ECONOMÍA Y POLÍTICA: Bírmex y Segalmex: sin permiso para robar

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MIGUEL ÁNGEL FERRER
Con la llegada de López Obrador a la Presidencia de la República no terminó la era de la corrupción, pero sí llegó su fin la era del permiso presidencial para robar. De entonces para acá terminaron los grandes atracos, las gigantescas succiones de los ingresos públicos.
El primer paso de esta nueva era fue el fin de las privatizaciones de los bienes propiedad de la nación, quintaesencia del robo institucional. Ya no más apropiaciones de los bienes públicos, origen del empobrecimiento popular y génesis de las grandes fortunas privadas de las últimas cuatro décadas.
Pero que desde Palacio Nacional ya no se practique, fomente o tolere la corrupción, no significa la plena desaparición de ésta. Siguen existiendo múltiples medios y mecanismos para apropiarse de los recursos públicos.
Para empezar, la existencia objetiva de una añeja burocracia acostumbrada a mirar el servicio público como fuente de enriquecimiento personal. “La vereda quitarán, dice la sabiduría popular, pero la querencia cuándo”.
Esto se vio en el sexenio pasado en el caso de la empresa pública Segalmex (Seguridad Alimentaria Mexicana). Y se está viendo ahora mismo en el asunto de Bírmex (Laboratorio de Biológicos y Reactivos de México), empresa del Estado encargada de la producción, compra y distribución de medicamentos.
En uno y otro casos, las compras amañadas, los sobreprecios, la facturación falsa, el desvío de dinero y los sobornos fueron, entre muchos otros, los mecanismos para el robo de los bienes públicos. Así había sido siempre, con el añadido del permiso, la complicidad, la complacencia o la vista gorda de la mera cúpula del poder: Palacio Nacional.
Hoy ya no es así. Ahora falta el componente esencial de la vieja época: el permiso presidencial. Una vez que son detectados los indicios de una operación fraudulenta, desde la mismísima cúpula del poder se le pone freno.
Y aunque no es fácil, porque la base del fraude es el engaño, en la medida de lo posible, se separa, persigue o sanciona a los responsables, quienes   se acogen a la antigua práctica de tirar la piedra y esconder la mano.
Castigar el delito es importante. Pero es más importante, mucho más importante, evitar el delito y su repetición. Y al logro de este objetivo contribuye decisivamente la ausencia del permiso, desde mero arriba, para delinquir.
Segalmex y Bírmex son dos casos emblemáticos de la ausencia del factor esencial de la corrupción grande y exitosa: el permiso para robar.
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