Ahora sí nos gana la mañanera, el tiempo real y las nuevas tecnologías de la comunicación. Se han sucedido las cosas como en una cadena imparable, sin tiempo para reaccionar. En unos cuántos días, nos enteramos de que la crisis en el sistema de salud, empezando por el IMSS y cómo impacta a las mujeres.
Nos enteramos que se ahorran recursos para todo tipo y se borran programas, como los productivos en el campo, cuyas reglas de operación son tan intrincadas, que no se usarán. Serán ahorros. Y las promotoras del campo, fuera. Desdicha para la atención y el cuidado del parto, los cánceres femeninos, el del pulmón en mujeres del campo que cocinan con leña y se corta la investigación en fármacos o tratamientos a favor de las mujeres.
También nos cuentan que las organizaciones civiles, pequeñas, de municipios, las han convertido en horrendas intermediarias que no deben desviar el objetivo principal de este gobierno. Es el presidente, personalmente, quien informa a las masas sobre las “ayudas” y no los derechos, y se entregan directo las becas, los dineros, las “atenciones”, como de dispensario de iglesia de pueblo.
Paralelamente, el último eslabón de la cadena son los despidos de personal médico y de enfermería, laboratoristas y ayudantes de investigación, administración y seguimiento de los seis programas de atención a cánceres femeninos que tendrán que suspender labores. Y las investigadoras del Conacyt y las inspectoras de las estancias infantiles desaparecidas.
Me decía una mujer, que ella trabajó tranquila como empleada del hogar, mientras sus dos hijas fueron a las estancias del “gobierno” y ahora su hija mayor, claro madre adolescente, ha tenido que dejar de trabajar, porque no hay estancia y porque con 800 pesos al mes, quién puede cuidar a una criatura. Nadie.
En Palacio Nacional no se han enterado que, en un país con mercado, es este el que define los salarios. En la ciudad de México una empleada del hogar cobra por jornada de trabajo entre 350 y 450 pesos el día. O sea, al menos 8 mil pesos al mes. Si se trata de cuidar uno o dos niños, ¿alguna trabajadora puede sufragar este gasto? Habrá quien piense que menos, pero sería muy barato, explotado y poco decente. ¿Cuánto les gusta?
No me imagino la angustia del personal de los institutos o secretarías de la mujer, nunca tan inseguro en su labor. Conozco a un joven entregado al “empoderamiento” de las mujeres en San Luis Potosí, realmente alicaído, porque no se salvarán algunas acciones por la retención del presupuesto y por el que no volverá para algunas acciones, como el de las casas para campesinas.
Me dirán que cada año así se vivía, porque siempre ha tardado en “bajar” el presupuesto, entre enero y mayo. Estoy de acuerdo. Es un asunto de burocracia, pero a peor, si me dirán igual, que los recursos federales se desviaban por obra y gracia de muchos gobernadores, como quedó demostrado en Veracruz. No lo discuto.
Acá el problema es que la 4T ofreció justicia y creó muchas expectativas. Como esa de que tendremos un sistema de salud del primer mundo o aquella de “habrá trabajo para todas y todos” y no hay que ser pesimistas, el país va a crecer cuatro por ciento anual y los inversionistas extranjeros hacen cola para ser atendidos, tienen “confianza” en México.
Tengo una amiga que a diario me dice que debemos esperar. Que las cosas están cambiando para bien y que bajo el brazo de AMLO está la piedra filosofal. Que en efecto todas estas piedras en el camino –sin dinero para seis programas de cáncer y un pronóstico fatal para 3 mil 500 mujeres- es algo inexistente, un asunto de política. Que pronto veremos las anchas avenidas de la cuarta transformación, que las y los críticos están equivocados. Que es necesario esperar.
Ok, vamos a esperar. Mientras que bueno que reflexionaran asesores y gabinete; ojalá lleguen los recursos del cáncer pronto y no haya decesos que lamentar. Ojalá que el paraíso del pleno empleo y la productividad pronto sean una realidad y que los muchachos vayan todos a la escuela con la beca presidencial y dejen de hacer paros los maestros y maestras de la CNTE, porque han comprendido lo que significa dejar sin clases a niñas y niños de las zonas más pobres del país.
Ojalá que esté completamente equivocada y que se recupere el PROEQUIDAD como algo simbólico de reconocimiento a la tarea histórica de las feministas por cerrar brechas entre hombres y mujeres. Y debe llegar la ansiada paz, donde el patriarcado acoja la cuarta transformación y pronto realmente disminuya la violencia contra las mujeres y dejemos de contar asesinatos por razones de género y cuando haya se enfrente a la justicia, porque ya habrá desaparecido la impunidad.
Un reino de la igualdad. Eso que tanto queremos.