martes, abril 23, 2024

TEMAS CENTRALES Nuevos partidos ¿para qué?

Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

Mañana, 31 de enero, expira el plazo establecido por el Instituto Nacional Electoral (INE)) para la presentación de las solicitudes para el inicio del procedimiento de registro de nuevos partidos políticos. Hasta el corte del viernes de la semana pasada, sumaban 30 las organizaciones registradas con este propósito. Número que supera el récord de 20 organizaciones, que, en 2013, solicitaran hacer este trámite.

Conforme al instructivo aprobado por el INE y de acuerdo a lo establecido en la Ley General de Partidos Políticos, las organizaciones ciudadanas y agrupaciones políticas nacionales interesadas en constituirse como partidos políticos, deberán celebrar, al menos, 20 asambleas estatales, con una participación mínima de 3 mil ciudadanos, en cada una; o bien, 200 asambleas distritales con participación de 300 personas con credencial de elector, además deberán acreditar la manifestación de afiliación de, al menos, 233 mil 945 ciudadanos, que representan el 0.26 por ciento del Padrón Electoral.

Resulta interesante hacer notar que, a pesar, de la inocultable crisis por la que atraviesan la mayoría de los partidos políticos de nuestro país, no haya decaído el ánimo entre las organizaciones ciudadanas y, por el contrario, exista un aumento en la propuesta para la fundación de nuevos institutos políticos. Quizás muchos supongan, que, ante el fracaso electoral de aquéllos, existe una oportunidad para ocupar espacios que pudieran haber quedado vacantes.

Ingenuidad o audacia. Porque en el pasado hemos visto un buen número de intentos fallidos de partidos que no lograron superar los requisitos de ley en su primer encuentro electoral y, ante la falta del soporte ciudadano, perdieron su registro. Pero también hubo casos de partidos creados con propósitos lucrativos. Negocios particulares, sin una mira política real, simplemente para aprovechar las muy generosas prerrogativas que otorga la ley y que, finalmente, al incumplir con los ordenamientos de la ley, también desaparecieron, con más pena que gloria.

Sigo pensando que la fortaleza de nuestra democracia no tiene nada que ver con el número de partidos que participan en el escenario político. La cantidad no define la calidad de nuestra democracia. Lo que importa es que haya partidos con representatividad, transparencia, compromiso y responsabilidad. Y, lamentablemente, no podríamos sentirnos satisfechos con los ejemplos de varios de estos institutos que han pasado por nuestra historia política, sin nada que aportar, sin dejar huella.

Es claro que nuestra realidad política actual, estaría requiriendo la presencia de partidos vigorosos, para un mejor equilibrio democrático, por el bien del país. De partidos que pudieran fungir como contrapeso del poderoso Ejecutivo. Algo que vemos difícil de lograr con los partidos del momento. Porque unos se encuentran sin brújula, divididos y en la orfandad y, otros, se van por la vía fácil del acomodo con el partido en el poder.

Pensar que los nuevos prospectos puedan alcanzar ese nivel, se ve difícil. Además de que, seguramente, serán pocos los que pasen la aduana de los requisitos de ley. También para bien del país, pues la pulverización de partidos opera en contra de la posibilidad de su fortalecimiento, que es, precisamente, lo que se estaría buscando. Por otro lado, las clientelas electorales tampoco están muy disponibles decepcionadas por la falta de transparencia, la corrupción y la ausencia de figuras, que han acabado con el prestigio, si es que alguna vez lo tuvieron, de los partidos políticos. Consecuentemente, existe un rechazo de la ciudadanía, que no cree en ellos.

La esperanza depositada en los independientes, como alternativa diferente a los partidos, resultó tan efímera como aquélla que, en algún momento, planteó la posibilidad de partidos políticos promoviendo ciudadanos, supuestamente no políticos para hacerla de políticos, lo que sólo comprobó la inexistencia de ciudadanos químicamente puros. Por su parte, los independientes, salvo algunas excepciones, no resultaron serlo tanto, pues en realidad se trataba de casos de defección de ex miembros de partidos que renunciaban a su militancia partidista por conflictos de oportunidad.

Por lo pronto, el panorama pinta mejor para el partido en el poder, que es el que se fortalece a costa de la debilidad de los partidos de enfrente que, a seis meses de su debacle, siguen sin encontrar el rumbo para constituirse como una oposición de contrapeso, aunque sea de medio pelo, o como una posible alternativa.

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