martes, marzo 19, 2024

Sajalín, punto geopolítico de fricciones permanentes e interminables

Luis Alberto García / Yuzhno-Sajalinsk, Rusia

* Nivjis, oroks, evenkis y yakutos sobrevivieron al exterminio.

* Grupos originarios de la isla conservan sus idiomas y costumbres.

* Cartógrafos japoneses la llamaron Kitá-Ezo; pero China se la apropió.

* Tras la “Guerra del Opio”, Pekín renunció al territorio por el Tratado de Aigun.

* La colonización de la Rusia oriental empezó en el siglo XVII.

* Tokyo quiso comprar la región completa, y Mijaíl Gorbachov se negó.

La gran isla de Sajalín, ubicada paralelamente al territorio continental en el Extremo oriental de Rusia, tiene una superficie de 76 mil 400 kilómetros cuadrados, y es la mayor región insular de la nación, con una longitud de 948 kilómetros de Sur a Norte y 160 de ancho de Oriente a Poniente, albergando una población de cerca de 700 mil habitantes.

En ella viven distintos integrantes de grupos étnicos, además de rusos, coreanos, nivjis, oroks, evenkis y yakutos originarios que han prevalecido a pesar del exterminio de que fueron víctimas en el pasado, conservando sus costumbres e idiomas en escenarios naturales caracterizados por sus atardeceres espectrales y sobrecogedores.

Sajalín, en el mar de Ojotsk, separada de Hokkaido –una de las cuatro grandes islas que integran el archipiélago de Japón- por el estrecho de La Pérouse, administrativamente pertenece al óblast ruso del mismo nombre, cuya capital y centro administrativo es Yuzhno-Sajalinsk.

Según el Libro de Shengmu, la dinastía Ming envió medio millar de soldados a Sajalín en 1616, de ello da testimonio la frontera marcada con piedras de la era Ming que aún existe en la isla; pero también la dinastía Qing reclamó su soberanía.

Puede decirse que Sajalín estuvo bajo dominio formal chino desde la dinastía Jin en adelante; sin embargo, Japón y Rusia intentaron colonizar la isla por la misma época, cuando se inició la exploración y colonización del Oriente ruso en el siglo XVII.

El asentamiento japonés de Ōtomari se estableció en 1679 y también los exploradores rusos llegaron a la isla; pero los cartógrafos y exploradores del clan Matsumae se adelantaron y crearon un mapa de la isla y la llamaron Kitá-Ezo, si bien el Tratado de Nerchinsk de 1686 reconoció a Sajalín como territorio chino.

Durante el siglo XVIII, la soberanía sobre la isla se mantuvo ambigua, adjudicándosela China, Rusia y Japón, que proclamó unilateralmente la soberanía sobre ella en 1845; sin embargo, los colonos rusos establecieron minas de carbón, instalaciones administrativas, escuelas, iglesias y, por supuesto, prisiones lúgubres de siniestra memoria.

En 1855, Rusia y Japón firmaron el Tratado de Shimoda ignorando a China, el cual declaraba que los ciudadanos de ambos países podían habitar la isla: rusos en el Norte y japoneses en el Sur, sin una frontera definida entre ellos, además de que el imperio zarista aceptaba desmantelar su base militar en Ōtomari.

Tras la llamada “Guerra del Opio” de fines del siglo XIX, Rusia y China firmaron el Tratado de Aigun y la Convención de Pekín, según los cuales la segunda renunciaba a Sajalín, en donde, en 1857, ya se había establecido una colonia penal rusa que en 1890 visitaría un impresionado Antón Chéjov, el gran literato que dejó triste constancia escrita de los horrores que vio.

La parte Sur de la isla estuvo administrada por los japoneses hasta el Tratado de San Petersburgo de 1875, cuando pasó a ser administrada solamente por Rusia, cediendo ésta a Japón las islas Kuriles, en disputa desde el término de la Segunda Guerra Mundial con la derrota del imperio del Sol Naciente.

Sin embargo, inicialmente, Sajalín había sido dividida entre japoneses y rusos después de la demoledora derrota sufrida por estos últimos en la guerra ruso-japonesa de 1905, año en el cual 22 buques de la flota del Báltico, enviados hasta el Extremo Oriente por el zar Nicolás II, fueron hundidos en la batalla de Tsushima.

La parte al Sur del paralelo 50 se asignó a Japón, formando la prefectura de Karafuto, con capital en Toyohara, y el resto siguió siendo parte del Imperio ruso; pero la Unión Soviética recuperó la posesión total del territorio tras derrotar a Japón, como aliado de Occidente, en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

En 1946, más de 300 mil habitantes japoneses y coreanos súbditos del imperio de Hiroito permanecieron en la isla durante más de cinco años trabajando en labores de reconstrucción, para luego ser deportados.

Con base en el Tratado de San Francisco de 1951, Japón fue obligado a renunciar a sus derechos sobre el Sur de Sajalín, sin reconocer, no obstante, la soberanía rusa sobre ella, debido a que desde la posición oficial japonesa, la atribución de Sajalín aún no está determinada, y está marcada como “tierra de nadie” en los mapas japoneses.

Actualmente el territorio insular pertenece a la Federación de Rusia, y hasta mediados de la década de 1990 Japón propuso al Estado ruso una negociación para comprarle la isla; pero ésta fue rechazada por el gobierno de Mijaíl Gorbachov.

Un terremoto en 1995 acabó con la vida de tres mil habitantes de la isla, y otro ocurrido en 2007 reflotó tres kilómetros cuadrados de suelo marino, convirtiéndose extrañamente en tierra seca; pero desde entonces Sajalín vive una relativa prosperidad.

Esto, sin duda, se debe a la explotación de gas natural, cuyo principal destino es Japón, además de que un número creciente de turistas japoneses visita su antiguo territorio, considerándose que, al igual que las islas Kuriles, Sajalín ha sido un termómetro de las relaciones ruso-japonesas a lo largo de su historia.

Este territorio insular ha sido un punto geográfico de fricciones políticas interminables entre ambas naciones, y si bien en la actualidad Japón ya no le reclama Sajalín a Rusia debido al Tratado de San Francisco, en el cual Japón cedía Sajalín en su totalidad a la Unión Soviética, el gobierno nipón –como se ha dicho- mantiene vivo su reclamo a Rusia por las islas Kuriles.

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