Miguel Tirado Rasso
Tal vez con la intención de fijar una fecha que marque el inicio de una nueva era en la historia de nuestro país, el Presidente Andrés Manuel López Obrador decidió celebrar el aniversario de su triunfo electoral con una fiesta popular en el zócalo capitalino, incluyendo un informe sobre lo realizado por su gobierno en los primeros siete meses de su ejercicio. Su contundente victoria en las urnas, el primero de julio del año pasado, con el 53 por ciento de votos a su favor, se estaría contemplando, cabría suponer, como la fecha apropiada para el nacimiento de la 4 Transformación y convertirla en una fecha conmemorativa e incluirla en el calendario cívico.
Y es que, algo habrá, más allá de una mera verbena popular, cuando en el programa se incluyó una especie de informe de gobierno a tan sólo dos meses del primero de septiembre, fecha que, de acuerdo con lo ordenado por nuestra Constitución, en su artículo 69, el Presidente de la República debe presentar ante el Congreso un informe por escrito del “estado general que guarda la administración pública del país”. En tan corto tiempo, sesenta días, difícilmente habrá mucho que añadir a lo expresado ya, en la plaza pública, el pasado primero de julio. Cosas de la 4T.
En su personal estilo de gobernar, Andrés Manuel López Obrador estaría invirtiendo, prácticamente, la tradición de la ceremonia del informe presidencial. Habrá que recordar que, en 2006, inconformes con los resultados de la elección presidencial, los legisladores simpatizantes del ex Jefe de Gobierno del DF, candidato derrotado, habrían tomado las instalaciones del Congreso, impidiendo el acceso al Presidente Vicente Fox, quien no pudo rendir su informe, el último de su sexenio, desde la tribuna del recinto legislativo.
Al año siguiente, el Presidente Felipe Calderón pudo ingresar al Congreso, pero la oposición abandonó el recinto, por lo que el mandatario entregó el informe y sólo dio un breve mensaje. A partir de entonces, y para evitar incidentes entre el Ejecutivo y los legisladores, en 2008, se reformó la Constitución eliminando la obligación del Presidente de asistir al Congreso a presentar su informe, con lo que se acabó, formalmente, con lo que se conocía como el Día del Presidente. La costumbre, entonces, fue enviar el informe y, posteriormente, en una ceremonia aparte y muy distante del ritual acostumbrado, el Presidente dirige “un mensaje a la Nación”. Del “besa manos”, ni quién se acuerde.
Pero ahora, con la 4T, el mensaje a la Nación se anticipó a la entrega del informe y se transformó en un acto multitudinario, como en los mejores tiempos priistas, con el zócalo a reventar. Ya podrá después el Ejecutivo Federal acomodar, a su estilo personal de gobernar, la ceremonia del informe presidencial. Porque a diferencia de sus antecesores inmediatos, asistir al Congreso a presentar su informe de gobierno, es lo que menos le preocupa al mandatario tabasqueño, que tampoco es muy dado a seguir protocolos. Lo suyo es la plaza pública y, eso ya lo tuvo el lunes pasado, lo que no quiere decir que prescinda de la oportunidad de volver a dirigirse al pueblo bueno, que son sus seguidores.
No obstante, habría señalar que Andrés Manuel podrá revertir la ceremonia del informe presidencial, con la presencia del Ejecutivo Federal nuevamente en la tribuna del Congreso, sin problema. Las mayorías parlamentarias morenistas en las Cámaras de Senadores y de Diputados, le garantizan una recepción amable y sin incidentes, además de que, salvo los legisladores del blanquiazul, que pudieran constituir una oposición incómoda, las demás fracciones de la oposición, por su número y conveniencia, se han ido adecuando a los términos de la 4T, por lo que difícilmente se atreverían a hacerle pasar un mal rato al Sr. Presidente.
Como el Presidente fue enfático al anunciar que “a más tardar en diciembre (terminará) de arrancar de raíz al régimen corrupto” con todo y sus instituciones, programas y simbolismos, podríamos agregar ante lo ya visto, se entiende que en la construcción de “las bases para la transformación política de México” nada del pasado tiene cabida, por provenir del conservadurismo faccioso y corrupto, entonces el Informe a la Nación, en sus términos actuales, estaría condenado para ser sustituido por algo más popular como una rendición de cuentas al pueblo sabio en plaza pública.