viernes, abril 26, 2024

¿A quién le ganó López Obrador?

Por Siegfried Hitz

Vociferé cuanto pude contra el candidato que en mi opinión amenazaba a México con todos los males. En efecto, su trayectoria tenía alarmada a buena parte de la población. Veía como el peor escenario que López Obrador llegara al poder y cumpliera sus destructivas promesas de campaña.

Sorpresas tiene la vida. No necesito ser simpatizante de López Obrador para aquilatar que un resultado tan traumático tuvo de rebote, efectos colaterales tan positivos.

Tanto Porfirio Díaz como el PRI hegemónico, fueron en su momento una solución pacificadora y estabilizadora. Ambos con buenos logros a cambio de el alto precio final de su autodestrucción. Condujeron a la Revolución el uno y a la prostitución de su propio régimen el otro. Ahí se incubó la alternancia política del 2000.

Vicente Fox no era político ni estadista, no comprendió su oportunidad.  Al no ejercer el liderazgo, los partidos políticos, y principalmente el PRI concentraron el poder de las decisiones federales, y tanto que localmente los gobernadores se vieron libres y se hicieron caudillos locales sin control.

Nació la PARTIDOCRACIA que nos secuestró, las decisiones fueron negociaciones bajo el agua para repartir canonjías y nombramientos que preservaran un perverso statu qúo. Ni para atrás ni para adelante. El monopolio del poder fue suyo, igual que el reparto de los recursos públicos. Bajo Calderón y Peña Nieto no hubo cambio.

La gran conquista de EPN fue concertar con los otros partidos las reformas estructurales. Ofrecieron grandes resultados, generaron expectativas mayores, la realidad fue el gasolinazo de 2016 en vez de la prometida reducción del precio.

Como nunca, con EPN la corrupción alcanzó niveles enormes y a plena luz del día. Fueron voraces a todos los niveles. Desfalcaron las arcas públicas para su provecho, para financiar las siguientes campañas políticas y mantenerse en el poder, cuidarse las espaldas y evitar ser investigados y sometidos a juicio.

Estafas maestras, Odebrecht, quiebra de haciendas estatales, protección a Lozoyas, Moreiras, Duartes, Borges y similares. Además, la corrupción política, como el uso de la PGR para desprestigiar a un candidato opositor a la presidencia.

El enojo y la indignación contra el PRI y todo el equipo de Peña Nieto pareció que sería el principal factor en la elección. En juego estarían la Presidencia y 3,500 puestos de elección.

Las encuestas apuntaban amplia ventaja de AMLO. Sin embargo, 40% de los potenciales electores no contestaban encuestas o estaban indecisos. De ellos que no había información posible; cabía la duda de que ahí se concentrara el voto de castigo en favor de Anaya. Meade, buen candidato, al representar al PRI, no tenía mayor oportunidad a pesar de noticias falsas que dominaban las redes.

En la noche del 1° de julio llegó la verdad. La votación apabullante confirmó las cifras de las encuestas y el voto de castigo benefició a AMLO, no a Anaya.

¿Qué pasó? Anaya, el segundo lugar en las encuestas, 30 puntos atrás del triunfador. La segunda andanada de resultados fue ya el colmo, Morena ganó 6 de nueve gubernaturas y mayoría en el Congreso.

¿Cuál fue la miopía del Frente? ¿Qué es lo que no vio en su estrategia?

Descubrí la verdad muy tarde. El gran error: el villano no era el PRI. Contra él fueron las diatribas del Frente, para ganarle el segundo lugar y con el voto de castigo, hacerse de la contienda electoral. Vana ilusión, equivocada estrategia.

López Obrador debe suponer que le ganó al PRIAN, a la mafia en el poder.

¿Sí? Pues NO. ¡Le ganó a la partidocracia!

El principal contrario que parecía ser el PRI quedó virtualmente deshecho. Ahora será un partido testimonial y no se ve cómo se recuperará. Perdió todas las gubernaturas en juego y tendrá una reducida minoría en el Congreso. Antes era carro completo.

De los demás partidos, el PAN severamente golpeado, es el menos maltrecho. Con su modesta presencia será la oposición más significativa.

Los partidos PRD, PVEM, MC, PANAL y PES a punto de perder el registro, por no alcanzar 3% de votos en las elecciones federales de presidencia, senadores o diputados. Morena, fundada por AMLO con escasos cuatro años de antigüedad, no es en realidad un partido, es Andrés Manuel rodeado de fieles seguidores. Si él faltara, no existe una estructura ni líderes que por su peso político pudieran substituirlo.

Nuevo panorama. Morena, que no es partido, con dominio hegemónico. PAN como mayor oposición, mermado. PRI partido menor, con tendencia a desaparecer. PT partido satélite de otros mayores, será el menor de los subsistentes.

De este panorama, se desprenden muy positivas y optimistas conclusiones.

López Obrador jamás pretendió combatir a la PARTIDOCRACIA, sin embargo, hizo chuza con ella. Ya no seremos sus rehenes, AMLO nos brindó la libertad y no nos hemos enterado. Esa libertad hará que chapulines convenencieros, principalmente de los fenecientes PRI y del PRD, se quemen la piel y se tornen en morenos. Así su mayoría en el Congreso será aún mayor.

Ya libres, ¿ahora qué hacemos? Ante todo, impedir el retorno a la partidocracia, proponiendo acciones y leyes a través de partidos, organizaciones de la sociedad civil, ONGS, etcétera. Y evitar que el nuevo líder se convierta en un substituto del antiguo PRI.

También apoyar al nuevo Presidente en todo lo que sea claramente positivo y oponernos con energía a lo que estimemos inadecuado, como lo son muchas de sus propuestas de campaña.

Una luz de optimismo se ve en las primeras acciones como candidato triunfador: ha asumido una tónica conciliadora que busca integrar grupos de apoyo. Los empresarios fueron los primeros y tuvo acuerdos con ellos. Faltan muchas acciones para saber si debemos preocuparnos o no.

Por el momento podemos enorgullecernos de uno de los mejores procesos electorales: primero, las partes participaron bajo reglas conocidas y aceptadas por todos; segundo, la votación fue en general pacífica y ordenada operada por ciudadanos; y tercero, los resultados fueron reconocidos y aceptados por los opositores con claridad y presteza. Inmejorable.

Ocurrió lo que se preveía como altamente adverso, pero la evaluación final arroja algunos escenarios alentadores. Sistema electoral probadamente ejemplar, fin de la partidocracia y la oportunidad para reconstruir todo nuestro esquema político.

De la nueva situación surgen riesgos inquietantes.

Uno. La incógnita de qué perfil de lo que ha mostrado el candidato será como Presidente.

Dos. Preservar la salud del candidato triunfador es vital. El proceso de substitución en otras épocas tendría causes claros. Cuando las diversas fuerzas políticas están diezmadas y no hay figuras ni partidos con la fuerza necesaria, podríamos caer en la anarquía.

Nos urgen líderes para nuevos tiempos y situaciones inéditas. México, creo en ti.

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