
Sergio Gómez Montero*
Que mis palabras logren alcanzarte.
Atraviesen bosques, praderas, desiertos, cordilleras
No las distraiga el bullicio en las ciudades
D. Zamora: “Hijo”
Establecidos los principios básicos de la gobernanza –orden, concordia, justicia-, avanzar a partir de allí cada gobierno puede hacerlo de manera diversa, aunque tratando, siempre, de no violar los principios básicos mencionados. Los problemas comienzan, en términos de gobernanza, cuando se parte no de la continuidad (70 años de PRI por ejemplo), sino de la ruptura (intentar terminar con el neoliberalismo en el país, como hoy), lo que conlleva establecer nuevas reglas de gobierno en todos los órdenes de poder central o republicano (poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En términos electorales se pudieron ganar y controlar los poderes Ejecutivo y Legislativo. El Judicial mantuvo su independencia y autonomía y eso limita la gobernanza del país, como igual la limita el hecho de que hasta hoy partidos ajenos al dominante (Morena) controlan gubernaturas y no se diga municipios, lo que mal que bien habla aún de un gobierno dividido.
Pero más dividido está el gobierno en términos de sectores, dado que el sector privado del país, en su gran mayoría, es aún contrario al sector público, dado que los principios por los que luchan ambos son totalmente contrarios y enfrentados (aunque, en apariencia, un pequeño grupo oportunista de ese sector se dice aliado del gobierno), lo cual conlleva no sólo lucha continua en diversos niveles, sino que el país se encuentra incesantemente en el filo de la navaja por la lucha hasta hoy continua entre ambos sectores (es allí en donde hoy, por ejemplo, hay que entender la ofensiva de la calificadora estadounidense Ficht Ratings en contra de Pemex y que tan justamente acaba de reclamar el Presidente López Obrador). Gobernar en lucha continua hace que esa tarea se torne, para todos (gobernar en democracia, como hoy se intenta, implica participación de todos), una tarea llena de dificultades que uno, como gobernado, nunca sabe cuándo va a terminar y lo obliga a tomar partido por una de las partes dado que al Estado no se le deja asumir sus tareas a plenitud, sino siempre sujeto a críticas injustas y mal intencionadas (piénsese hoy en Venezuela y de paso en El Salvador y Bolivia o, particularmente por estos días, México y Uruguay).
Desde luego que eso no impide ni limita la gobernanza. Ella se tiene que ejecutar, a nota (como dicen los músicos), pues para eso hubo un proceso legal de elección de por medio, y desde allí eso legitima las acciones que el gobierno lleva a cabo para imponer el orden y la cordialidad entre los gobernados, tratando sobre todo de que las acciones –corrupción e impunidad principalmente– que las limitan se desvanezcan aplicando las medidas que la ley establece, para así lograr que la paz prevalezca como clima de vida entre los habitantes del país.
Desde luego, hay un cierto carácter utópico en lo hasta aquí abordado, porque muchos son los intereses que se oponen a ese tipo de gobernanza porque no conviene a sus intereses y de manera incesante buscan la manera de sabotearla, aprovechando cualquier oportunidad –coludidos con sus congéneres extranjeros de la CIA y países lacayos– de aliarse con quienes impulsan desde el exterior la posibilidad de regresar al sistema de vida que tenía empobrecida y sometida a nuestra sociedad.
No es pues fácil gobernar en las condiciones actuales por las que atraviesa el país. De ninguna manera.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx