Teresa Gil
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Si Donald Trump confirma su visita a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República, debe ser recibido como jefe de estado y ser tratado con todo el respeto. Sabemos lo que ha sucedido en torno a Trump y su deleznable trato a los migrantes, lo que ha pasado con los niños perdidos, el caso del muro fronterizo, la beligerancia de su gobierno en Irán y Siria entre otros países para dar unos ejemplos, pero la conducta oficial debe de mostrar quienes somos los mexicanos y devolver bien por mal. La invitación ha sido pública y se hará formalmente no a escondidas como lo hizo este régimen que recibió al mencionado mandatario en situaciones precarias, de candidato, y lo trató como jefe de estado. No caigamos en la grosería de Vicente Fox que despidió a Fidel Castro con su frase “come y te vas”, para a continuación recibir servilmente al mandatario de Estados Unidos George W. Bush. Ni olvidar que una de las premisas que enarboló AMLO en su campaña fue un trato igual a toda la comunidad internacional. Y queramos o no el vecino del norte es parte de esa comunidad. La relación de respeto que se exprese puede distender situaciones y aunque la conducta de Trump es veleidosa, queda en el impacto general que sube el valor de nuestro país en esferas en las que ahora el actual régimen lo ha denostado. Cerrar las puertas a esa invitación, que será mal vista no solo por el afectado, sino por la comunidad internacional convocada, creará además obstáculos para la búsqueda de muchas soluciones y cerrará posibilidades de que un nuevo gobierno aborde de otra manera el tema de la migración, con un trato digno y respetuoso. Pero la ciudadanía tiene la palabra.
LA LARGA LISTA DE LOS NON GRATOS
Las poblaciones agraviadas no quieren saber nada de formalismos cuando de personas cuestionadas se trata. Enrique Peña Nieto fue declarado non grato por amplios sectores de la población francesa en 2015 y muy girito el propio gobierno mexicano como si no conociera de los actos terroristas de su aliado Estados Unidos, declaró persona non grata al embajador de Corea del Norte Kim Hyong Gil, porque su país usaba armas nucleares. No lo ha hecho porque es su aliado contra Venezuela, con el secretario general de la OEA Luis Almagro que entra y sale del país como Pedro por su casa. Una hipocresía. No nos imaginamos lo que pensaría la población de Irán en estos momentos o la de Siria, si Trump intentara una visita oficial, cosa muy remota. Los propios gobiernos se opondrían. No puede ser el caso de Cuba, que siendo una nación permanentemente agredida por Estados Unidos suele guardar las formas en los casos oficiales. No lo hizo con Felipe Calderón ni con Luis Almagro que traidoramente intentaron penetrar a ese país con intenciones belicosas para apoyar a la oposición. Venezuela también declaró non gratos a Vicente Fox, a Felipe Calderón y a Felipe González el año anterior cuando estos se quisieron pasar de listos y penetrar en el país con fines desestabilizadores. Tratándose de artistas, el más famoso declarado en esa condición ha sido Manu Chao, a quien Calderón sancionó por haber dado una opinión sobre “el terrorismo de estado” que se aplicó en Atenco. La población en ese caso apoyó a Chao. La Unión de Periodistas Democráticos (UPD), declaró persona non grata al actor John Gavin embajador de Estados Unidos en México, allá por los ochenta, cuando el gobierno lo apapachaba a extremos. Et al.
LA NOBEL GORDIMER Y LA LARGA COLA DE LOS INVITADOS DE HONOR
Los actos solemnes como será la toma de posesión como Presidente de la República de Andrés Manuel Lopez Obrador implican que los formalismos se abran y la invitación sea general. En este caso llegarán tirios y troyanos y habrá que ver quien de los asistentes recibirá más mentadas. La población no se detendrá ante personajes como Macri, Temer y otros goriloides si se les ocurre venir a disfrutar de la fiesta. Es de pronóstico reservado lo que sucederá con Trump. No era tan grave la situación de aquel invitado de honor el coronel Bray de la novela de Nadine Gordimer cuando llegó a Sudáfrica aureolado de una fama de luchador democrático e independentista lo que había causado su encarcelamiento por largos años. Un invitado de honor ( Grijalbo 1996), de la Premio Nobel 1991 y nacida en Sudáfrica, es un análisis acerca del cambio que va experimentado un hombre comprometido ante las vicisitudes que observa en el ejercicio del poder y la confrontación paulatina de sus principios ante los retos que le presenta su nueva situación. Los críticos de esta novela de Gordimer, una gran escritora, luchadora implacable contra el racismo y quien murió en 2013, consideran que el personaje se refiere a Nelson Mandela, aunque la autora no lo diga. En determinando momento, el personaje tiene que escoger entre la revolución, el cambio o el oficialismo. Es una novela que debería de leer AMLO, para que vea las advertencias de lo que exhibe la realidad y poner freno a tiempo en los compromisos que implica el poder. No será el invitado de honor el primero de diciembre, sino el personaje central, pero de la forma como la comunidad internacional sea convocada en esta importante fecha, puede dar un adelanto de lo que será México en los próximos tiempos, en la esfera mundial