*La modificación genética en seres humanos obsequia consecuencias halagüeñas e implicaciones serias en ética, fe, percepción de lo inmortal y eterno y la muerte
Gregorio Ortega Molina
La Biblia es transparente en esa advertencia: pueden ser como dioses, pero las consecuencias son funestas. Sin embargo, la tentación de alcanzar esa divinidad siempre está a la mano. La historia, la literatura, los mitos fundacionales, las creencias religiosas.
También se muestra el hartazgo de la eternidad. Cristopher Lambert muere con cada uno de los seres queridos que se adelantan, porque él, en El inmortal sólo puede fallecer cuando alguien como él lo mata.
Antes tuve la experiencia de The boys from Brazil. Ira Levin nos obsequió con anterioridad La semilla del diablo.
Aquiles adoleció del talón, ¿cuál es la debilidad de los niños modificados genéticamente? Ninguna, en apariencia, porque quienes saldarán ese deuda con la ética y la fe serán, como siempre, los que carecen de los dineros necesarios para acceder a la medicina genética y a las posibilidades de vivir hasta que el cerebro y la razón se muestren hastiados, el espíritu agobiado, y renazca el cuestionamiento ético y la creencia en un ser superior.
Ahora, en los linderos de la Natividad, recomiendo la lectura de Homo Deus, donde Yval Noah Harari nos conduce por las consecuencias de esos avances en la biomedicina, la modificación genética y la idea de imponer la voluntad humana por sobre la divina.
La información es precisa: “He Jiankui y su equipo de científicos chinos afirman haber creado los primeros bebés modificados genéticamente. Los bebés, Lulu y Nana, dos niñas nacidas hace varias semanas, se encuentran en perfecto estado de salud, asegura el genetista, He Jiankui, que utilizó la técnica de edición de genes conocida como CRISPR para mutar un gen y hacer a las pequeñas resistentes contra el virus causante del sida.
“La polémica afirmación de He, investigador de la SUSTech (Southern University of Science and Technology of China) en Shenzhen, no ha podido ser contrastada. La investigación no se ha publicado en ninguna revista científica especializada, donde debería haberse sometido al análisis de otros expertos.
“En un vídeo colgado en YouTube, un sonriente He explica desde un laboratorio que “dos encantadoras pequeñas gemelas chinas, Lulu y Nana, han nacido en las últimas semanas en excelente estado de salud, para alegría de su madre, Grace, y de su papá, Mark. El padre, precisa He, es portador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, y nunca pensó que podría procrear”.
De inmediato medito en mi lectura de Ray Bradbury, en la sociedad visitada durante la lectura de Fahrenheit 451 y me pregunto si eso es lo que anhelamos, o de plano en estas inmediaciones navideñas recuperamos la frase que Lewis Wallace nos obsequió: “Buena voluntad para los hombres de paz”. Quizá vale la pena invertir los términos.
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