Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Lo suyo es el folclor, aunque no
cante muy bien las rancheras.
Guerrero es un estado de contrastes, sometido ahora por el crimen organizado. Su principal fuente de ingresos es el turismo, vía el puerto de Acapulco, por sus playas, aguas templadas, clima inigualable, y una muy importante infraestructura hotelera, que recientemente se vio muy afectada por dos fenómenos naturales, los huracanes Otis y John.
Durante mucho tiempo, Acapulco fue el principal destino turístico del país, a donde acudían importantes personajes de la política, la cultura, y el espectáculo nacional e internacional. Su época de oro podríamos ubicarla entre los años 1950 y 1975, hasta que la apuesta oficial para desarrollos turísticos se concentró en el sureste, Cancún y zonas aledañas, y el puerto guerrerense perdió gran parte de su proyección internacional.
La situación actual de Guerrero, es complicada. Por un lado, el impacto de los fenómenos naturales. Solo por los estragos causados por el último huracán, John, de acuerdo a información de la Coordinadora de Protección Civil del estado, Laura Vázquez, el número de afectados fue de 270,000 personas, la mitad de ellos en Acapulco en donde 40,000 viviendas quedaron inundadas. En cuatro días, señaló la funcionaria, llovió “el 85 por ciento de lo que llueve en todo el estado durante un año.” (El País, oct 4 2024)
Pues a esta desgracia, habría que añadir la inseguridad, la violencia que predomina en gran parte de la entidad, por el enfrentamiento entre diferentes grupos criminales en su disputa por el control de plazas. Como en el caso de Sinaloa, Chiapas, Zacatecas, Michoacán, Tabasco y Tamaulipas, entre otros estados, en Guerrero las autoridades locales se perciben ajenas, impotentes y/o complacientes con la delincuencia, porque ésta actúa con gran libertad y absoluta impunidad.
Las bandas en el estado han elevado su grado de violencia y, en franco desafío, secuestran a grupos de personas que después aparecen asesinados con una crueldad patológica. Hace unas semanas, decapitaron al recién electo presidente municipal de Chilpancingo, la capital de estado, Alejandro Arcos. Por lo pronto, no recuerdo cuando se hubiera asesinado al alcalde de la capital de un estado, en funciones. Aquí sucedió, y para enfatizar su desafiante impunidad, quienes cometieron el crimen, colocaron la cabeza del alcalde en el techo de su camioneta.
Unas semanas antes, habían eliminado a quien el alcalde pretendía nombrar como secretario de Seguridad y, posteriormente, también habrían matado al secretario del Ayuntamiento. Por el crimen del alcalde, acaba de ser detenido, nada más ni nada menos que el encargado de la Secretaría de Seguridad Pública de Chilpancingo, un teniente militar. Antes de esta detención, corría la versión de que los autores de este crimen habían los Ardillos, ante el incumplimiento de un supuesto acuerdo con el funcionario sacrificado, que les permitiera controlar la policía municipal, a cambio del apoyo que le habrían dado para su campaña electoral. Al parecer, el militar forma parte de este grupo criminal.
Guerrero es, sin duda, un estado difícil de gobernar, que no se ha caracterizado por haber tenido buenos gobiernos. De los últimos cinco gobernadores, dos no terminaron su período constitucional, precisamente por las masacres ocurridas durante sus mandatos. En 1995, la masacre de Aguas Blancas, con un saldo de 17 campesinos asesinados, tumbó al gobernador Rubén Figueroa y en 2014, en Iguala, la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, presionó la salida anticipada del gobernador Ángel Aguirre.
La pasada, fue una aciaga semana para el estado. En dos días, miércoles y jueves, se hallaron 19 cuerpos en diferentes lugares de la entidad. En el Parador del Marqués, en Chilpancingo, fueron hallados, en la batea de una camioneta, los cuerpos mutilados de 11 comerciantes de la comunidad de Chautipan, desaparecidos hacía dos semanas. En la colonia centro de Acapulco, fueron abandonados los cadáveres de cuatro hombres en la cajuela de un automóvil y en la carretera Acapulco-Zihuatanejo, se encontraron cuatro cuerpos más. En ambos casos, todos con signos de tortura.
La actividad de las muchas bandas delincuenciales que operan en el estado, no parece tener límite, y han visto la oportunidad de expandir sus dominios, a sangre y fuego, ante un gobierno ajeno, inexperto e ineficiente. Aunque formalmente la gobernadora es Evelyn Salgado, su padre, el senador Félix Salgado, no deja de aparecer, actuar y opinar en actos de la administración pública, haciendo las veces de un alto funcionario del gabinete de gobierno.
A últimas fechas, los problemas surgidos en el estado, derivados del aumento en la violencia local, han provocado que su presencia, al lado de la gobernadora, sea casi permanente, lo que ha hecho más evidente la fragilidad del poder formal de la titular del Ejecutivo. Y, mientras, los guerrerenses no ven la hora en que este descontrolado gobierno termine.
Noviembre 14 de 2024