Pablo Cabañas Díaz.
Los sexenios mexicanos duran cinco años aproximados en su versión larga. El final de un sexenio suele concluir en retirada, en deserción o en derrota. Era el fin del sexenio de Felipe Calderón y se percibía en importantes panistas una especie de deslinde de quien todavía era el titular del Poder Ejecutivo. En esos días, la forma en que llegó Calderón a la silla presidencial empezaba a ser cuestionada por su propios compañeros de partido.
Javier Corral en 2012, era Senador y con esa investidura le reclamó a Calderón en una carta abierta que circuló -en el Senado y en la Cámara de Diputados-, que la prueba de que su administración era un fracasó era que heredaba el poder al priista Enrique Peña Nieto. Corral en su escrito cuestionaba el carácter “colérico” del aún presidente y lo llamó “cobarde”, por no admitir crítica alguna. Las palabras de Corral eran la respuesta puntual a la que un Felipe Calderón, que con el poder presidencial en pleno había llamado cobarde a Corral en una reunión en la que el ahora gobernador de Chihuahua no estaba presente. “Tirar la piedra y esconder la mano eso sí es cobardía. No tener valor para decir lo que se piensa eso sí es cobardía. No ser congruente con lo que siempre se ha pensado y luchado, eso sí es cobardía”, le respondió Corral.
En su mensaje, Corral le reclamaba al presidente su forma de tratar a sus propios colaboradores: “Perdiste todo sentido de civilidad política. La falta de respeto a varios compañeros y a tus propios colaboradores, una rudeza innecesaria a quienes disienten de tus opiniones. ¿Y qué has logrado?: renuncias de Secretarios de Estado, expulsiones del partido, miembros que hicieron campaña no contra el PAN sino en despecho de ti. La respuesta de Corral medía bien el clima político que había en un sector del PAN en el último año de Calderón.
En estos días, el gobernador de Chihuahua, afirma que “prefiere deberle a los bancos, prefiere hacer negociaciones con los bancos, que ponerse de rodillas ante Peña Nieto”. Los acontecimientos actuales en los que se juega al federalismo dentro de un esquema de controles fiscales centralistas y los estados reciben recursos extraordinarios al arbitrio del poder presidencial le dan a Corral la bandera para iniciar su querella de fin sexenio.