Inundaciones en la Ciudad de México
Por Pablo Cabañas Díaz
En la vasta crónica de la Ciudad de México, las inundaciones han sido protagonistas recurrentes, dejando huellas imborrables en su historia y en la memoria de sus gentes. Desde los tiempos coloniales hasta nuestros días, estas catástrofes han servido como recordatorios de la relación compleja entre la ciudad y el agua.
En el siglo XVII, la gran inundación de 1629 se erige como un evento catastrófico sin precedentes. Durante más de 36 horas, la ciudad fue azotada por lluvias torrenciales que elevaron las aguas a más de dos metros, sumergiéndola en un estado de crisis que duró cinco años. Este desastre no solo provocó la muerte de unas 30,000 personas, sino que también obligó a la población y al gobierno colonial a implementar medidas de emergencia, incluyendo la construcción de puentes y la distribución de alimentos.
El siglo XX trajo consigo otro desafío significativo: la inundación de 1951. Esta vez, una tormenta tropical desbordó el sistema de drenaje, dejando amplias zonas de la ciudad bajo el agua durante tres largos meses. La respuesta a esta calamidad fue una serie de obras hidráulicas a gran escala que buscaban prevenir futuras tragedias similares. La entubación del río Churubusco y la construcción de plantas de bombeo fueron solo algunas de las soluciones implementadas.
El siglo XXI no ha sido ajeno a las inundaciones. En 2025, una serie de tormentas intensas puso de nuevo a la Ciudad de México a prueba, afectando a miles y exponiendo las limitaciones de su infraestructura actual. Estas inundaciones modernas destacan la urgente necesidad de gestionar el agua con mayor eficacia, adoptando soluciones sostenibles que integren la restauración del entorno natural y la innovación tecnológica.
A lo largo de los siglos, la Ciudad de México ha demostrado una notable capacidad de adaptación y resiliencia frente a las inundaciones. Desde los ingeniosos sistemas de drenaje del pasado hasta las modernas tecnologías de gestión del agua, la ciudad sigue buscando formas de coexistir con su entorno lacustre. Sin embargo, el impacto creciente del cambio climático y la urbanización desenfrenada exigen un enfoque renovado y colaborativo para asegurar un futuro más seguro y sostenible