sábado, septiembre 7, 2024

LIBROS DE AYER Y HOY: La Guelaguetza, sin Juchitán

Teresa Gil

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

Juchitán, la extraordinaria región zapoteca vuelve a convertirse en manzana de la discordia en Oaxaca y por lo pronto fue borrada junto con Santiago Pinotepa Nacional, de la asistencia a la fiesta regional de la Guelaguetza. Los organizadores argumentan desencuentros políticos, pero en el pasado, el priismo decadente que ha gobernado más de 80 años esa entidad, convirtió a Juchitán en la oveja negra de las regiones oaxaqueñas en momentos en que repuntaba la Coalición Obrero Campesino, Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (COCEI) como un reducto opositor  que agraviaba a gobernantes acostumbrados  a creer como propio el país. Muertes, desapariciones, agresiones diversas padeció ese ramal indígena que arrebató el poder al PRI en su municipio, mientras la fama juchiteca crecía por el venero de sus creadores y era visita obligada de intelectuales y artistas mexicanos y de otra parte del mundo. El priismo le cobraba ser la estrella en uno de los estados más habitados por indígenas, un  buen porcentaje de los cuales vive como en la época colonial. Región situada en el sureste del estado en la zona geográfica del Istmo, Juchitán es el municipio número  tres en población de las ocho regiones que tiene la entidad. Su ciudad del mismo nombre -lugar de flores blancas según la traducción -es la cuarta más poblada.  El surgimiento en los años setenta de la COCEI, la colocó en un mapa de interés político y de apoyo de organismos y partidos de izquierda. Como lo he dicho en otras ocasiones, recuerdo haber recorrido las zonas juchiteca y  triqui enviada por el diario Unomásuno y participé en la película ganadora del Ariel, Juchitán lugar de las flores de  Salvador Díaz Sánchez. Las noches mágicas de la placita central de la ciudad, enfrente del palacio municipal, me recordaban la euforia que se vivía en el palacio local de Managua al triunfo de la Revolución sandinista. Ahora, Juchitán enfrenta de nuevo la exclusión. Su ausencia en la Guelaguetza, fiesta autóctona de raigambre religioso, dedicada a la Virgen del Carmen y que se ha convertido en una de los grandes atracciones turísticas del país, no solo la excluyó sino que se montó un  tinglado para exhibir a los actuales gobiernos locales de los dos municipios mencionados. Ya se habla desde hace tiempo de una ola de violencia y algunos de sus antiguos líderes como el ex senador Héctor Sánchez enfrentan campañas de descrédito por haber asumido posturas caciquiles. En medio de la batahola política que tiene algo que ver con intereses económicos -Juchitán concentra buena parte de los recursos eólicos del estado, y es tema de repudio de organizaciones por la devastación  de parte de empresas extranjeras que sentaron sus reales ahí-,  la creatividad de sus artistas sigue creciendo. Excelente es el artículo de Antonio Valle que publicó La Jornada Semanal el domingo 16 de julio con motivo de aniversario 77 de Francisco Toledo. Es a partir de un  ensayo de la historiadora argentina Marta Traba (Los signos de vida, Fondo de Cultura Económica, 44 testimonio del Fondo, 1975) acerca del universo pictórico de Francisco Toledo, quien según la experta, recupera con su profundidad, los valores y belleza del pasado de Mesoamérica. La autora coloca como a dos grandes a José Luis Cuevas recientemente fallecido, en su tinglado citadino y a Toledo surcando hacia atrás y reconstruyendo con  un  espíritu moderno, lo que nos  legaron nuestros ancestros. El arte rural da un  nuevo concepto con el pintor juchiteco y lo eleva a la universalidad.  Para quienes no entienden la grandeza de sus artistas y parten de pequeñeces políticas, la argentina recalca que “la pintura de Toledo proviene de un mundo que-como es el caso de los zapotecos de Juchitán.-, no solo resiste, sino que suele celebrar la vida fogosamente”. Para poner énfasis en esa situación el crítico Antonio Valle da los nombres de ayer y hoy de grandes juchitecos, músicos, poetas e intelectuales, Víctor Cata, Macario Matus, Natalia Toledo, Irma Pineda, Víctor Terán, Rocío González, Jorge Magariño, Víctor de la Cruz y Elvis Guerra. Y termina con Traba al mencionar que esos juchitecos han ido abriendo el verdadero tesoro de  El Dorado que no era oro, y “eso jamás lo hubieran podido detectar los conquistadores, porque eran ciegos. El tesoro era la cultura auténtica, que, pese a los esfuerzos colectivos por liquidarla, aún pervive bajo la forma esencial de un universo animado. La obra de Toledo nos ha dado la prueba de ello”.

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