José Cruz Delgado/
Las dos marchas a que se convocaron este pasado 12 de febrero coincidió de forma “casual” en fecha, causa y prácticamente lugar: se trató de la denominada convocatoria “Vibra México” y la otra “Mexicanos Unidos”; mismas que han señalado la necesidad de que la ciudadanía en el país manifieste repudio al discurso de odio y de maltrato a la dignidad nacional que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha evidenciado en sus primeros días como inquilino de la Casa Blanca.
Los llamados llegaron justo en el momento en el que el Presidente Enrique Peña Nieto parece dar el paso al frente para capitalizar el descontento nacional hacia el mandatario norteamericano, situación que se evidencia en la burda recepción que el mexiquense hizo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a 135 repatriados connacionales hace unos pocos días, y con la que pretendió congraciarse con la sociedad mexicana, que se siente agraviada por los errores de su administración, apelando de forma ramplona al sentimiento nacionalista.
La marcha Vibra México, que fue convocada por un conjunto de organizaciones civiles, se había planteado como tema no sólo la protesta en contra de Trump, sino también, a decir de sus convocantes, el “exigir al gobierno de México asumir acciones concretas e inmediatas para combatir la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad y las violaciones a los derechos humanos”.
Sin embargo, pronto aparecieron las suspicacias por una segunda convocatoria a otra marcha denominada Mexicanos Unidos, misma que fue abanderada por la ex candidata panista al gobierno del Distrito Federal, Isabel Miranda de Wallace, y cuyo sentido, declarado por la convocante, es expresamente el respaldo a Enrique Peña Nieto.
Trátese de la marcha o mitin del que se trate, lo cierto es que en la sociedad mexicana se ha abierto una profunda fractura derivada de lo errático de la administración peñanietista la cual ha agudizado la crisis social gestada durante las administraciones neoliberales en el país; y que este descontento difícilmente puede ser sanado aún cuando existen acicates desde el exterior lo suficientemente amenazantes para la estabilidad nacional.
El llamado a la “Unidad Nacional” que ha sido agitado desde grupos de la sociedad civil, no deja de tener el tufo de rancio priismo cuya habilidad camaleónica le permite montarse en cualquier coyuntura para regenerarse a sí mismo, y el espacio que hoy abre el comportamiento del presidente estadounidense significa, sino oxígeno, sí, al menos un margen de maniobra para poder operar la reconstitución de la demacrada imagen peñanietista.
El manejo mediático de las crisis, como la que hoy padece el régimen priista, tiene los límites estrictos de la realidad objetiva y en consecuencia la retórica oficial, que pretende colocar en el exterior del país el origen de las dificultades por las que actualmente atraviesa la sociedad mexicana, se topará con la cascada de secuelas negativas que sufrirán la mayoría de los ciudadanos a raíz de las pésimas decisiones de la actual administración federal.
El hueco nacionalismo que invocó el Presidente de la República al recibir a los paisanos en la ciudad de México y que es replicado por sus publicistas, es una vulgar forma de querer echar bajo la alfombra el desastre que ha dejado en la vida del país el “nuevo PRI”. De igual forma, calificar de “antipatriota” a quienes no acudan a estas marchas, ahora claramente estructuradas para respaldar a Peña y sin ningún efecto real en contra de Trump; forma parte de esa retórica maniquea que se encuentra detrás de toda estrategia propagandística.
Postdata: Por cierto, los integrantes del equipo de imagen del Presidente Peña Nieto ¿ya estarán ideando la caja china con la que ocultarán la inflación, que según el INEGI, es la más alta para un mes de enero en los últimos 18 años, misma que fue provocada por el alza en las gasolinas?