jueves, marzo 28, 2024

TEXTOS EN LIBERTAD: Los genios y los poderosos. “Los 43 están muertos”

José Antonio Aspiros Villagómez

Crónica dedicada al periodista y profesor

Manuel Pérez Miranda,

autor del libro Breve historia de la crónica

 

Entre aplausos de los asistentes y reclamos de dos galardonadas, el presidente de la República entregó el viernes en Querétaro los premios de investigación para científicos jóvenes de la Academia Mexicana de Ciencias y develó la placa inaugural del Centro Nacional de Tecnología Aeronáutica (CENTA) del Conacyt, donde se exhibió el primer avión hecho con tecnología cien por ciento mexicana.

Un terreno polvoso -como toda la región- debidamente acondicionado, junto a los nuevos edificios del CENTA, sirvió de escenario para que diez doctorados universitarios recibieran los diplomas que los acreditan como los mejores en el país en sus respectivas áreas, incluida la ganadora del Premio México de Ciencia y Tecnología.

La cita para los asistentes, principalmente familiares y compañeros de los galardonados, fue a las 11:30 horas mientras que la ceremonia dio inicio a las tres de la tarde. Una espera que cansó. Como siempre en estos casos, había que llegar con mucha anticipación hasta ese lugar en el municipio de Colón, cerca del aeropuerto de Querétaro, para dar tiempo a estacionar vehículos propios, acreditarse y recibir un gafete de papel engomado, ir al sitio del acto en transportes dispuestos ex profeso, pasar los controles de seguridad, recibir otro engomado e instalarse.

Llamó la atención el gran despliegue de seguridad y logística que hay en la actualidad para los actos a que asiste el jefe de la principal de las instituciones gubernamentales del país. Miembros del Estado Mayor llegaron muy temprano para reacomodar a su manera los cientos de sillas -todas con personalizador- que ya estaban puestas al cabo de una jornada fatigosa según el criterio de los anfitriones.

Cuando los espectadores comunes, los llamados “de a pie”, llegaron, comedidamente fueron enviados a la parte posterior del escenario pues la de adelante estaba reservada para los funcionarios federales, legisladores y presidentes municipales que asistieron. Los premiados se encontraban en la primera fila, también desde muy temprano.

En el exterior estuvieron estacionados todo el tiempo pequeños vehículos, cada uno con cuatro o cinco soldados armados, así como patrullas de la policía federal, mientras que afuera y adentro hacían su tarea los habituales vigilantes vestidos de civiles con su corbata roja y su botón en la solapa.

Algunos de éstos -dijeron por el altavoz- estaban para auxiliar a quien tuviera alguna emergencia o necesidad de abandonar el sitio durante la ceremonia que no duró más allá de 45 minutos. Al parecer sólo se dio el caso, antes del acto, de un soldado que se desvaneció y fue atendido por sus compañeros.

El personal de Cepropie -un centro de producción audiovisual de la Presidencia- también llegó muy de mañana y se retiró mucho después de la ceremonia porque tuvo que instalar y desmontar todo su equipo, incluida una gran grúa para mover una cámara aérea de grabación que impidió ver el acto -salvo a través de pantallas gigantes- a quienes estaban detrás.

A este tecleador todo aquello le permitió hacer la comparación con otras experiencias. Entre ellas dos con ALM cuando encabezó las últimas fiestas patrias de su sexenio y pudimos acercarnos lo suficiente y sin que ningún soldado lo evitara, para retratar al mandatario cuando hablaba con un dirigente sindical antes de subir a su automóvil y retirarse del Altar a la Patria. Y también cuando invitó a JFK y sin impedimento alguno estuvimos al lado del automóvil en que iban ambos gobernantes, en la avenida Juárez.

En otra ocasión pudimos intercambiar unas palabras con MMH cuando nos entregó un reconocimiento por trabajo periodístico, y dar la mano a otros miembros del estrado mientras que ahora a los galardonados les explicaron que el protocolo no permitía que saludaran a nadie en el templete más que al propio EPN, y hasta cómo pararse. Se vio, empero, que uno de los premiados no pudo cumplir con el protocolo porque el gobernador de Querétaro que estaba a un lado, lo llamó para felicitarlo.

Tampoco -siguen las comparaciones- fue tan complicado llegar hasta el hangar presidencial y saludar a JLP al pie de la escalera de su avión, cuando fuimos a pedirle que atendiera las necesidades financieras de nuestro centro de trabajo, la agencia de noticias que entonces era oficiosamente del gobierno federal. Ni cuando, pese al regaño de los funcionarios de comunicación social de la Presidencia, pudimos entrevistar sin más anuencia que la de ella, a la esposa de LEA. Los tiempos cambian.

LA CHICA DE LOS 43

Esta vez EPN llegó acompañado de su comitiva -miembros de su renovado gabinete y otros altos funcionarios- después de haber estado en una ceremonia previa en otro punto de Querétaro, y una voz en las muy ruidosas bocinas anunció su presencia como quien hace la presentación de un espectáculo.

Todos de pie. Aplausos. El presidente se desvió del camino hacia el estrado para saludar a cuantos asistentes pudo. La bienvenida estuvo a cargo del gobernador, quien destacó toda la inversión privada que hay en la entidad para desarrollo y producción tecnológica; luego el director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología se refirió al apoyo del erario a esos rubros, y siguió la entrega de premios, tras la cual habló el propio gobernante nacional y dijo que el gasto de su gobierno en ciencia y tecnología fue superior en 40 y 75 por ciento respetivamente, a la de los dos sexenios precedentes.

Entre los galardonados, una joven científica que en su asiento se había quitado el saco pese a que un miembro del Estado Mayor le pidió cubrirse, subió por su premio mostrando una camiseta blanca que atrás decía “Nos faltan 43”, en obvia referencia a los estudiantes de Ayotzinapa desparecidos en 2014.

El presidente la vio de reojo y al final del acto, cuando se tomó algunas fotos y volvió a estrechar manos del público, le habría dicho, según testimonios, que el caso ya estaba cerrado y todos estaban muertos. La científica social que recordó a los 43, es Rosaura Martínez Ruiz, hija del doctor Salvador Martínez della Rocca, líder estudiantil en 1968 y preso político después, y de la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, quien dirigió la Facultad de Ciencias de la UNAM y se postuló para rectora.

Otra premiada le reclamó que no hubiera cumplido con destinar el uno por ciento del presupuesto a ciencia y tecnología, como ofreció en su campaña como candidato. También recibió respuesta, al parecer poco convincente porque ella le reiteró que aún estaba a tiempo de cumplir.

Mientras el presidente se despedía de quienes se acercaron para saludarlo, la mayoría se fue a la parte posterior del improvisado auditorio para saciar el hambre con unos bocadillos que los esperaban dentro de una carpa gigante, y celebrar a los jóvenes genios premiados.

Entre ellos, Ramón Castañeda Priego (Universidad de Guanajuato), Juan Miguel Jiménez Andrade (Universidad Autónoma de Tamaulipas), Omar Lizárraga Morales (Universidad Autónoma de Sinaloa), Fabián Herrera León (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo) y Roque Alfredo Osornio Ríos (Universidad Autónoma de Querétaro).

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