Luis Carlos Rodríguez González
El segundo debate de los candidatos presidenciales derivó en un auténtico pleito fronterizo, con una guerra de acusaciones de corrupción y un bombardeo de propuestas demagógicas en torno a fenómenos como la deportación de migrantes, la migración de centroamericanos, el tráfico de armas y drogas.
En Tijuana, con un formato novedoso, que incluyó un abrazo de Andrés Manuel López Obrador a José Antonio Meade y Ricardo Anaya, ello forzado por Jaime Rodríguez “El Bronco”, lo cual no evitó que se privilegiarán nuevamente los ataques personales, en especial en contra del tabasqueño que en esta ocasión sí despertó y empezó a responder y exhibir a sus contrincantes.
Nadie hizo alusión a los cárteles de la droga y al crimen organizado que controlan grandes zonas fronterizas y cobran derecho de piso a los migrantes mexicanos y centroamericanos que intentan cruzar a Estados Unidos, que los utilizan como “burreros”, tampoco a la triste labor del Instituto Nacional de Migración que es la versión mexicana de la “Border Patrol” y que incluso encierra en sus albergues a niños migrantes.
Todos coincidieron, con matices, en la defensa de los migrantes mexicanos, en la protección de los centroamericanos, en el repudio a Donald Trump, en la necesidad de dar asesoría legal a los “dreamers” pero ninguno respondió con claridad acerca de una política de Estado en materia migratoria.
En la sede de la Universidad Autónoma de Baja California, convertida en un verdadero bunker rodeada de militares y policías, ciudadanos invitados pudieron cuestionar a los cuatro candidatos presidenciales.
López Obrador, quien fue acusado de pagar a un médico “que no lo tiene ni Obama”, aclaró qué está bien de salud y lanzó una serie de apodos y bromas a Ricardo Anaya, como decirle que iba a guardar bien su cartera y lo calificó como “canallita”.
El tabasqueño propuso convertir a los 51 consulados en Estados Unidos en una especie de “procuradurías de defensa de los migrantes” y promover el desarrollo integral de las principales zonas expulsoras de población migrante e impulsar una nueva política pública migratoria.
Meade, visiblemente desesperado, con un manejo del escenario mucho mejor que en el primer debate, insistió en sus críticas a López Obrador, habló maravillas de su pasó en la cancillería y en la secretaría de Hacienda, pero hizo mutis cuando el tabasqueño le recordó que le entregó a Josefina Vázquez Mota más de 1,000 millones de pesos para su fundación “Juntos Podemos” para supuestamente apoyar a los migrantes.
El priísta propuso blindar la frontera norte con mecanismos de inteligencia y tecnología de punta para evitar que armas y dinero de criminales lleguen a nuestro territorio.
Ricardo Anaya, echado para delante, sabedor de se ha acortado la distancia entre primer y segundo lugar, también recurrió al ataque del tabasqueño, lo trato de provocar. Entre las propuestas rescatables está empoderar a las comunidades de origen mexicano dentro de los Estados Unidos, y generar acciones para apoyar la regularización de los llamados dreamers.
Un “Bronco” relajado, sabedor que no pasará de los 5 puntos en las encuestas y que el estar en los reflectores de un debate presidencial ya es ganancia, criticó a los otros tres candidatos e insistió en su políticas de carnicería: “Hay que cambiar a todos los aduanales… y si es posible, mocharles la mano. Me vendré a vivir a Tijuana para acabar con eso: seré un presidente itinerante”.
Pobreza de los cuatro candidatos presidenciales al no aterrizar el cómo de sus propuestas, ello frente al drama de las deportaciones, de los paisanos que llegan encadenados a México sin un peso, sin identidad, sin trabajo. Debate nada esperanzador para más de medio millón de “dramers” y tampoco para los centroamericanos que cruzan por nuestro país y que están al acoso del hampa y de las autoridades. Tal Cual.