jueves, noviembre 28, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Texcaltitlán

Pablo Cabañas Díaz

Una masacre ha manchado de sangre al Estado de México. Catorce personas han muerto, cuatro recibieron heridas de bala y dos permanecen desaparecidas tras un enfrentamiento a tiros entre un comando criminal y un grupo de civiles en el municipio de Texcaltitlán. De los fallecidos, 11 pertenecían  a una célula de La Familia Michoacana; los otros tres eran vecinos de la comunidad. El conflico nació por el derecho de piso, una práctica habitual del crimen organizado, que extorsiona a los propietarios de negocios o tierras para poder realizar sus actividades. El tiroteo se produjó tras una negociación fallida, ya que el comando criminal trató de elevar los pagos y los trabajadores se revolvieron contra el aumento. Estos terribles hechos nos llevan a la primera pregunta que se formula en la novela Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa : “¿en qué momento se jodió el Perú?”. ¿En qué momento se jodió México? .

 

Pensemos precavida y precautoriamente que el “México bronco”, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos (porque) todos seríamos derrotados.” Esta advertencia fue hecha hace 46 años por  Jesús Reyes Heroles.  Lo acontecido en Texcaltitlán ejemplifica bien  que estamos en el retorno al país que describió el  historiador, Paul Vanderwood en su libro: “Desorden y progreso. Bandidos, policías y desarrollo mexicano” en el que afirma que desde el inicio de las guerra de independencia se desató “una epidemia de bandidaje” que cubrió prácticamente todo el siglo XIX.

En 2016 , apareció un artículo cuya erudición sobre el tema nos lleva a las fronteras del “México profundo”, titulado: “El imperio de los bandidos: México siglo XIX” del investigador Jaime Olveda del Colegio de Jalisco,  en el que nos muestra como el siglo XIX fue una época de complicidades en la que estaban involucradas las autoridades, hacendados, empresarios, comerciantes y bandidos. Los gobernantes y los propietarios habían llegado a la conclusión de que para que la vida y los negocios volvieran a la normalidad era necesario pactar con los  criminales. El gobierno, ya fuera liberal o conservador, en algunos casos los toleró y los protegió, siempre y cuando apoyaran su causa.

Después de la caída del Segundo Imperio y una vez restablecido el régimen republicano, el bandidaje alcanzó su máximo nivel debido a que dos terceras partes del ejército fueron dadas de baja con el fin de sanear la hacienda pública. Los soldados expulsados del ejército republicano no volvieron a sus hogares, aprovechando su experiencia castrense constituyeron bandas de asaltantes organizadas según los reglamentos militares, las cuales pusieron a la sociedad al borde de la desesperación.

Olveda menciona que en el periodo que se conoce como la República Restaurada (1867-1876), los bandidos se adueñaron del país; a consecuencia de esto, muchos pueblos pequeños y aislados que no pudieron defenderse fueron abandonados. A los robos se sumaron otros delitos como los raptos, los secuestros, los incendios y los asesinatos, perpetrados cada vez con mayor violencia. El “México bronco”  despertó en este siglo XXI . Gran parte del siglo XIX y y las primeras cuatro décadas del siglo XX, orden y desorden convivieron simultáneamente sin que los gobiernos lograran mantener el equilibrio; la coexistencia de ambas fuerzas al igual que en el siglo XXI, esta realidad refleja la descomposición del tejido social, la destrucción paulatina del viejo orden, y la debilidad estructural del Estado para tener presencia en todo el territorio nacional.

Artículos relacionados