Carlos Galguera Roiz
Recorriendo la marabunta de mis papeles, encontré este relato que
había escrito hace bastantes años.
Dada la situación, digamos inquietante, del mundo en que nos han
instalado, pensé que podría representar un mensaje interesante, para
proyectarlo hoy.
Aquí te va
Me contaba una madre de mediana edad, poco después de morir su hijo
Pablo, 29 años. El matrimonio había tenido problemas genéticos en su
descendencia. De hecho, murieron dos pequeñas antes de 1 año. Pablo
sobrevivió a este destino, pero padeció toda su vida una rara enfermedad
degenerativa. Sin embargo estudió, fue siempre un brillante alumno, acabó su
carrera, hizo un Máster en EEUU…
Se enamoró de una compañera de pupitre, rubia y alegre. Vivió un amor
imposible, durante su estancia en América. Volvió a España y fundó, a través
de una Red, el club de enfermos con su mismo mal. Mandaba mensajes
informativos, amistosos, de ánimo, a veces consuelo, para las familias de los
que iban “abandonando” este impresionante Islote de marginación y
solidaridad, en medio del Océano…
Hubo una unión, compenetración, entre el hijo desvalido y al mismo
tiempo fuerte, y los padres enormemente sensibilizados, felices y tristes…,
verdaderamente extraordinaria. Pablo vivió un clima especial, dramático. Tenía
fechas, duraciones probables, limitadas. El tenía un mantra incrustado en su
subconsciente, “cuando el amor crece sin esperanzas para desarrollarse,
sin futuro, es inmortal como el alma y corrosivo, sin cura, como un cáncer
maligno.
2
Jugó su última oportunidad, intentó una difícil operación de trasplante. La
víspera se despidió de sus padres, repartió cosas, dio algunas instrucciones,
sugerencias…, habló con sus amigos del Club. Cruzó en una cama rodante por
los pasillos del Hospital; atravesó una puerta basculante, arriba el cartel:
Quirófanos. Entró alegre, fuerte, ligeramente dormido…, a su última batalla.
Salió inmóvil, con una enorme paz en su rostro blanco.
Su madre, aparentemente rota, transmite una fuerza interior
impresionante, invencible. Cuando la vi, acababa de recibir un correo
electrónico. Era el “reenvío” de alguien del Club. Solo contenía el mensaje de
apoyo que Pablo había enviado a la madre de un amigo muerto, pocos meses
antes; una bomba de coraje, fe, determinación, inexplicable alegría, llena de
sentido, extraña, poderosa energía… .
Su madre lloró larga, serenamente, ante el papel recién salido de la
impresora, me pareció que una lagrima mezclada con la tinta fresca, dibujaba
un rostro….
Ahora, los padres de Pablo están solos, como cuando se casaron, hace
casi 40 años. Solos, aunque llenos de luces que parpadean, pero nunca se
apagan del todo…