sábado, diciembre 21, 2024

Las glorias soviéticas olímpica y mundialista ya son del pasado

Luis Alberto García / Moscú

 

*La declinante y lenta transición durante el siglo pasado.

*Diferencias entre la antigua Unión Soviética y la nueva Rusia.

*Los nuevos ricos acabaron con una historia ampliamente reconocida.

*El portero Rinat Dasaev, último baluarte en tres Copas del Mundo.

 

 

Los aficionados que disfrutaron en el pasado de los grandes triunfos olímpicos y mundialistas de la selección nacional de futbol de la Unión Soviética -desde hace tres décadas en un tobogán que al parecer no acaba-, quieren verla nuevamente victoriosa, preguntándose qué ocurrió después de que, en 1966 y 1970, cumpliera un digno papel en las Copas Jules Rimet de Inglaterra y México.

Ante la desintegración de la Unión Soviética, bajo la presidencia de Borís Yeltsin y debido a medidas económicas liberticidas que propiciaron el surgimiento de nuevos ricos y multimillonarios a mediados de la década de 1990, en la nueva Rusia los clubes de futbol más importantes del país empezaron a pagar salarios estratosféricos a supuestas figuras emergentes.

A ellas se añaden los futbolistas importados, los llamados “astros extranjeros”, quienes, indirectamente,  propiciaron que los equipos locales no llevaran a cabo los debidos procesos de formación de jugadores juveniles, dando lugar a un futbol sin creatividad y sin las características brillantes del pasado, incluidas las estrellas que llegaron a ganar el Balón de Oro del futbol europeo.

En la Copa del Mundo de España de 1982, hubo aún algunos futbolistas de alta calidad como el portero Rinat Dasaev, a quien, sin los laureles de Lev Yashín, se le ha reconocido como el mejor segundo portero en la historia de la entonces Unión Soviética.

Así lo establece una encuesta realizada por especialistas, quienes consignaron la presencia de Dasaev defendiendo los colores de la bandera roja, la hoz y el martillo en España 1982, México 1986 e Italia 1990, antes de la extinción definitiva de la Unión Soviética.

Con menos convocatorias a la selección nacional que otros delanteros, un 9 natural, Oleg Salenko se convirtió en el máximo anotador de la Copa del Mundo de Estados Unidos en 1994, empatando en el podio de goleadores con el búlgaro Hristo Stoichkov, con seis dianas; pero lo mejor para él fue la marca impuesta de más goles anotados en un mismo partido mundialista: cinco a Camerún en la fase de grupos de ese torneo, del cual, sin embargo, Rusia quedó eliminada.

Eduard Streltsov fue un jugador extraordinariamente creativo que, por problemas políticos y de conducta, fue detenido y enviado a Siberia, sin ser reconocido como merecía, dado que, al igual que Yashín, obtuvo el oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne, ser líder goleador de la Liga soviética en dos ocasiones e inventar el golpeo de tacón, que se conoce como el “pase Streltsov” en su honor.

Albert Shesternev fue un defensa central férreo, sobresaliente entre los zagueros rudos, perteneciente a la generación de futbolistas que logró el Campeonato europeo de 1960 en Francia, apodado “Albert el Terrible” por su fortaleza al jugar y defender como nadie -en 90 ocasiones- los colores escarlatas de su país.

Activo durante la fase de transición política y económica en su país, de Alexander Mostovoi fue un media punta de juego delicado, buen pasador y jugador de exportación que militó en el Celta de Vigo casi toda su carrera.

Defendiendo los colores de la nación soviética en quince ocasiones y a Rusia en cincuenta, con el mérito de asistir a dos Copas del Mundo, y en la década de 2010, fichar como director técnico en la Liga 1 de Francia.

Valeri Karpin fue pieza importantísima para la selección rusa del último decenio del siglo XX, en la que se desempeñó como un extremo derecho de notable habilidad, y aunque inició su carrera profesional en Estonia, también lució su buen juego en el futbol de España, donde se retiró con amplios reconocimientos.

Dimitri Cheryshev, con su determinación y carácter en el campo, fue pieza fundamental del seleccionado ruso durante las décadas de 1980 y 1990, con una fortaleza física y un temple que lo llevaron al Deportivo Gijón durante cinco temporadas, equipo en el que vio sus mejores años como futbolista.

“El mago” Andrei Arshavin fue tan desequilibrante, que él solo hacía brillar a la delantera de un Arsenal que contaba entonces con él como revulsivo, óptimo recambio de lujo en la segunda parte de los partidos, hasta que se encontró con el entrenador italiano Fabio Capello, quien lo mantuvo lejos de la élite debido a su constante indisciplina, marginándolo, a pesar de haber sido hecho de una materia genial para jugar al futbol.

Fedor Smólov, nacido en 1990 –que promete ser la figura a seguir en el combinado mundialista que ha logrado conjuntar Stanislav Cherchesov desde que asumió el cargo a mediados de 2016-, se ha caracterizado por su efectividad en el área y como la solución goleadora durante toda la etapa preparatoria hacia la Copa del Mundo

Con seis goles en siete juegos completos como titular, 601 minutos sobre la cancha y autor o copartícipe en los tantos anotados recientemente a Chile, Corea del Sur, Irán y España, la selección rusa, con Smólov como su joya más preciada y un delantero con gran movilidad, encuentra en su liderazgo el anhelo por sobresalir en la élite del futbol mundial.

 

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