SALTIMBANQUIS

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Por Carlos Ferreyra Carrasco

Suponer que Porfirio Muñoz Ledo está luchando por la democracia, es tan absurdo, ciego y tonto como imaginar al Peje saludando a los familiares de los más recientes desastres sin mandarlos al carajo.
La historia de Muñoz Ledo es un libro abierto a partir de su enjundiosa defensa en tribuna de la matanza del 2 de octubre y del presidente Díaz Ordaz y de un régimen criminal que asesinó a su pueblo pero preservó el circo olímpico.
Muñoz Ledo es hijo de la oportunidad y amo del oportunismo. Enemigo jurado de De la Madrid, sabía que no tendría lugar en ese gobierno.
Como se dice ahora, le cayó como anillo al dedo la rebelión de los tricolores desplazados, inclúyase a Cuauhtémoc Cárdenas, otro que abandonó al tricolor porque el tricolor lo abandonó a él.
Se arracimaron y gracias a las modificaciones de López Portillo y Reyes Heroles, pudieron transitar sin molestias hasta acomodarse como partido de oposición.
Porfirio saltó de un partido a otro, el que mejores perspectivas presentaba para su enchufe en cargos políticos. Nunca le motivó una ideología ni tampoco hizo propuestas, lo suyo y así ha transitado por el mundo de la golfería política, ha sido acomodarse.
Inútil el enlistamiento de sus maromas. Lo actual y si se observa con cuidado llegaremos a la misma conclusión, permaneció sereno en el limbo que tan cómodo le resulta, en espera de dar el salto.
Aunque resulte increíble que a su edad aspire a la Presidencia de la República, en su proyecto personal estaba la captura del liderazgo de Morena, así desplazaría al Peje y anularía a Ebrard.
Pero entre gitanos no se dicen la buenaventura y dos aleznas no se pican. El anulado fue él que en segunda instancia quería seguir mantenido por el Gobierno, como diputado reelecto.
Su aparición como crítico del partido y adalid de la democracia, no casa muy bien con su experiencia de vida. Orador excepcional, ha sido su virtud y el sitio desde donde ha logrado construir la imagen de sabio, culto y político sin parangón en México.
Como ha sido su peregrinar por el mundo de los cuentistas, una vez más debe zafarse y vociferar como si en verdad creyera lo que dice. Y con lo que no ha empatado vida personal y vida pública. Digamos que la congruencia no es lo suyo.
Allá quien le crea

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