lunes, diciembre 30, 2024

TEXTOS EN LIBERTAD: Basilio, Jalife y Casab, en México 68

José Antonio Aspiros Villagómez

 

En una fecha todavía sin precisar, el Comité Olímpico Mexicano (COM) hará una ceremonia para rendir homenaje a la atleta Enriqueta ‘Queta’ Basilio Sotelo, fallecida el pasado 26 de octubre y quien, en 1968, fue la primera mujer en unos Juegos Olímpicos en llevar la antorcha hasta el pebetero.

El presidente del COM, Carlos Padilla, se comprometió a organizar ese acto del cual no alcanzamos a comentar nada en un artículo anterior relativo al deceso de la deportista bajacaliforniana.

Y si algún lector de estos Textos en libertad se llegó a preguntar por qué la velocista ‘Queta’ Basilio fue elegida con esa distinción en los Juegos de México 68, ya tenemos la respuesta.

Comentamos acerca de ella un día después de su deceso, y recibimos los puntos de vista de varios amigos que nos leen directamente en el correo electrónico.

Por ejemplo, la colega Rusia Mc Gregor nos dijo, entre otros datos, que “esos Juegos Olímpicos fueron exactamente como lo describes. Yo los disfruté a plenitud, independiente de todo en lo que colaboré en la Olimpiada Artística y Cultural del IMSS, con una exposición que se montó en el Centro de Seguridad Hidalgo con espacios que presentaban cada una de nuestras tradiciones. Te comenté hace tiempo, que también se presentó la obra de mi padre (el poeta y dramaturgo Carlos Mc Gregor Giacinti, 1906-1984) Huey-Colhuacán“.

Y otro amigo nos preguntó: “¿Sabes cómo escogieron a ‘Queta’ para portar la antorcha?”. Primero le aclaró al tecleador que “disfruto mucho tus crónicas y en esta habría algo que aportar, ya que mi papá fue director técnico de los Juegos Olímpicos”.

Leímos la explicación al respecto mientras recordábamos a los hermanos Manuel y Eustaquio Escandón, los primeros mexicanos que ganaron medallas olímpicas en el año 1900, pero lo hicieron como miembros del equipo estadunidense de polo ecuestre (deporte olímpico hasta 1936), y por eso ‘Queta’ Basilio lamentó en septiembre del año pasado en una entrevista con el reportero Samuel Estrada (Proceso # 2186), que “tenemos 50 años y todavía seguimos con nueve medallas que se han ganado en unos juegos olímpicos. ¡No es posible!”. Serían once medallas, si contaran las de los Escandón.

Bien. Fue Carlos Eduardo Jalife Villalón, doctor en administración, quien nos formuló la pregunta y nos dio la respuesta, que aquí ponemos en contexto.

En una reunión de funcionarios con los entonces directivos del COM encabezados por Josué Sáenz, fueron elegidos los diversos encargados de cada actividad en la ceremonia inaugural del 12 de octubre de 1968, y hubo diversas propuestas para quien debería subir la antorcha al pebetero. Para hacer el juramento fue designado Pablo Garrido, como abanderado David Bárcenas y como jefe de la delegación Marco Antonio Escalante.

Para culminar el recorrido de la antorcha desde Olimpia, Grecia, hasta el pebetero en el Estadio de Ciudad Universitaria en la Ciudad de México, fueron mencionados nombres como los del clavadista Joaquín Capilla y el general y caballista Humberto Mariles, ganadores de preseas en eventos anteriores.

También buscaron al candidato entre los miembros de la delegación deportiva que representaría a México, alguno que tuviera opciones de subir al podio y fueron mencionados los atletas Guillermo Echeverría y Juanito Martínez y algunos boxeadores, pero entonces intervino el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, para dar su punto de vista.

Dijo que su esposa, María Esther Zuno, “había sugerido -nos comentó Carlos Jalife- que fuera una mujer porque era algo inédito y era un símbolo de la igualdad en México”. Por su parte un general presente en la reunión propuso al sargento José Pedraza, “pero no tuvo mucho eco y se acordó que fuera mujer”.

¿Quién? Mencionaron varios nombres y entonces el director deportivo de aquellos Juegos Olímpicos, el profesor de educación física Carlos Jalife Elías -padre de nuestro informante- propuso a ‘Queta’ Basilio.

Alegó que ella “era de la rama de atletismo y sí podía correr a buen paso el último relevo y subir escaleras y lo que se necesitara, lo cual no pasaba con alguna nadadora o clavadista o esgrimista o remera”.

Aclaró aquel funcionario que si bien Basilio “no era prospecto de medalla” (y la propia deportista así lo reconocía), sí era campeona mexicana y por eso fue aceptada la propuesta. Luego le hicieron a ‘Queta’ “una prueba para ver si no tenía problemas cargando la antorcha y corriendo, y todo salió perfecto”.

Le adjudicaron la designación de Enriqueta Basilio al presidente Díaz Ordaz y al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, presidente del comité organizador tras la renuncia de Adolfo López Mateos, “pero en realidad fue una idea de la señora Echeverría” y “la aterrizó” el profesor Jalife Elías “que era el técnico deportivo y sabía quién podía y quién no podía con el paquete”, nos explicó el fundador y secretario general de la Scudería Hermanos Rodríguez.

Otro lector de Textos en libertad, nuestro presidente en la Academia Nacional de Historia y Geografía, doctor Ulises Casab Rueda, nos había comentado antes que, “si nos atenemos a la verdadera tradición”, la llama olímpica no debió ser encendida al inicio de los Juegos Olímpicos.

Casab fue médico subjefe en la rama de la gimnasia femenil y escribió una memoria sobre la rama de ciclismo, pero además asistió al Congreso Mundial de Medicina del Deporte, que tuvo lugar antes de la Olimpiada de 1968, y en su intervención se refirió a “la posibilidad de que los mexicanos precortesianos, hubieran practicado una incipiente medicina del deporte”, para lo cual “atendían a los lesionados en la cancha misma del juego, deporte o entretenimiento”.

Además, como experto en la cultura griega, divulgó, “sin éxito en ambos casos”, que la llama olímpica no debe estar encendida durante las competencias -de acuerdo con el ceremonial histórico-, ya que en el espíritu tradicional helénico el encendido de la tea o antorcha debe ocurrir al final del certamen, con la idea de que en los cuatro años siguientes la llama permanezca alumbrando el esfuerzo de la humanidad por vivir en paz y en armonía”.

Pensamos que, si el planteamiento del doctor Casab sobre la antorcha hubiera sido atendido, en una solución intermedia ‘Queta’ Basilio de todas maneras habría encendido el pebetero, aunque lo apagaran al terminar la memorable ceremonia inaugural de los Juegos de la XIX Olimpiada de la Era Moderna, para reencenderlo en la también inolvidable clausura.

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