Gregorio Ortega Molina
*Lo que hoy adquieren comprando elecciones, durante muchos años lo hicieron con negociación y presión política. Buena cuenta de ello pueden dar Porfirio Muñoz Ledo, quien sentó en Tepic a Rogelio Flores Curiel, o Manuel Bartlett Díaz, con el macro robo electoral en Chihuahua
Hace años, al menos diez, he dado cuenta del corrimiento de los factores de poder, iniciado con la venta de garaje de los activos del Estado que dieron sustento al presidencialismo emanado del proyecto de la Revolución. La fuerza política se transformó en una de expresión económica despiadada, salvaje, más cruenta aún que la imposición de unas etéreas razones de Estado.
Priismo y presidencialismo se auto desmantelaron. Los sectores del partido hoy son inexistentes, la esencia de la autoridad presidencial perdió aura al carecer de esa munificencia que lo caracterizó. Dejó de tener qué repartir, por ello debió compartir la toma de decisiones con los poderes fácticos -sustitutos de las correas de transmisión que fue el corporativismo- y con la Casa Blanca, todavía fiel de la balanza en nuestros asuntos comerciales y en la creación de empleos, debido al TLC.
Como los interlocutores del Presidente de la República son otros, también se reorganizó la administración interna del Poder Ejecutivo. Los nuevos actores que establecen reglas del juego e imagen del diálogo entre gobierno y sociedad, no están interesadas en la seguridad interior, en la gobernabilidad, en la violencia, sólo en los ingresos y en los egresos, y ese rubro corresponde al secretario de la Hacienda y el Crédito Público.
Correspondió a Padre Aspe Armella iniciar el traslado de la sede del poder real, el verdadero, el que no negocia, impone como la hace a través de las participaciones federales de acuerdo a criterios establecidos por la agenda presidencial, y conforme a las exigencias electorales.
El culmen de ese poder en SHCP correspondió a Luis Videgaray Caso y lo dilapidó, al dejarse vencer por la tentación de la banda presidencial. El usufructuario final de lo que construyeron entre 1988 y 2018 fue José Antonio Meade, y es muy posible que también se convierta en su agente de honras fúnebres, porque no quieren, se niegan a comprender que al cambiar el proyecto económico de la Revolución, debe reformarse, para administrarlo, el presidencialismo, cuya única correa de transmisión hacia los gobernados y con el exterior, es el encargado del despacho de Hacienda.
Lo que hoy adquieren comprando elecciones, durante muchos años lo hicieron con negociación y presión política. Buena cuenta de ello pueden dar Porfirio Muñoz Ledo, quien sentó en Tepic a Rogelio Flores Curiel, y Manuel Bartlett Díaz, con el macro robo electoral en Chihuahua.
El México de hoy no puede ser administrado políticamente como lo hicieron hasta 1997. Por empeñarse en conservar la imagen de un poder vacío, es que desde el Salón Oval -lo ocupe quien lo ocupe- tienen agarrados a los figurones mexicanos de aquellito.
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