Luis Alberto García / Moscú
*Además de Rusia, esos fenómenos existen en otras naciones.
*Italia, Alemania, Francia y Turquía tienen grupos violentos.
*Afamados clubes han protegidos a las bandas que azotan los estadios.
*Futbolistas famosos, víctimas de la agresividad indiscriminada.
La tendencia al vandalismo, los comportamientos violentos, la carga ultraderechista, la homofobia y el fanatismo nacionalista en el futbol europeo, con cruces gamadas, símbolos fascistas, leyendas antisemitas, canticos e insultos impresentables, son parte del repertorio racista y xenófobo surgido en la década de 1990, dentro y fuera de los estadios del llamado Viejo Continente.
En Rusia, esos grupos surgieron inspirados en el “hooliganismo” británico, formados en el pensamiento de los “skinheads”, quienes, prolongando su influencia hacia Europa oriental, a la fecha no son nuevos, especialmente en Rusia, cuya aparición tiene aproximadamente tres décadas.
“Ésta se remonta a un caos social y político incontenible, inmediatamente posterior a 1991 –contagiado al deporte-, en paralelo al factor económico que significó el capitalismo salvaje originado por el colapso de la Unión Soviética, que dejó a miles de jóvenes sin trabajo y sin futuro”, asegura Iván G. Kerdan, científico social egresado de la Universidad Lomonosov de Moscú.
Barriadas enteras -urbanas, periféricas y empobrecidas- fueron las principales afectadas de una ola delictiva que imitó las peores costumbres occidentales, al no haber prevención, control social, ni autoridades que lo ejercieran.
Así, principalmente en la Gran Bretaña –que incluye Inglaterra, Irlanda del Norte, Gales y Escocia-, Francia, Italia, Alemania, Austria, Turquía y en menor medida Grecia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia, en los estadios empezaron a presentarse los brotes señalados; pero no fue sino hasta 2004 cuando el extremismo tomó fuerza al otro lado de la antigua Cortina de Hierro.
Tales manifestaciones no se iniciaron en apoyo a los combinados nacionales, sino a clubes ricos y famosos: el Real Madrid, el París Saint Germain, el Manchester United, el Glasgow Rangers, el Borussia Dortmund, el Anderlecht de Lieja, el Sparta de Praga y, destacadamente, el Lazio de Roma, convencido de que la herencia del dictador Benito Mussolini debía ser rescatada.
En Europa oriental, el club que sobresalió por su racismo, homofobia y xenofobia fue el Estrella Roja de Belgrado, el más poderoso y agresivo de la antigua Yugoslavia- cuyos simpatizantes luego actuarían en las guerras balcánicas detonadas en 1992-, y del cual nacieron los grupos paramilitares que combatieron del lado del ejército serbio de Slobodan Milosevic.
En aquellos años se registraron casos que alcanzaron celebridad, entre ellos las ofensas racistas al brasileño Marcos Evangelista “Cafú” –con tres apariciones consecutivas en finales mundialistas- y a Jonathan Zebina, de la Roma, “parte de una banda de negros y judíos”, según los “tifossi” del equipo de la capital italiana.
Al camerunés del Barcelona, Samuel Eto’o, le lanzaron cacahuates, a su compañero Dani Alves -y a Patrice Abanda del Sparta checo-, le arrojaron bananas desde la orilla del campo, lo mismo que a Emmanuel Olisabede, jugador del Legia de Varsovia, naturalizado polaco, de origen nigeriano.
Se han dado casos de jugadores que han sido agredidos físicamente durante el desarrollo de los partidos por algunos rivales, como ocurrió al internacional francés –campeón del mundo en 1998- Patrick Viera, del Arsenal, quien denunció que el croata del Lazio, Sinisa Mihailovic, estuvo insultándolo durante todo el encuentro con insolencias racistas.
El estadio Olímpico de Roma ha sido uno de los escenarios con más muestras racistas, en cuyas tribunas apareció una manta que decía: “Auschwitz, nuestra patria; los hornos, nuestras casas”, aplicando verbalmente las más virulentas y elocuentes expresiones de segregacionismo a la italiana, alentadas y aplaudidas por Matteo Salvini, ministro del Interior del gobierno de Giuseppe Conte.
Hoy el combate al racismo, la discriminación, la homofobia y la violencia en los estadios de futbol se ha convertido -con el respaldo de la Federación Internacional de Futbol (FIFA)- en el lema de numerosas entidades, equipos y jugadores, quienes se han agrupado para apoyar la campaña “Stand up, speak up” (“Levántate, habla”), a iniciativa de jugadores franceses de origen árabe y africano.
A la fecha, la Unión Rusa de Futbol, afiliada a la Unión Europea de Futbol (UEFA) ha mostrado preocupación por la propagación de ese tipo de incidentes, ante lo cual se han establecido severas sanciones y la realización de reuniones antirracistas y pacifistas frecuentes, considerando que las multas económicas no son efectivas.
En el caso de los “fanats” rusos (equivalentes a los gamberros españoles, los “tifossi” italianos y los “hooligans” británicos), éstos sienten inquietud y preocupación por las medidas impuestas por el gobierno de Vladimir Putin que, dicen los afectados, frenaron a los grupos de “simpatizantes”, lo cual “consideran una traición”.
En apariencia, durante el desarrollo de la Copa del Mundo de Futbol de Rusia no se ha hecho público ningún arresto o acto represivo, bajo el supuesto de “no dañar la imagen de la nación”, mientras líderes de la agrupación “Gladiator” del Spartak moscovita, surgida en 1996, aliada de otras agrupaciones igualmente agresivas –una de las más temidas de la Rusia europea- rechazan invocar el odio.
Sin embargo, entre sus lemas sobresale uno que dice: “Vamos en contra de quienes nos odian; a los que odian a los rusos, a ésos hay que matarlos”, haciendo gala de discursos idénticos a los que se ven y escuchan en otras partes del gigantesco país y de Europa en su conjunto.
Así llevaron sus mensajes violentos a Francia en junio de 2016, durante la Copa Europea de Naciones, cuando los “fanats” enfrentaron a la policía de Marsella, a sus homólogos ingleses y a cuanto ciudadano se les puso enfrente, con un saldo de decenas de heridos, aunque sus jefes dicen que “no había compañeros rusos por ninguna parte”.
“A los autores de desmanes, a quienes roben, profieran insultos y lancen gritos ofensivos y homofóbicos les espera la cárcel, por orden y decreto de un gobierno autocrático y autoritario como el que tenemos desde que nació este siglo”, concluye el profesor Iván G. Kerdan, al ilustrar la situación de algo que él llama “neozarismo ruso”.