jueves, abril 25, 2024

TEXTOS EN LIBERTAD: Panorama difícil en el periodismo

José Antonio Aspiros Villagómez

 

El periodismo pasa por malos momentos no solamente en México, a juzgar por una serie de hechos y datos recientes, aunque en realidad no los ha tenido buenos desde que comenzó a pagar con la integridad y hasta la vida de sus representantes, por desempeñar su función como buscadores de noticias y formadores de opinión.

Es cierto que en el mundo del periodismo hay intereses políticos, ideológicos, de negocios y de poder, pero esos están en la cúpula de los medios y los periodistas de élite, mientras que las víctimas de los muchos agravios, multiplicados en fechas recientes, han sido las infanterías: reporteros, fotógrafos, camarógrafos, conductores de programas.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en 2022 fueron asesinados en el mundo 86 periodistas, es decir uno cada cuatro días, más de la mitad de ellos en países de América Latina y el Caribe, con México a la cabeza en cifras.

En otros casos, las agresiones contra los informadores por cubrir ciertos hechos noticiosos, han sido cuantiosas.

En Perú, por ejemplo, según un reporte de César López Linares para LatAm Journalism Review (LJR), durante las protestas de diciembre y enero por la detención y arresto del presidente Pedro Castillo, hubo más de 70 casos de ataques -desde insultos y amenazas hasta hechos de sangre- contra miembros de la prensa que cubrían los acontecimientos, por parte de la policía.

En Brasil, fueron los golpistas que invadieron el 8 de enero las sedes del Congreso Nacional, la Presidencia de la República y el Supremo Tribunal Federal, quienes golpearon, insultaron, robaron, destruyeron su equipo de trabajo y amenazaron de muerte al menos a 12 reporteros, según registros del Sindicato de Periodistas Profesionales del Distrito Federal.

Carolina de Assis, también de LJR, recogió en Brasilia diversos testimonios de los periodistas agredidos, entre ellos el de un reportero del diario O Globo quien, presa del pánico, pidió ayuda a los policías, pero le dijeron que no podían hacer nada por él. La corresponsal de The Washington Post también fue tirada al suelo y pateada por los vándalos; a ella sí la salvaron los agentes del orden.

Pero no vayamos tan lejos. Cuando el 5 de enero fue capturado en Culiacán Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, civiles armados agredieron a cuando menos seis periodistas, dice otra información de LJR. Para impedirles cubrir los disturbios que provocó el operativo, les quitaron los celulares, robaron sus coches, uno de ellos lo incendiaron, y los amenazaron de muerte.

Y eso que, en la capital de Sinaloa, los reporteros locales saben que debido a la violencia es mejor guardar distancia y anteponer su seguridad a la cobertura informativa. Y no solamente frente a la amenaza de los sicarios; En su reporte para LJR, César López Linares cita el caso de un reportero encañonado el primer día del año por un agente estatal para que dejara de grabar una balacera, y el gobernador dijo que habría una investigación, pero que la del periodista “no era la verdad absoluta”, luego se disculpó.

El trabajo de los reporteros es informar de los hechos que según ciertos criterios profesionales, son del interés general. Pero ya no, y eso también representa una mala señal para la profesión. Si se reprodujera en otros países una encuesta reciente hecha en Argentina, sus resultados sin duda serían los mismos: la gente ya no quiere saber más de noticias.

El confinamiento por la pandemia y el interés por saber qué pasaba y qué hacer, en 2020 condujo a la sociedad a saturarse de información sobre el tema, que predominaba en todos los servicios noticiosos. Pero después cambió el panorama: de acuerdo con esa encuesta realizada por el Núcleo de estudios sobre Comunicación y Cultura, la mitad de la gente ya no lee diarios ni escucha noticiarios, sólo uno de cuada cuatro se informa diariamente en portales digitales, y pocos lo hacen a través de la televisión.

“El porcentaje de gente que evita las noticias ha aumentado en todos los países”, dicen Brenda Focás y Marina Moguillansky en su reportaje para la Revista Anfibia. “Lo confirma también el último informe global de Reuters. Este tipo de evasión selectiva se ha duplicado” en países como Brasil y Reino Unido, donde “mucha gente comenta que las noticias le producen un efecto negativo en su estado de ánimo”.

Y si entre las audiencias existe ese desencanto -no privativo de las dos naciones citadas-, entre los informadores no va mejor la cosa. El 87 por ciento de quienes estudiaron la carrera de periodismo están arrepentidos, según una encuesta realizada por la aplicación de búsqueda de empleos ZipRecruiter, si bien las dos fuentes que consultamos no precisan si fue hecha en México o a escala internacional.

Menciona por separado los estudios de comunicación -sin precisar su diferencia con los de periodismo- donde los arrepentidos representan el 64 por ciento. Tampoco explica las razones de ese arrepentimiento, pero no es difícil suponer que tiene que ver con las limitadas oportunidades laborales y la precariedad salarial.

El público se saturó de noticias mientras los reporteros sufren y hasta mueren por buscar esas informaciones; los graduados en periodismo se arrepienten. ¿Y los directivos de medios?

El Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo publicó los resultados de una encuesta entre 303 directores ejecutivos, editores y jefes de servicios como los digitales y de innovación de 53 países, entre ellos México, acerca de los desafíos a enfrentar durante 2023.

En el resumen que del informe resultante hizo LatAm Journalism Review, dice que las mayores preocupaciones de esos directivos son de tipo económico: aumento en costos de producción, menos anunciantes, suscripciones estancadas y reducción de gastos vía despidos.

A la mayoría de los entrevistados para este documento que elaboró para Reuters el investigador y periodista Nic Newman, les preocupa también el ya citado incremento de las personas que evitan las noticias y planean combatirlo con nuevos tipos de contenidos distintos a lo meramente noticioso.

Además de explorar otros modelos de negocios en el campo tecnológico y de buscar el incremento de suscriptores, o al menos conservar los que ya tienen, pondrán más empeño en mejorar la calidad de sus contenidos. Y destinarán más recursos a formatos como ‘podcast’, video y audio digital y ‘newsletters’ (boletines periódicos para enviar a listas de usuarios).

Seguirán experimentando con el empleo de la inteligencia digital, pero sin desatender las cualidades humanas del periodismo. Nada dice este informe, sobre planes para proteger a los reporteros de los riesgos que implica su trabajo.

 

 

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