Miguel Tirado Rasso
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Algo previsible sucedió la semana pasada con el proceso de elección interna para la dirigencia del partido Morena, al haberse convertido en “un verdadero cochinero y una simulación”, como lo llegó a calificar el diputado Mario Delgado, uno de los cuatro aspirantes a su liderazgo, cuando la ambición desbocada e irresponsable de algunos y, muy al estilo de las elecciones internas del PRD, cuando este instituto todavía tenía algo que ofrecer, sacaron a relucir toda clase de artimañas para controlar del proceso.
Morena, para pena de la 4T, se atoró en su primera prueba de fuego: la renovación de su dirigencia, en un proceso transparente, respetuoso y democrático, al que, su calidad de partido en el poder del gobierno del cambio, lo obligaba para servir de ejemplo. De buen ejemplo, por supuesto, pero lo mostrado hasta el momento, no ha sido nada edificante y sí puso en la mesa la gran variedad de recursos utilizados para sacar ventaja de unos contendientes sobre otros, no precisamente en buena lid, lo que deja mucho que desear del partido de la 4T.
El padrón base para la elección resultaba poco confiable. Las diferencias en el número de sus afiliados variaban, según las cuentas de los propios candidatos, de poco más de 300 mil militantes, cifra de la secretaria general en funciones de presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, hasta más de 7 millones, de acuerdo con números de Alejandro Rojas Díaz Durán. Para zanjar las diferencias, se llegó a un acuerdo para tomar como bueno el padrón con registros hasta el 20 de noviembre de 2017, con aproximadamente 2 millones 700 mil afiliados. Un acuerdo que no satisfizo a todos y que constituía una más de las vulnerabilidades de este proceso.
A lo anterior habría que agregar que las asambleas distritales para el registro de consejeros para el Congreso del partido, al menos un número importante de ellas, no pudieron realizarse o fueron canceladas, en virtud de múltiples las irregularidades que se presentaron, como cambios de ubicación de las mesas de registro, cierre anticipado o retraso en su apertura, robo de urnas, inducción al voto, vandalismo y violencia, entre muchas otras.
Y, semejante panorama, seguramente habrá influido en el ánimo de los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de Federación (TEPJF), al anular el proceso interno para la renovación de la dirigencia morenista, revocando la convocatoria para el tercer Congreso Nacional de Morena y todos los actos derivados y realizados hasta el momento, bajo la consideración de que el padrón de militantes, con el que se pretendía llevar a cabo el proceso, no era confiable.
En una decisión unánime, la resolución del Tribunal señala que “las instancias partidistas no han llevado a cabo las actividades de depuración y actualización del instrumento de registro que ellos mismos se impusieron con la finalidad de garantizar que, en el mismo, se encuentren incorporadas todas aquellas personas con derecho a él”.
En esta circunstancia, podríamos considerar la sentencia del Tribunal, como un acto que beneficia a Morena al evitarle un mayor desgaste por el espectáculo exhibido de enfrentamientos violentos y dimes y diretes, con un final incierto, dándole oportunidad de poder corregir el rumbo y llevar a cabo un proceso electoral interno más propio de los llamados “Protagonistas del Cambio Verdadero”.
Creemos que así lo deberían interpretar los responsables de Morena, en lugar de reaccionar con el hígado, como lo hizo la nuevamente secretaria del Consejo Nacional del partido, Bertha Luján, principal y quizás única afectada con la sentencia de la autoridad electoral, quien se fue con todo en contra de los magistrados, acusándolos, sin mayores elementos, de corruptos, de haber recibido sobornos de militantes de su propio partido y amenazándolos con investigar su situación patrimonial, algo muy de moda, “porque ahí es donde están las ganancias, los dineros que ustedes (Magistrados) reciben por este tipo de actitudes”. Bueno hasta de traidores a la democracia, a la 4T y a la patria, los habría calificado esta dirigente.
La división interna en Morena no es menor y por la furia con que algunas contendientes en este proceso, reaccionan, se ve difícil que se aquieten las aguas. Con la resolución del Tribunal, renace la posibilidad de que el método para la designación de su dirigente nacional sea a través de una encuesta, como lo recomendó su fundador y líder moral, y, entonces, las posibilidades del presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, Mario Delgado, en la carrera por la dirigencia de Morena, recobran vida.
El proceso se repondrá, para lo cual ya se ha convocado a una nueva sesión del Consejo Nacional que tendrá lugar el próximo 10 de noviembre. Habrá que estar pendientes, porque en Morena todo puede suceder.