domingo, septiembre 22, 2024

ACENTO: A AMLO no puede creérsele ni el bendito

Salvador Flores Llamas

Lo único que debe creérsele a Andrés Manuel es que no va a amarrar el tigre si pierde la elección (lo que para él equivale a que le cometan fraude, pues afirma que él nunca ha perdido). O sea, anuncia que habrá desestabilización social, y sus fans lo gritan muy claro: habrá guerra civil.  

 

Se los dijo a los banqueros, y paradójicamente les pidió confianza, prometió trabajar por una banca más fuerte y no expropiar ni hacer “nacionalizaciones”.

 

A los dueños de las tiendas de autoservicio les prometió no reelegirse, si llega a presidente; sino trabajará 16 horas diarias para “hacer dos sexenios en uno”.

 

Se advierte que a cada auditorio le dice lo que quiere oir, es la tónica que lo hace aparecer ante los mexicanos como conciliador, puro “amor y paz”, y que ya nada queda del rijoso que atacaba a medio mundo.

 

Pero que no lo critiquen, porque se les fue con todo a Jesús Silva Herzog Márquez y a Enrique Krauze, aunque después se disculpó, cuando le hicieron ver que olvidó el “amor y paz”.  De plano, la crítica lo saca de sus casillas, pues al aprendiz de dictador nadie debe contradecirlo.

 

¿Quién puede creerle que combatirá la corrupción, según prometió a los banqueros para no quedarse atrás de sus contrincantes Anaya y Meade; si él mismo lleva la corrupción consigo y a un elenco impresentable de cortesanos corruptos, que desfalcaron  estados y municipios?

 

Porque es vil mentira que vive de las regalías de sus libros y las conferencias que pronuncia en México y EU, si nadie conoce sus “best sellers” ni sabe de sus conferencias, mucho menos al otro lado; a donde no le quedaron ganas de volver desde que el papá de un normalista de Ayotzinapa lo acusó en Nueva York de ser responsable de la desaparición de los 43.

 

Nunca declara al fisco ni paga impuestos ni revela los grandes ingresos con que su familia se da la gran vida, y dice que cuando sale de gira su esposa sólo le da $500.oo.

 

Al dejar el gobierno del DF se descubrió que la mitad de las mensualidades que ordenó dar a los ancianos y madres solteras, iba a su bolsillo, y ni hablar de las tajadas que percibía por el ambulantaje y las que le entregan los corruptos y criminales a quienes absuelve de sus culpas cuando deciden ingresar a su club de apoyadores.

 

Con singular empeño quiere grabar en los mexicanos, sobre todo en sus malquerientes, que es inevitable que gane la Presidencia; un ardid para que voten por él y entiendan que su victoria se dará fatalmente.

 

Principalmente quienes lo ven como un dictador igual a los de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que también juraron y perjuraron que no se reelegirían, pero después “no pudieron defraudar a sus pueblos, que se los pidieron”.

 

Niega que los gobiernos de Venezuela y Rusia lo respalden, como trascendió; pero Vladimir Villegas, embajador de Hugo Chávez en México, hizo propaganda abierta a su favor desde 2005, y fue una de las razones por las que el presidente Fox solicitó su salida.

 

Para su desgracia, por lo menos dos tercios de los mexicanos saben que miente y engaña, por su ambición de poder 

Por ejemplo, mintió cuando fue candidato al gobierno en 2000, pues no tenía la residencia en el DF que ordena la Constitución, y su credencial de elector era de Tabasco; pero fue un jefe de gobierno ilegal, apoyado por su amigo el presidente Zedillo.

 

O sea, se pasó la Carta Magna por donde le vino en gana, como ha hecho con la ley electoral, que prohíbe hacer campaña fuera de tiempo, y él está en ella desde hace 18 años. Buena muestra de lo que haría si llegara al poder: pisotear las leyes a su antojo para imponer su “santa voluntad”.

 

Por eso rehúye los debates. Ahora que el Tribunal Electoral dispuso que los candidatos pueden debatir cuantas veces quieran, salió con que “quieren echarme montón, porque creen que así me remontarán”, y dijo que sólo estará en los que ordene el INE, al que pidió que en lugar de los tres que programó, sólo sean dos.  

 

La realidad es que es muy lento para hablar y responder, como se ve constantemente, por falta de agilidad mental y porque necesita que sus asesores le sugieran respuestas y slognas para repetirlos, y en los debates lo toman desprevenido, y no sabe por dónde lo van a atacar.

 

Sobre todo,  no quiere que le saquen a luz las mentiras continuas que suelta, ni que lo exhiban y molesten.

 

Como jefe de gobierno del DF, dijo mil veces “denme por muerto”, cuando le preguntaron si buscaría la Presidencia, pero desde entonces está en campaña permanente.

 

Hace 6 años prometió a todo el país que, si perdía la elección, se iría a “La Chingada”, el rancho que tiene en Palenque, Chiapas. Mas pronto olvidó su promesa.

 

Pretende instaurar en México una “dictadura democrática”: llegar al poder mediante una elección; pero ya vimos que dijo a los banqueros que, si pierde, “no detendrá al tigre”, o sea desatará una guerra civil para arrebatar la presidencia, lo que sus partidarios no se cansan de pregonar sin ambages a través de las redes sociales.

 

Hugo Chávez juró y perjuró que no aspiraría a perpetuarse en el poder, y cuando murió estaba a punto de buscar su cuarta reelección. Los seguidores de su “Alternativa Bolivariana”, los dictadorzuelos Daniel Ortega, de Nicaragua, Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador, instauraron minidictaduras, tras prometer que no se reelegirían.

 

Evo presumía que él nunca quiso ser presidente, pero “el pueblo me obligó”. Hoy busca un cuarto mandato, pese a que en su tercera reelección prometió que ya no se reelegiría y se votó que no se lo permitirían.

 

Mas, hizo un referéndum para revocar tal disposición y lo perdió; movió cielo y tierra para salirse con la suya, logró la revocación y hoy aspira a reelegirse de nuevo.

 

Así proceden quienes prometen no reelegirse; el poder es el gran afrodisíaco y sucumben a su seducción

 

A Correa lo derrotó Lenín Moreno cuando iba por su segunda reelección, y hubo de refugiarse en Bélgica, pues al ser derrotado se votó la prohibición de que pueda volver a buscar ser presidente.

 

López Obrador ofrece además resolver todos los problemas por arte de magia; sus recetas están desfasadas, y promete lo que la gente quiere escuchar para arrebatarle el voto. De ahí que la conclusión obligada sea que no hay que creerle ni el bendito. 

 

llamascallao@hotmail.com

 

@chavafloresll

 

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