diversidad genética para sobrevivir a largo plazo, ya que en medio siglo la descendencia estará relacionada en su totalidad y al bajar la diversidad empiezan a surgir nuevas enfermedades y un sinfín de problemas.
Los supervisores de la labor de Guzmán, Gómez y Cruz tienen la idea de explicar el programa de conservación que busca proteger a los jaguares en toda su área de distribución en México, que es de seis millones de km2.
Sin duda, una gran apuesta por asegurar y vincular hábitats así como una labor de gestión sobre áreas protegidas críticas que se suma al llamado Plan Jaguar 2030: Plan Regional para la Conservación del Felino más grande del Continente y sus Ecosistemas.
Este es un proyecto institucional que busca, con el apoyo de otros países, la cooperación regional, el impulso de proyectos nacionales y la producción adecuada a las necesidades del jaguar, sin más meta que cumplir consigo mismos y con sus compatriotas.

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