Por Mouris Salloum George*
Si el lubricante de la política es el conflicto y se entiende la democracia como la sociedad misma en acción, la piedra de toque de la gobernabilidad son la voluntad y la capacidad de arbitraje y conciliación.
Contra el perfil que le han diseñado sus contumaces detractores, Andrés Manuel López Obrador está tejiendo su imagen de estadista,atento al reconocimiento de yerros y pronto a su rectificación, aunque el origen de algunas pifias radique en terceros responsables.
Nunca ha sido buen método de gobierno el montarse en el macho y dictar que, si la realidad no se acomoda a mis designios, peor para la realidad.
Cuando se entra a la edad de la razón, el primer descubrimiento que se hace es que ese atributo no es patrimonio exclusivo de nadie y lo pertinente es privilegiar las coincidencias sobre las divergencias.
En esa disciplina se sustenta el principio de la unidad en lo esencial. Lo contrario es ceder a la tentación de la dictadura y profundizar la polarización.
La construcción de la Nación, plebiscito de todos los días
El gobierno de la cuarta transformación -como todo nuevo proyecto de Estado- pasa por el ensayo de la prueba y el error: La democracia no se construye de una vez y para siempre. Como la construcción de la Nación, la aspiración democrática es el plebiscito de todos los días.
Aunque el mandato constitucional no deja lugar a interpretaciones: Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo en un solo individuo, al poner a caballo su administración el Presidente ha dado demostraciones de flexibilidad al exponer algunas iniciativas a la consulta popular, también derecho consagrado en la Carta fundamental.
En ello queda estrictamente cumplido el principio de mandar obedeciendo. Porque lo hace, el Presidente es sometido al linchamiento mediático de sus oponentes. Si se obcecara en sus propósitos, ahí está el dictador.
Es la condición del estadista: Actuar sobre el filo de la navaja. Muchas veces, el vuelo se ejercita sin red de protección.
Si hay populismo de izquierda, ¿no lo hay también de derechas?
La búsqueda de equilibrios políticos y socioeconómicos, es el imperativo consustancial al poder. Pero el mandato de López Obrador parte de un viejo compromiso, por el bien de todos, primero los pobres.
Si en la imagen de la nueva Presidencia resultó imprescindible incluir la sobria pintura del generalísimo Morelos, lo obligado es recuperar uno de sus Sentimientos: Moderar la opulencia y la miseria.
Por la vía administrativa, López Obrador ha dictado ya acciones en esa dirección. Por la vía legislativa, la austeridad, la racionalidad y la proporcionalidad marcan los criterios, objetivos y metas del Presupuesto de Egresos de la Federación, en análisis y ajuste en la Cámara de Diputados.
A bote pronto, los críticos de la cuarta transformación se desgarran las vestiduras acusando en los capítulos etiquetados a la política social la vocación asistencialista. Encuentran en esto su argumento para hablar de populismo. El de izquierda, por supuesto.
Contrario sensu, si la Ley de Ingresos promete no crear nuevos impuestos ni incrementar los vigentes, otorgar sustanciales subsidios fiscales en determinados renglones para favorecer a sectores privados y regiones específicas, no se ve en ello la expresión del otro populismo, el de derechas.
Es el sinuoso y a veces tortuoso camino por el que tiene que transitar la nueva era. Si se trata de velar por las futuras generaciones, el nuevo gobierno tiene el mandato electoral de más de 30 millones de mexicanos.
En el pueblo radica la gran reserva moral del país
Si se posee voluntad política e imaginación estratégica para movilizar esa gran energía social, conviene recordar al humanista colombiano don Germán Arciniegas: En el pueblo radica la gran reserva moral para construir la Nueva República.
Esa nueva entidad sólo puede consolidarse si pasamos de ser una sociedad de consumidores a ser una sociedad de productores, en la que la renta nacional toque de cada quien, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades. En lo socioeconómico reside la democracia sustancial. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.