Cuando se comete un error imperdonable lo más recomendable es aceptarlo de inmediato. Si no se hace así, si se deja pasar el tiempo en medio de excusas y justificaciones falaces e incomprensibles, sólo se ahonda el daño, se convierte en irreparable. La mentira que se repite mil veces sigue siendo mentira.
En toda sociedad moderna, la población tiene derecho a sospechar para llegar a saber con precisión lo que ha sucedido, sobre todo en los asuntos públicos. Es un derecho fundamental oponible ante cualquier régimen político. Al fin y al cabo, ella es la que paga, y la única que puede decidir si perdona.
Esta es la base fundamental del acuerdo democrático entre el mandatario y el mandante, el pueblo que le confió la administración global de sus haberes, el que depositó su confianza. Las mentiras y las evasivas, profanas o moralinas sólo son, en el mejor de los casos, drogas dulces, simplemente engañifas.
Una mentira lleva a otra, en una cadena interminable. Cuando se profiere la décima, ya no se recuerda la primera. Si el Caudillo hubiera dicho desde el principio las condiciones que los poderosos le imponían para ejercer el mando en su beneficio, hubiera sido más sencillo el tránsito en el gobierno.
Ni duda cabe. El apoyo mayoritario se hubiera expresado de mil maneras favorables al electo. Pero actuar en la clandestinidad, bajo la permanente sospecha, arroja siempre pasivos y rechazos que no pueden ser superados con justificaciones posteriores, aunque sean verdades de a kilo.
Falla y ofensa del sistema presidencialista ya rebasado
Si no se acepta el error básico, éste no puede ser eludido con argumentos surgidos de culpas anteriores y menos de lo peor del síndrome autoritario del poder unipersonal, desdeñoso del mandato popular. En una sociedad moderna, informada, no caben argumentos que ya fueron aplicados en otras épocas, dominadas por la desinformación e ignorancia sobre los asuntos públicos.
Ésa fue siempre la falla y la ofensa del régimen presidencialista que ya agotó su viabilidad, su confiabilidad, que ya dejó las huellas de su fracaso en la gobernabilidad pacífica. De nada sirve asumir la responsabilidad a toro pasado. La ofensa al sentido común prevalecerá y jamás será perdonada.
Son bastonazos de ciego peores a los que provocaron el error mayúsculo. Nadie, nunca, es tan infalible y creíble para tomar decisiones que no son aceptadas por la mayoría. El tufo despótico ya no cabe cuando el alud de evidencias, mostradas en todo el mundo, han magnificado el gazapo.
En una época en la que prevalece la inmediatez y la evidencia informativa, debe andarse con cuidado. Es imposible y fallido actuar en lo oscurito. Todo se sabe al instante en que se produce.
En redes, circulan a través de bots memes intragables
El pueblo mexicano ha sido demasiado engañado a lo largo de su historia. El maltrato autoritario lo ha hecho demasiado resistente a la mentira de los regímenes cerrados, de los gobernantes obtusos. Ya no está para rendir culto ciego a la personalidad.
Por ahí no es. Circulan, a través de bots, memes intragables por las redes digitales, queriendo sorprender, queriendo matar víbora en viernes. Aparentemente convincentes, realmente fuera de época, ridículos e infumables. Todos carecen de un mínimo elemental de sentido común. Ninguno responde realmente a la pregunta básica:
¿Por qué llevaron a cabo un acto jalado de los pelos? ¿Quién fue el prócer que decidió arrodillarse ante la gabacha orden inmediata de extradición, sin medir siquiera el ámbito de las operaciones, sin resguardar la vida de las familias militares, sin calcular el rebote de la operación demencial? ¿Quién fue ese inútil que no sabía dónde se metía?
¿Hay miedo o hay compromisos inconfesables de la 4T?
Las explicaciones sibilinas ofrecidas no llevan sino a un baño de sangre, a la aceptación tácita de que el régimen está amarrado a designios oscuros y desconocidos, a espaldas de la voluntad popular. Aún es tiempo de reconocerlo, lo demás es irresponsable. Es una trampa sin salida.
Puede causar una tragedia de proporciones civiles incalculables e impredecibles. ¡Cuidado con la indignación, con la respuesta violenta, con la reacción del pueblo engañado y decepcionado!
Porque si las trampas provienen de los poderosos, empresarios, políticos, narcotraficantes, caciques, mandos militares, y los que el gobiernito trata de inculpar con sus bots, que responden con el financiamiento a los armados porque se sienten acorralados por la Cuarta Transformación… ¿por qué no se les ha aprehendido y encauzado desde hace tiempo? El Estado tiene, o tenía, todo el poder para hacerlo.
Esta es la pregunta… y tal vez sea la respuesta que no quiere decir su nombre. ¿Hay miedo o hay compromisos inconfesables? Díganlo ahora o callen para siempre.
Explicaciones no pedidas a AMLO, inculpaciones manifiestas
Hasta donde se sabe, al crimen organizado y al terror subversivo nunca se le ha combatido con oraciones, ni en los estados confesionales. En todas latitudes se ha considerado que este Estado se doblegó, que fue humillado, que las fuerzas armadas están en un quien vive.
A todas las explicaciones no pedidas, les viene el saco de inculpaciones manifiestas.
No se vale jugar a las comiditas cuando el pasto está tan seco y puede arder la pradera.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Templo Mayor, la columna institucional del diario Reforma, publicó ayer un “no se hagan bolas” imperdible: “A VECES la Cuarta Transformación parece ser la Cuarta Contradicción, porque así como dicen una cosa, dicen la otra… ¡y hacen otra! Y el caso Culiacán vino a confirmarlo. DE ENTRADA sigue sin saberse qué ocurrió, porque ni Andrés Manuel López Obrador ni Alfonso Durazo logran ponerse de acuerdo en tener una sola versión de los hechos, contradiciéndose uno al otro. El propio Presidente ya salió con que no estaba enterado del operativo, contradiciendo lo que siempre ha dicho que no se mueve una hoja sin que se entere el Presidente. PERO lo más increíble es que todos los días, a las 6:00 de la mañana, se reúne el Presidente con el gabinete de seguridad. Si no le informaron ahí lo que planeaban hacer ese día, ¿de qué diablos hablan entonces? ¿De beisbol? Y AHÍ no acaban las contradicciones, ya que en estos nueve meses de gobierno López Obrador ha insistido una y otra vez: ‘Al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie’. Pero ayer se le olvidó pues salió con que ‘por encima de las leyes está la vida humana’. ¿Entonces en qué quedamos? Es pregunta que se hace bolas.”
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