Fernando Irala/
Constreñida por una legislación electoral que reduce artificialmente la duración de las campañas, sin embargo la batalla por el gobierno del estado de México ya comenzó, con la importancia que todos sabemos.
Se trata de la entidad de mayor población en el país, cuya economía es asimismo de gran relevancia. Y por su cercanía con la sucesión presidencial, desde los lejanos tiempos del partido único y las decisiones monolíticas, la forma en que se define al siguiente mandatario mexiquense da luces sobre quién asumirá el poder federal un año después.
Sin embargo, es la primera vez en los ochenta y ocho años de priísmo que se advierte una lucha cerrada en torno a las preferencias ciudadanas, divididas ahora entre tres grupos partidarios.
Todavía sin iniciarse los tiempos formales de campaña, ya se placean las figuras que darán la pelea: Alfredo del Mazo, por el PRI; Josefina Vázquez Mota, por el PAN, y Delfina Gómez, por Morena. Muy atrás, el PRD ha hecho honor a su tradición de embrollar sus decisiones, y de todas formas su abanderado tendrá pocas posibilidades de triunfo.
Pero lo que ya está claro es que quien gane, abonará a su grupo político rumbo a 2018.
La caída en la intención del voto a nivel nacional por el PRI observada en recientes encuestas, hace que el eventual triunfo de Del Mazo desde luego no garantice en absoluto que los tricolores se mantengan en Los Pinos el siguiente sexenio, pero si podría convertirse en el elemento que invierta la tendencia a la baja que hoy se observa.
Si Josefina logra el triunfo, el panismo que en 2012 salió expulsado del poder federal tendrá en cambio esperanzas fundadas de regresar al mismo en breve.
Y si es Delfina quien gana la contienda, sin duda hará más grande la probabilidad de que su jefe Andrés Manuel pueda cumplir su obsesión de dormir en Palacio Nacional.
Así las cosas, lo que ocurra en las próximas doce semanas será significativo no sólo para los mexiquenses, sino para la nación entera.
