sábado, abril 20, 2024

SILABARIO DE POLÍTICA: Suprimir el Senado

Moisés EDWIN BARREDA

 A Jesús Anaya Rosique

Se debe eliminar nuevamente al Senado si de veras se quiere anteponer el “interés superior de la nación” al de la oligarquía en el Congreso de la Unión, las camarillas de políticos estatales y los partidos políticos, a cuyo sostenimiento contribuyeron fundamentalmente los “legisladores” plurinominales –de dedazo— hasta septiembre de 2018.

El Senado, instaurado mediante la Constitución de 1824, no tuvo –ni ahora las tiene–  todas consigo. Buen tiempo desde 1835 se le consideró “inútil y aristocratizante”, factor para su supresión en 1857; fue restaurado el 13 de noviembre de 1874 mediante reforma a la Constitución promovida por Sebastián Lerdo de Tejada. Esto es que vivimos 17 años sin lo que ridículamente se denomina “cámara alta”, como en Inglaterra desde el siglo XVIII a la Cámara de los Lores (los nobles o ennoblecidos, aquí senadores).

La buena marcha y la eficacia del Movimiento de Regeneración Nacional llevado al poder político por el pueblo racional para transformar al país y la nación son entorpecidas desde un principio por los enclaves del neoporfirismo en el Congreso de la Unión, el que desde septiembre de 2018 es realmente libre, pues dejó de ser parte de la trinidad laica (tres poderes y uno solo verdadero: el Ejecutivo), algo que Ricardo Monreal sabe bien pero soslaya preconizando la necesidad (y su deseo) de “Poder Legislativo libre.”

Ahora, esos inmorales enclaves o picas en Flandes de la desquiciada y enclenque oposición en el Senado aliadas a Monreal, que insiste en la “conciliación”, y a la kakistocracia y los empresarios beneficiarios de la corrupción institucional, fieles a consignas  se oponen a la reforma electoral de AMLO, que conllevaría que el INE deje de operar a conveniencia de la oligarquía, como hace mañosamente desde fundado como IFE (Instituto Federal Electoral).

Nadie chistó

Y aquí, como muchos, me hago pregunta tonteja: ¿por qué nadie dijo nada cuando se legisló para transformar el IFE en INE? Nadie dijo nada porque e Congreso federal jamás fue libre, excepto medianamente de 1997 a 2000, con la LVII Legislatura de la Cámara de Diputados encabezada por Porfirio Muñoz Ledo, quien al responder uno de los informes del entonces ensoberbecido Presidente impuesto por carlos salinas de gortari y forjador del robo del siglo (XIX) que fue y es el Fobaproa –costosísimo y vigente–, echó mano de vieja frase política española para espetarle que “…cada uno de nosotros vale tanto como usted, y juntos valemos más que usted.”

Precisamente el capítulo neoliberal de la historia nacional ridiculiza al lema “El INE no se toca” acuñado por el xoconostle chico, pues se tocó al hacerle varios cambios, entre éstos la sustitución de la palabra “Nacional” con la  “Federal” al IFE, surgido en 1990 como parte de la iniciativa de reformas a la Constitución en materia electoral enviada al Congreso a dos años de vigencia del régimen espurio de carlos salinas de gortari, una más de las faramallas de ese simulador y de las tantas empleadas por los neoporfiristas para reforzar su leyenda de que la estabilidad social y política del país se debía a los “gobiernos democráticos de la Revolución”.

Los diputados y senadores –fundamentalmente los plurinominales– sirvientes de la oligarquía y sus adláteres y los que, como Monreal, renunciaron a ese grupúsculo y se adhirieron al Morena, hoy se le pliegan y le suman sus voces por ambición personal, recurren a la historia para reforzar y justificar su convenenciera oposición a la cuarta transformación y asumen los esfuerzos de la derecha para sofocarla.

Se “fusilan” y aun deforman fragmentos o frases de la historia y la filosofía política para justificar o reforzar, o ambas cosas, propósitos e intereses personales y/o de grupo, que en conjunto son buena parte del summum de la corrupción que la oligarquía convertida en pridictadura coló hasta el tuétano del pueblo como recurso para detentar indefinidamente el poder, opuestos al bien común que dicen buscar cuando mendigan el voto popular.

Ejemplo de lo anterior son el rechazo de diputados y senadores afines a la derecha, palafreneros de los oligarcas, a las acciones con que el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador combatiría a la formidable corrupción institucionalizada que hundió a la nación –y finalmente a la propia pridictadura–, la primera de las cuales fue el nombramiento de delegados federales, cuya finalidad real era acabar con el sucio negociazo que significaba para gobernadores y sus allegados el proverbial manejo discrecional de los recursos del erario que se les asignaban y son 90 por ciento del capital con que operan estados y municipios.

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