viernes, abril 19, 2024

“Ay Chihuahua, cuanto apache…”

Adrián García Aguirre / Ciudad Cuauhtémoc, Chih.

* El grito de Francisco Villa al ver en Anáhuac a los indios.
* Los parajes históricos y turísticos de la Sierra Tarahumara.
* Pueblo por pueblo, trayectoria y existencia del Chepe.
* Narraciones puntuales y precisas de la doctora Abi Nieto Pérez.
* Una estación lleva el nombre de Enrique Creel, constructor pionero.
* Al paso están Arareco, Cusárare, Batopilas, Basaseachi y Concheño.

En las planicies del territorio del mayor estado de la nación mexicana, el trayecto de Chihuahua a Anáhuac sigue la ribera del río Santa Isabel, en donde se encuentran zonas de producción ganadera y agrícola y el poblado de San Andrés, actual Riva Palacio, donde Francisco Villa se casó con Luz Corral, como lo consignó el escritor Paco Ignacio Taibo II en la biografía narrativa del Centauro del Norte.

Cuenta la leyenda que, en este sitio, el revolucionario nacido en Durango, al ver pasar a un grupo de indios gritó “Ay Chihuahua, cuánto apache”, considerando que Anáhuac fue una región de conflictos bélicos y escenario de violentas incursiones de los pieles rojas del norte de la frontera, cerca de la laguna de Bustillos y sus tierras de producción frutícola –la manzana es su principal producto de explotación-, agrícola y ganadera.

Ciudad Cuauhtémoc -refiere la doctora Abi Nieto Pérez, quien con prestancia y diligencia ejerce como cirujana atendiendo a una población predominantemente menonita- tiene las mismas características productivas de Anáhuac, y es puerta de entrada y salida a los parajes indómitos de la Sierra Tarahumara.

“Aquí –añade la profesionista, se concentra la producción minera de los alrededores, y son numerosas las colonias menonitas de origen alemán asentadas desde la década de 1920 en su territorio, las cuales tienen alta productividad agrícola y de derivados de leche, cuyos quesos son célebres en México entero.

La Junta, cuyo nombre actual es López Mateos, surgió con el ferrocarril, lugar donde se encuentran los antiguos y más grandes talleres del Chepe, el querido Chihuahua al Pacifico, hoy fuera de uso que, como las anteriores, es también zona de producción agrícola, frutícola y de ganado Hereford y Angus.

En San Juanito hay producción predominantemente forestal, considerado, con La Rosilla, Durango, entre los lugares más fríos de la República Mexicana, con registros de hasta 23° bajo cero, marcas climáticas en regiones cubiertas de bosques que, en el pasado, fueron propiedad de la etnia rarámuri, mal llamada tarahumara, como explica Abi Nieto Pérez, cuya abuela es conocedora profunda de sus orígenes y admiradora sincera de su cultura.

Fundada por el constructor Enrique Creel a fines del siglo antepasado, Creel, por más de sesenta años, fue estación y terminal de esa línea hasta 1961: “En esta población -indica Abi Nieto- se encuentran varios hoteles de donde parten paseos a los centros turísticos, sobresaliendo el lago de Arareco, la cascada de Cusárare, los valles de conformaciones rocosas, cañones, barrancas, Batopilas y el famoso salto de Basaseachi”.

Doña Elvia García Estrada -nacida en 1948 en el real minero de Concheño, al fondo de la sierra Tarahumara, ahora vive en El Lazo, a la altura del kilómetro 592 de la vía del Chepe-, narra que para salvar la pendiente y darle continuidad al trazo de la vía, ésta se cruza a sí misma pasando primero sobre el puente y luego baja por un túnel, lo que representa prácticamente una deflección total de 360 grados.

Sin embargo, no hay como Divisadero, en el cual se encuentra un mirador en lo más alto de las Barrancas del Cobre, desde donde se observa parte del cañón de Urique, formado por las barrancas del Cobre, Batopilas, Oteros, Tararecua, La Bufa y La Sinforosa, con longitudes que suman un total de mil 500 kilómetros, que las hace cuatro veces mayores que el Cañón de Colorado, en Estados Unidos.

Témoris es otro lugar de sorprendente belleza por sus montañas altas y quebradas, cubiertas de nieve en inviernos que recuerdan los bosques de Rusia, Alemania o cualquiera otro país europeo, en donde el trazo y construcción de la vía en este punto es el de mayor logro de ingeniería civil de la ruta.
En resumen, la ruta Chihuahua Pacífico en su primera parte es increíble y una muestra de la audacia de la ingeniería mexicana, entre cañones, barrancas, una procesión de montañas, bosques y cañadas.

La Sierra Tarahumara por la que cruza el Chepe ha sido motivo de libros y reportajes, películas, documentales, artículos de periódicos nacionales y extranjeros, de trabajos publicados en revistas y difundidos en cadenas televisivas, cuyos enviados llegan atraídos por los paisajes primitivos que aparecen junto a las vías, en una travesía única, majestuosa.

A quienes interese estudiar y ver de cerca la cultura y convivir con los habitantes de las comunidades originarias, en sus territorios se encontrarán a los nativos rarámuris, a quienes se les ha dado el nombre de “pies ligeros” por sus cualidades atléticas que los convierten en extraordinarios y excelentes corredores.

Hay que ir con ellos, a conocer más sobre su cultura, sus bailes, ritos y tradiciones, y su pobreza, además tener la oportunidad de verlos elaborar artesanías directamente por parte de las mujeres y niños de las comunidades, llevándose el recuerdo de una experiencia rarámuri que pueda resultar humanamente maravillosa.

Es recomendable hacer una caminata y llegar respetuosamente hasta sus cuevas y aldeas con un guía para también conocer más a detalle su pensamiento y concepción del mundo, ver más allá de lo que se contempla desde Divisadero, y así aprender sobre la vida y las tradiciones de estos hermanos que también son mexicanos.

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