jueves, abril 25, 2024

TEMAS CENTRALES: De una manera diferente

Miguel Tirado Rasso

 

mitirasso@yahoo.com.mx

Si no hubiera sido por los números que las encuestas fueron arrojando, prácticamente, desde el inicio del proceso electoral, pocos habrían imaginado los porcentajes de votación a los que llegó el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, para alcanzar el triunfo en la pasada elección presidencial, sobre el ¡52 por ciento! Y es que, la no muy afortunada experiencia de estos estudios de opinión en procesos anteriores, además de los cálculos interesados, cuentas alegres, de los equipos contrincantes que no admitían el estancamiento en las preferencias electorales de sus candidatos, constituían barreras infranqueables para su aceptación. No reconocer su realidad, tuvo un altísimo costo.

 

Resultó que no fue la alianza, que pretende hacer historia, ni Morena, el partido debutante en elecciones presidenciales, los causantes de la mayor derrota infringida al PRI en su historia, sino un ex priista tesonero, que durante más de 15 años hizo la tarea recorriendo el país con un mensaje de esperanza para quienes no veían mejoría en sus condiciones de vida y, que, aprovechando ese malestar, los abusos de algunos malos funcionarios, la tolerancia a esos excesos y el desgaste propio del ejercicio del poder, fue sumando voluntades y simpatizantes que al final se reflejaron en una copiosa votación que ahora lo coloca en una envidiable, pero al mismo tiempo, muy comprometedora posición de poder.

 

Porque habría que estar de acuerdo en que, el número de votos y los triunfos logrados, no son mérito de los principios de su partido ni, menos, de la ideología de una alianza que combina posiciones hasta  contradictorias. La nota es que el arrastre del tabasqueño logró impulsar el triunfo de candidatos sin mayores méritos y, algunos de cuestionable conducta, que, sin embargo, ahora los veremos como legisladores en el Congreso de la Unión y en congresos locales, así como presidiendo Alcaldías y Presidencias Municipales. Habrá que esperar que algo ilumine a estos personajes para que tengan un buen desempeño, porque por sus antecedentes o la falta de ellos, el pronóstico no es muy halagüeño.

 

 

Pero, aún, a pesar de los altos puntos que lo ubicaban en una posición difícil de alcanzar, creo que nadie imaginaba semejante resultado. Al escribir este artículo, los datos arrojados por el PREP del INE, en el caso de la candidatura presidencial, señalaban que el candidato por la Alianza Juntos Haremos Historia, habría encabezado las preferencias electorales en 31 de los 32 estados de la República. Inclusive en entidades en las que el de Morena no había logrado penetrar en el ánimo popular, como en Chihuahua, las dos Baja Californias, Sonora, Yucatán y hasta Nuevo León, este candidato superó en votos a sus contendientes. Sólo en Guanajuato, el panista Ricardo Anaya lo habría superado.

 

Habría que decir que el candidato del PRI, José Antonio Meade, a diferencia de otros tiempos, en los que el tricolor era invencible, no pudo alcanzar mayoría de votos en ninguna entidad. En 19 quedó en tercer lugar y, en 13, en segundo lugar. El porcentaje total de votos logrados en esta ocasión, menos de 17 por ciento, es el más bajo que haya obtenido un candidato presidencial de este partido en su historia. Ni en el primer gran descalabro priista, con Roberto Madrazo, cuando se apoderó del partido, dividiéndolo, para auto elegirse candidato presidencial, la derrota fue tan devastadora.

 

Esto obligaría a una profunda reflexión por parte de la dirigencia y de los responsables del otrora partido aplanadora. En parte, la pérdida de las 9 gubernaturas en disputa y de la gran mayoría de las candidaturas al senado y a las cámaras de diputados federal y locales, habría que cargársela a la cuenta de quienes, en 2016, maniobraron para desbancar a un aspirante a la silla presidencial del priismo tradicional, al costo que fuera.  La estrategia, si bien, fue exitosa, el costo fue elevado, el tricolor perdió 7 gubernaturas.

 

Quienes asumieron después las riendas de este partido, gustaban de afirmar, ante los priistas de carrera, que estos eran otros tiempos y que las cosas ahora se harían de manera diferente. Y, efectivamente, lo hicieron diferente, porque el revolucionaron institucional tuvo el mayor desastre de su historia.

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