Miguel Ángel Ferrer
La salida de Estados Unidos del Tratado Transpacífico (TTP) constituyó un verdadero terremoto en el ámbito de las relaciones comerciales internacionales de los últimos 40 años. El paso de la doctrina neoconservadora del libre comercio impuesta al mundo por el binomio Reagan-Thatcher a prácticas comerciales menos inequitativas.
El autor de la hazaña fue Donald Trump. Y tal proeza, a contracorriente del pensamiento y la política dominantes, hacía pensar que el magnate-presidente seguiría en ese camino de desmontaje del tupido entramado neoconservador y globalizador de la economía planetaria.
Pero las primeras señales luego del TTP, salvo el acercamiento con Rusia, no van por ese camino. Ni por ningún otro. Las decisiones de Trump post TTP son un abigarrado conjunto de disparates, riñas y yerros que no pueden concitar ni la simpatía ni el respaldo de las fuerzas progresistas y antineoconservadoras.
Es el caso, por ejemplo, del retiro de los fondos federales a las localidades estadounidenses que sean o se declaren ciudades santuario para proteger a los migrantes perseguidos. O el caso, ahora en litigio judicial, de la invalidación o negación de las visas para ciudadanos de varios países de mayoría poblacional musulmana. Trump contra migrantes y musulmanes.
O, igualmente, el caso del retiro de fondos federales para entidades privadas que promuevan, faciliten o apoyen de cualquier modo la realización de interrupciones del embarazo. Trump contra las mujeres y los hombres, sin duda mayoría, que están a favor del aborto y de la libre decisión de los seres humanos sobre su propia descendencia.
Y ahí está, asimismo, el asunto del muro en la frontera con México. Pensado como una barrera infranqueable para el paso de migrantes y de estupefacientes, la experiencia histórica, milenaria y reciente, enseña que las vallas son inútiles para impedir el paso de lo que sea y de quien sea cuando existe la voluntad o la necesidad de ese tránsito. De nuevo Trump contra los migrantes y también contra sus propios demandantes y consumidores de drogas. Y el resultado neto de ambas conductas será mayores sufrimientos y costos para los migrantes y mayores precios y más criminalidad en el consumo de enervantes.
El maltrato y humillaciones al gobierno mexicano son otra muestra del afán de riña y del deseo manifiesto de tratar como inferiores a sus vecinos del sur. Tal conducta sólo puede generar antipatías y disgusto hasta en los sectores más o menos pro estadounidenses de la sociedad mexicana. Trump también contra los admiradores y simpatizantes mexicanos de Estados Unidos.
Los insultos y amagos de Trump contra los medios de comunicación, dominantes o alternativos, nada le suman y mucho le restan al magnate. Y máxime si los amaga por ventilar cosas que son rigurosamente ciertas, como su misoginia, narcisismo, racismo, machismo y supremacismo blanco. Pareciera que Trump está empeñado en decir: “Yo solito contra el mundo”.
Se puede coincidir con que Trump pretenda devolver la prosperidad perdida a la población de EU (sobre todo a la clase media blanca hoy en bancarrota). Pero salvo el retiro del TTP, las medidas trumpianas no conducen a ese objetivo y sólo le generan resistencias, ataques y oposición radicalizada.
Además de su narcisismo, megalomanía y oligofrenia evidentes, ¿sufre Trump otras patologías mentales más graves, como su también notoria pérdida de contacto con la realidad, eso que los especialistas denominan esquizofrenia? Las señales públicas emanadas de él mismo apuntan en esa dirección. Por eso, de las iniciales coincidencias y simpatías por el aborto del TTP se ha pasado al temor creciente y a la resistencia generalizada.
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