Salvador Flores Llamas
López Obrador enseñó otra vez el cobre, que no se lleva con la crítica, el diálogo ni la libertad de expresión ni de pensamiento, porque su signo es la intolerancia, el insulto, el autoritarismo dictatorial.
No aguantó que el analista Jesús Silva Herzog Márquez escribiera de él que se desplazó del “sectarismo” al otro extremo, el “oportunismo”, y enseñó que cree que merece que sólo lo alaben, que digan que es el mejor candidato presidencial, y que va a ganar irremisiblemente.
Por eso ubicó a Silva Herzog como un “fifí” de la “mafia del poder”, uno de “sus secuaces y articulistas conservadores, con apariencia de liberales”, que fustigan al intocable.
Gran chasco sufrieron quienes creían que Andrés Manuel ya había recobrado la sensatez y era capaz de soportar una crítica. Pero, ni si quiera la parafraseó, se mofó de ella o de su autor y la reviró para publicitarse con ella. Resurgió su talante autócrata.
El Peje es víctima de su propia mafia, la que él se creó en Morena, donde es amo absoluto y estableció una dinastía hereditaria, que encabeza y entregará a sus hijos, ni siquiera a sus más allegados, distinguidos, o “gatos de angora”; al fin y al cabo súbitos que deben acatar sus reales mandatos.
Su derecho de herencia es por sangre y abarca a sus tres hijos mayores, los de su primera esposa (señora Rocío Beltrán): José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo (ya se verá si incluye a Jesús Ernesto, el más chico, que tuvo con su esposa actual, señora Beatriz Gutiérrez).
El preferido es el segundo, Andrés Manuel, “Andy”, al único al que saluda de beso, que controla su agenda y con él tienen que “confesarse” cuantos desean ver a su padre.
Las normas establecidas por el jefe son para cumplirse, y si cada uno de los vástagos tiene tareas concretas, a los allegados sólo les queda “aceptar y obedecer”, pues él mucho hace al admitirlos en su entorno político, por conveniencia mutua:
Le sirven para demostrar la fuerza de Morena y a ellos para obtener “huesos” de elección o de gobierno, para lo que desde luego tienen que ponerse con su cuerno, o sea ”purificarse”, pues sólo así los absuelve de todas sus tropelías, con el “poder divino” que él mismo (Su Majestad) se confirió.
Esos entres y las cuotas que deben pagar una vez llegados al “hueso” explican en parte de dónde saca Amlo sus gastos y para que su familia se dé la gran vida, pues él no ha trabajado desde que el 6 de enero de 2006 dejó la jefatura de gobierno del DF y se dio de lleno a su eterna campaña presidencial.
No extrañe que entre otras propiedades, viva con su familia en “La Toscana”, fraccionamiento con mármol a raudales, pero de mal gusto, en Bosques de las Lomas, uno de los lugares más exclusivos de la CDMX, donde se ven autos último modelo y de marcas de importación.
Nomás eso faltaba, que la familia del “apóstol de la democracia” pasara privaciones.
Con sus puntadas, sin sustento real, quiere gobernar a México, y estima que, como ya se la deben, ahora sí lo logrará. Por eso se ha rodeado de la runfla de pelafustanes con cuentas con la justicia, desde él mismo (las dejó en Tabasco) y Marcelo Ebrard, quien busca de nuevo el fuero legislativo para protegerse del megafraude de la Línea 12 del Metro, uno de sus grandes pendientes.
No hace falta calificar al Peje por la cáfila de cómplices que lo rodean. Él mismo se ha definido como el dictador que quiere encaramarse en el poder para manejar a México como si fuera su propiedad, y donde no habría ni diálogo, ni libertades de expresión, ni de reunión, porque le molestan, y las organizan los “pirruris”, según él.
En fin, tampoco necesitamos compararlo con regímenes como el de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, lo que salta por su propio peso.
Sus contrincantes no tardan en exhibirle sus podridas. Eso lo sacará de quicio, mostrará su perfil intransigente y autoritario, volverá a despotricar contra las instituciones, hará trizas su disfraz de “amor y paz” e imbatible y enseñará su auténtico rostro despótico y de tirano.
Bien reza el dicho: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
@chavafloresll