viernes, marzo 29, 2024

TOQUE DE CRISTAL. Ramón Márquez C.

Los pies alados de Cuauhtémoc Blanco lo arrebataron de su natal Tepito, el barrio bravío de truculentas historias, lo alejaron de la pobreza y de la violencia, lo llevaron a las canchas de futbol y después, en vertiginoso y largo viaje jamás imaginado, hasta convertirlo en uno de los mejores jugadores del mundo -veloz e intuitivo, osado, imaginativo-… Fama y dinero le dieron. No educación, infortunadamente. Admite que no terminó la secundaria –no hay evidencia de que siquiera la hubiera iniciado- y tampoco le arrancaron su esencia. Básicamente, dentro y fuera de la cancha, Cuauhtémoc es -y será- un canallita de barriada.

 

Mientras inventaba la genial Cuatemiña, su esposa -Marisela Santoyo- lo demandaba por violencia doméstica y amenazas de muerte… Festejó un gol con la simulación de un perro orinando en la cancha del Azteca, llamó “naquito y carga-maletas” a David Oteo, defensa de Pumas, “muertos de hambre” a los desdichados reporteros asignados a las prácticas del América y, molesto por sus decisiones, dijo a Virginia Tovar cuando la chica debutó como árbitro central: “mejor dedícate a lavar platos, cabrona”… Todavía casado con la muy zarandeada Marisela inició un amorío con Liliana Lago, esposa del reportero Enrique Garay y procreó a Barbarita, media hermana de Cuauhtémoc II. También Liliana lo demandó -por pensión alimenticia y por daño psicológico y moral a Barbarita-. No fue su única traición: también fue amante de la esposa de Pavel Pardo, su compañero en el América y, se dice, los condujo al divorcio… En Veracruz agredió –por la espalda, y por la rendija de una ventana- al reportero David Faitelson… La Conmebol lo suspendió un año por su protagonismo en una bronca entre América y Sao Caetano, en la Copa Libertadores. Fue expulsado por bárbaro codazo a Anderson Lima y, al finalizar el juego, corrió a la cancha para iniciar un peligroso zipizape en el que también intervinieron decenas de aficionados, finalmente controladas por las fuerzas del orden… Hizo otros alardes de sus puños: los estrelló en la faz de un fotógrafo que lo captó al salir de un restaurante en Polanco con la novia en turno y después, como en el futbol, se internacionalizó: le partió la cara al empleado de un bar en Dallas. Perdió una demanda por 255 mil dólares, se negó a pagarla y fue separado de la selección nacional –que disputaba una eliminatoria mundialista.

 

Pese a todo esto –al fin que en los turbios océanos de la política mexicana Cuauhtémoc sólo puede verse como un insignificante pececillo- el PSD –que en 2009 perdió su registro nacional al obtener sólo 1.03 por ciento de los votos- se colgó de esa su popularidad tan a la mexicana con la mira de no perder el registro local en Morelos y lo postuló como candidato a la alcaldía de Cuernavaca. En una población de poco más de 365 mil habitantes, el voto de 38 mil 861 insensatos convirtió al canallita de barriada en regidor de Cuernabaca –como él mismo escribió en uno de sus primeros mensajes a sus súbditos-. Me vinieron a la mente muchas cosas. En especial una frase leída en un calendario de hojitas: No hay peor ignorante que aquel que ignora su ignorancia. ¿Cómo ofrecer, a un tipo que crea frases como “esos tres son un par de vividores”, “los voy a demandar por falsas calumnias” y llama “escamoles” a los esquiroles, los destinos de una ciudad? ¿Qué puede saber el tal Cuau de administración pública, de combate a la delincuencia, a la pobreza y a las tremendas brechas sociales y económicas? ¿Qué puede saber el tal Cuau de transporte, protección social, de salud pública, de limpieza, de transportes, de valores familiares –él, tan prolijo a desbaratarlos? ¿Cómo y por qué motivos desglosó un presupuesto anual de más de 1,634 millones de pesos? Y, sobre todo, ¿qué puede saber el tal Cuau de educación, educación y educación, las tres palabras sagradas que, para Guillermo Sheridan, podrían inaugurar un cambio en México?

 

Tan apolítico como soy y tan ignorante en materia de política –que son dos cosas distintas-, la elección de Cuauhtémoc como alcalde de Cuernavaca se me hizo un golpe brutal a la propia clase política y a nuestra sociedad en su conjunto. Lo terrible es que este personaje de barrio bajo, quien se asume como un lego que nada sabe de derecho(s) ni de política y nada hizo por el bienestar de su población, es el ahijado de AMLO para suceder a Graco Ramírez como gomierdador –deliciosa invención de Sheridan- de Morelos. Como habitante de esta entidad me aterra la posibilidad, pero mucho me temo que…

 

Pero este “que” tiene un lado bueno. Si triunfan este par de tíos, AMLO ya tendrá gallo 2024 -¿o qué no?-.

Ramón Márquez C.

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