Ciudad de México.- Se sabe que México, tiene mucho acerca de las influencias arquitectónicas de la época Barroca Europea, tales como la Catedral Metropolitana, La Parroquia de Santa Prisca en Taxco, la Capilla del Rosario en Puebla, El Templo de Santo Domingo en Oaxaca, el Templo de San Felipe en CDMX , Templo de San Francisco en Tepoztlán, entre otros que se pueden identificar en variadas zonas del centro histórico. La mayoría de estos edificios tienen características religiosas, lo cual consta que al ser enseñadas a los pobladores indígenas, era para motivarles de hacerse de una religión evangelística o católica.
Música Barroca en el México Colonial
Lo mismo pasó con la música, al ser gobernado el antiguo poblado Tenochtitlán, los colonizadores tuvieron que buscar la forma de heredar sus costumbres, actividades, palabras, y escritos. Se encontró que la música era la que menos violencia daba a los pobladores para hacerles servir a la élite. ya fuera con entretenimiento. Uno de los primeros evangelizadores y educadores en arribar a la Nueva España, fue Pieter van der Moere, mayormente conocido como Fray Pedro de Gante, quien acerco a los indígenas a las doctrinas pedagógicas a través de las técnicas evangelísticas y católicas. Personajes como Antonio de Salazar, Manuel de Sumaya e Ignacio de Jerusalém, fueron fundamentales para la difusión y la consolidación del barroco musical virreinal tanto en el repertorio religioso.
A partir del Siglo XVII, varios músicos y compositores, poco conocidos, fueron llegando a las tierras de la Nueva España, donde con las nuevas partituras de grandes compositores barrocos europeos, la mayoría italianos, fueron llenando los espacios privados de las sociedades de clase alta ya fuera con sonatas y conciertos, así como también llegando a las iglesias y a la misma Catedral como versos instrumentales, con el motivo de facilitar la comprensión de las sacras enseñanzas. Poco tiempo después se abrió una escuela, en donde, como parte de la instrucción brindada a los indígenas, se incluía la música y el canto.
Finalmente, una combinación entre razas y cultura, concedió a la época colonial un panorama distinguido a otras fechas pasadas, que al haber comunidades étnicas más heterogéneas, se fue desarrollando un lenguaje musical propio, adaptándolo con respecto a las tradiciones de la élite. Así se tiene que en el siglo XVII, huapangos, jotas, boleros, zambras, jarabes y zapateados animaban las calles de la Ciudad de México ofreciendo un espacio de convivencia común y de consolidación para las clases más pobres, y de desahogo y rebeldía para las élites. Eso sí, al haber perdido la construcción musical de la Nueva España, poco antes de la Independencia, la élite observó de nuevo con interés a Europa, otorgándose así mismos los privilegios musicales que no deseaban darle a los pobladores originales de esas tierras.
Durante el Barroco Colonial, el maestro de capilla, Manuel de Sumaya, fue el compositor mayormente conocido por enseñar a los novohispanos. Se sabe que nació y murió en la Ciudad de México, pero no se sabe si su descendencia lo hace ser un criollo de naturaleza o si sus raíces son mestizas. Tiene una obra lírica religiosa llamada Missa a 8 de Tercer Tono.
AM.MX/CV