lunes, marzo 3, 2025

LA PIEDRA DE SÍSIFO: La piedra angular de México

Por José Luis Camacho López

El pasado 14 de febrero, la Casa Blanca difundió un mensaje por el día de San Valentín dirigido principalmente a los migrantes indocumentados mexicanos que cruzan la frontera hacia los Estados Unidos  en la desesperada búsqueda de ese mejor destino para sus familias,  un destino menos azaroso y agobiante por la ingrata carencia de empleos dignos y decentes en nuestro país.

El mensaje con la leyenda “Feliz Día de San Valentín”  apareció con una parte camuflada y la otra como amenaza en la cuenta oficial de instragram del presidente Donald Trumb: “Las rosas son rojas, las violetas azules, ven aquí ilegalmente y te deportamos”. En el mensaje aparece la imagen del maniático mandatario estadunidense  y la de su  “Zar de la frontera”, Tom Homan.

México ha sido uno de los principales países que expulsan mano de obra barata hacia los Estados Unidos, una mano de obra que hace felices a los contratistas de diferentes empresas,   aprovechada para duras,  ignominiosas y las peores tareas laborales, de bajos ingresos y empleos subclasificados aparejados a lo más deleznable de las conductas humanas: la discriminación racial.

A Ricardo Ampudia, un diplomático y estudioso de las relaciones entre México y Estados Unidos, le debemos el conocimiento en dos obras editoriales de las relaciones entre los dos países a través de los informes presidenciales de los mandatarios de ambas naciones desde el siglo XVIII.

A través de esas obras de Ampudia sabemos que la mano de obra mexicana de obreros, labradores o artesano en los Estados Unidos no solamente ha contribuido a fortalecer y levantar la economía estadunidense. Además llegaron a ser reclutados en  las levas de los soldados enviados a las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajadores mexicanos sustituyeron a fuerza de trabajo norteamericano que se fueron a los frentes de Europa y Asia e incluso hubo mexicanos pertenecientes al ejército norteamericano. Además del escuadrón 201 de la fuerza aérea mexicana, 15 mil 530 mexicanos sirvieron en el ejército estadunidense. Hasta el 30 de junio de 1945, mil 492 mexicanos fueron muertos, heridos o desaparecidos, de acuerdo con el informe presidencial de Manuel Ávila Camacho.

En 1945, en el informe presidencial de Ávila Camacho, se registra que 109 mil trabajadores agrícolas mexicanos fueron contratados “para servir en los Estados Unidos como una cooperación de México al esfuerzo de aquella nación aliada”.

 

Esas relaciones para nuestro país, dice Ampudia,  han sido “la piedra angular” de nuestras relaciones exteriores, a partir de la estrechísima cercanía de nuestra frontera con el imperio capitalista del norte.

En esas dos acuciosas investigaciones hay una relación de lo que se piensa y se decide a través de los informes presidenciales en las que se muestran nuestras insondables fragilidades como nación declarada independiente, celosa de su soberanía  pero históricamente desigual en una sociedad marcada por las élites y jerarquías políticas y económicas y con  una enorme masa de población sin un acceso real y efectivo a la distribución del ingreso y riqueza nacionales.

Ampudia menciona  que “México y los Estados Unidos  se encuentran en lados opuestos. Su frontera “marca la línea divisoria entre la opulencia y la carencia”, lo cual define la enorme diferencia entre las dos naciones, el poderío y la vulnerabilidad.

En los ámbitos académicos y de la investigación de universidades o de las llamadas cajas de pensamiento de la ultraderecha estadunidense conocen perfectamente las debilidades de los gobiernos mexicanos, de su ausencia de visión prospectiva de largo plazo para atender las profundidades de sus economías, depredadas por las oligarquías políticas y económicas domésticas.

Grupos de la ultraderecha, como los de Santa Fe,  recomendaron  a gobiernos como el de Ronald Reagan el desarrollar y conducir a las “las sociedades latinoamericanas hacia un capitalismo democrático, sistemas de libre empresa y de mercados nacionales sustentadores de sociedades independientes”, luego del Consenso de Washington que marcaba las líneas globales del neoliberalismo económico.

El Grupo de Santa Fe que reunía la flor y nata del pensamiento de la ultraderecha norteamericana recomendaba a Washington usar las crisis de las deudas latinoamericanas, como las de México en los ochenta, para orientar a sus países a procesos de transición de “gobiernos democráticos a regímenes democráticos”.

Este mismo Grupo de Santa Fe, desde entonces ya observaba para México que “el continuado estatismo del PRI” había provocado un desempleo o subempleo masivos que, a su vez, producen un mayor número de migrantes, por lo cual recomendaba modificar radicalmente el modelo de la economía mexicana.

Incluso sobre el sistema judicial mexicano, este grupo del que formaban parte intelectuales Lynn Bouchey, Roger W. Fontaine, David C. Jordan  y militares estadunidenses como el general Gordon Sumner,  ya hablaba por los ochenta de “mejorar el corrupto y sobornador sistema judicial mexicano” sin lo cual “la guerra contra los narcóticos continuará siendo una broma siniestra”.

En los discursos de Trump sobre los indocumentados, en una de sus mañaneras, la presidenta Claudia Sheinbaum  se le escuchó sin precisarlo,  plantear al mandatario republicano un acuerdo  de  una mano de obra mexicana documentada probablemente similar al de los braceros, hechas por otros gobiernos  mexicanos. El presidente Ronald Reagan llegó proponer “un programa experimental de trabajadores temporales de 50 mil trabajadores mexicanos por año”.

La deportación o repatriación de mexicanos y mexicanas es una vieja historia, según datos proporcionados por Ampudia datan desde el fin de la primera guerra mundial. El gobierno de Venustiano Carranza  en 1918 se preparó para la repatriación de mexicanos al final de ese conflicto bélico en Europa. En 1930 ocurrió otra repatriación por la crisis económica de 1929. En 1993, según datos del gobierno del gobierno de Abelardo L. Rodríguez fueron repatriados diez mil 354 mexicanos.

Los santafesinos de la ultraderecha norteamericana proclamaban  en el siglo pasado que  la historia de su país lo destinaba  a que México y las naciones del sur americano formaban parte de su área de influencia con una “soberanía limitada”.

Esta política de “soberanía limitada” define desde entonces relaciones con México de extremas rispideces y desencuentros por las diversas formas de intervención que se realizan en nuestro territorio por parte de los procónsules y los agentes de la seguridad estadunidense, del FBI, la DEA o de la CIA, los aparatos que mantienen parte de esa política de “soberanía limitada” regida desde la Casa Blanca, sean demócratas o republicanos sus inquilinos. Los aranceles vienen a reproducir esa cuestión de las soberanía limitadas.

En esas obras de Ampudia se reseñan puntualmente que el trabajo de la mano de obra mexicana ha transitado en etapas durante las cuales ha contribuido a fortalecer el desarrollo de la economía capitalista estadunidense pero a su vez ha sido maltratada y perseguida durante las épocas de recesión y cuando se convierten en banderas clientelares de los episodios  electorales de los políticos, gobernadores, senadores o representantes de sus Congresos locales y nacionales.

En cada uno de los gobiernos mexicanos del siglo XX las corrientes migratorias del trabajo mexicano hacia la american wife of life han significado un alivio por las llamadas remesas para funcionarios y congresistas mexicanos incapaces de formular proyectos de nación de largo plazo, que desde la era del ingreso a la etapa de la economía neoliberal le llaman Plan Nacional de Desarrollo. Están más ocupados en conservar las obscenas prácticas del nepotismo que  cumplir con el dictado del articulado 123 de la Constitución de un derecho al “trabajo digno y socialmente útil” para cualquier persona trabajadora.

Trump conoce muy bien nuestras eternas impotencias. Su mensaje del Día de San Valentín las reproduce. Las remesas del trabajo mexicano en los Estados Unidos las demuestra  junto con la dependencia de la inversión extranjera; son el binomio de la misma historia de la tesis de la ultraderecha estadunidense de la soberanía limitada, de la cual, como la caverna de Platón, no salimos a ver la luz del sol .

 

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