domingo, diciembre 15, 2024

Tres mundos: Cumanchécuaro, Echérendu y Auándarhu

Luis Alberto García / Nahuatzen, Michoacán

* Lección desde la parroquia de San Luis Rey.
* Había cinco direcciones o Tirépemes.
* Cada una de ellas, con diferentes propiedades.
* La madre de Xarátanga, Cuerahuáperi, diosa creadora.
* La bandera o anaakukua, símbolo ancestral de identidad.

La cosmogonía de los purhépechas -define el sacerdote Salvador Paleo al detallar y explicar las figuras de un mural de autor anónimo pintado en uno de los muros de la parroquia de Nahuatzen consagrada a San Luis IX, rey de Francia- estaba formada por tres mundos.
El primero era el de los muertos -Cumanchécuaro- situado bajo tierra; el segundo el de los vivos -Echeréndu-, situado en la superficie de la Tierra; y el tercero y último, el de los dioses engendradores -Auándarhu-, ubicado en el cielo.
Mientras, el ese Cosmos se dividía en cinco diferentes direcciones, cada una custodiada por deidades llamadas Tirépemes:
Oriente: identificado por el color rojo, lugar donde renace el Sol y custodiada por Tirépeme-Quarencha.
Occidente: identificado por el color blanco, lugar donde moría el Sol y custodiada por Tirépeme-Turupten.
Norte: identificado por el color amarillo, dirección del solsticio de invierno y custodiada por Tirépeme Xungápeti.
Sur: identificado por el color negro, entrada al paraíso (tlallocan mexica) y custodiada por Tirépeme Caheri.
Centro: identificado por el color azul, lugar donde renace el Sol y custodiada por Chupi Tirépeme.
Cada Tirépeme era una manifestación de Curicaveri, y cada dirección representaba una casa del dios sol-fuego.
A cada dirección estaban adjudicadas distintas propiedades, haciendo parecer que cada Tirépeme era una deidad diferente, y algo similar ocurría con Cuerahuáperi (‘desatar en el vientre’) que es la gran creadora, dadora de vida y de muerte, que también tenía cuatro manifestaciones (hijas) que eran las nubes de las cuatro diferentes direcciones.
Estas estaban simbolizadas por diferentes colores, las cuales podían hacer germinar la vida con lluvias adecuadas, ahogarla con torrenciales aguaceros o destruirla con granizadas y tempestades heladas inesperadas.
La más importante manifestación de Cuerahuáperi era su hija Xarátanga (‘diosa de los mantenimientos’) representada por la Luna nueva, mientras que su madre resulta ser la Luna menguante (vieja).
De una manera similar a que el Sol de oriente es hijo o “renacimiento” del Sol muerto en occidente, Xarátanga (la luna nueva) es la renovación de Cuerahuáperi (la luna menguante).
Así, las manifestaciones del principio creador adquieren diferentes formas y nombres de acuerdo a la dirección y el estrato del Cosmos del que se trate, sugiriendo una religión politeísta conformada de un amplio panteón.
Finalmente, el padre Paleo señala un objeto que se sigue considerando importante entre los pobladores: la bandera o anaakukua, surgida como símbolo de respeto, unión e identidad con todos los purhépechas
“Ellos -concluye- buscan al mismo tiempo la organización y están en contra de las nuevas formas de dominio y explotación que aún agreden a las comunidades indígenas y en general a toda la cultura”.

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