Gregorio Ortega Molina
*Pero eso fue ayer; hoy a nadie parece interesarle el futuro, porque lo entregaron como se deshicieron del patrimonio nacional, de la idea de República y del concepto de patria
Sobre jodidos, apaleados. Los presidentes mexicanos emanados de esa gesta heroica que hoy tanto desprecian, llamada Revolución, supieron que lo más difícil de gobernar era aprender a decir “no” a las pretensiones de EEUU. Cuando menos así fue hasta el Consenso de Washington, cuando perdieron la dignidad con tal de ser tomados en cuenta.
Ahora resulta, como nos informa la reportera Imelda García, que la firma del Acta 323 compromete a México a pagar con agua la infraestructura hidráulica que esa nación instalará de este lado de su frontera. El acuerdo es cuestionado porque acá su venta es ilegal, y el hecho podría derivar en confrontaciones entre
Sociedad y gobierno.
Tan sencillo que hubiese resultado recurrir a los ejemplos históricos, a las decisiones o los discursos que sentaron precedente. Pero además de indignos, hoy nuestros gobernantes cargan con ellos su enorme e insuperable soberbia. Nadie los iguala.
Alguna vez escuché a Gastón García Cantú, en casa de Enrique Mendoza, evocar sus conversaciones con Adolfo López Mateos, e hizo referencia a una frase concreta: “Lo más difícil de gobernar México, es aprender a decir no a los presidentes de Estados Unidos”.
Cuando Emilio Gamboa Patrón -hoy senador y patricio de lo que queda de la República- todavía condescendía en descender a compartir su experiencia con los mortales, en una conversación entre dos en su despacho de la Lotería Nacional, me confió que quizá el momento más difícil del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado ocurrió cuando debió rechazar, con energía, patriotismo y diplomacia, la pretensión del actor Ronald Reagan de que Estados Unidos se hiciera con la península de Baja California.
El agua del río Colorado siempre ha sido motivo de conflicto diplomático entre México y Estados Unidos. Los presidentes de esta nación que tuvieron arraigado el concepto de patria lo resolvieron de manera ejemplar.
Incluso Porfirio Díaz manifestó su nacionalismo en lo referente a este tema. En su informe presentado al Congreso de la Unión, el 1° de abril de 1886, subrayó:
“En vista de los perjuicios que resienten los habitantes de la frontera, por la escasez y aun falta de agua en el Río Bravo, se han dado instrucciones a nuestro representante en Washington para que convenga con el gobierno de Estados Unidos, en que la Comisión Internacional de límites fluviales, como la más a propósito, examine los proyectos existentes para la construcción de una presa internacional, a fin de que ambos gobiernos lleguen a un arreglo…”.
Adolfo López Mateos, en su V Informe de Gobierno, sostuvo:
“Un problema pendiente entre México y Estados Unidos es el de la salinidad de las aguas del Río Colorado que se entregan en nuestro país.
“La prosperidad del Valle de Mexicali depende en el futuro de la solución acertada del asunto, solución que, estoy seguro de ello, podrá lograrse fácilmente si se inspira en el espíritu de justicia y en los sentimientos amistosos que propiciaron el arreglo de El Chamizal.
“Ningún otro problema entre los dos países nos causa por ahora mayor preocupación, y a él consagramos atención constante”.
Pero eso fue ayer; hoy a nadie parece interesarle el futuro, porque lo entregaron como se deshicieron del patrimonio nacional, de la idea de República y del concepto de patria.
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