CIUDAD DE MÉXICO.- En México, el sistema político electoral huele a naftalina. Las reglas que lo sostienen fueron hechas en la época del PRI hegemónico, cuando el “partidazo” imponía su voluntad con billetes, pactos de cúpula y “consejeros independientes” que responden al Presidente en turno. Hoy, con una nueva fuerza política mayoritaria al frente del gobierno, Pablo Gómez Álvarez recién nombrado titular de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, advierte que es momento de enterrar ese modelo podrido.
Con más de 40 años en la vida pública, habiendo sido parte y testigo de los plurinominales, de los fraudes, de las simulaciones, Gómez no se anda por las ramas: el actual sistema fue hecho para otros tiempos y, aunque ha sido parchado con múltiples reformas, nunca fue diseñado para representar al pueblo, sino para mantener cuotas, prebendas y liderazgos clientelares.
Apenas dejó la Unidad de Inteligencia Financiera, y ahora se lanza de lleno a demoler lo que queda de ese viejo andamiaje. Desde su nueva trinchera, asegura que las reglas del juego siguen beneficiando a una clase política que no está al nivel del pueblo, mientras los partidos se reparten cargos, recursos y espacios “con un ejército de asalariados lambiscones” a sueldo del erario.
Critica abiertamente que los partidos tengan voto dentro del INE, cuestiona el modelo de distritación, al que califica como una “maniobra manipuladora” y considera que el sistema plurinominal está agotado, “mal copiado de Alemania” y sin sustento democrático. Dice sin rodeos que nunca ha existido un órgano electoral realmente imparcial, y que la idea de que los consejeros son independientes es una simulación pactada por las cúpulas.
Gómez no solo llama a reducir el número de legisladores y rediseñar la representación política: plantea un rediseño completo del sistema, incluyendo la creación de un “cuarto piso” de gobierno que reconozca políticamente a los pueblos indígenas como una entidad real, intermedia entre municipios y estados.
También propone algo que para muchos es impensable: la elección popular de consejeros electorales, como un paso hacia la verdadera autonomía y la eliminación de las cuotas partidistas disfrazadas de democracia. En su visión, la insaculación fue un avance, pero no suficiente, y lo que urge ahora es que el debate político salga de los spots de diez segundos y se meta de lleno a las calles.
Con lenguaje directo, con la experiencia del que vivió el 68, el fraude del 88, el desmadre del 2006 y la llegada del obradorismo, Pablo Gómez sabe que no hay más tiempo para simulaciones. El país cambió, y las reglas deben estar a la altura.
Desde su nuevo encargo presidencial, pone sobre la mesa una reforma de fondo: no cosmética, no transicional. Lo que propone es demoler el sistema de privilegios que hizo del PRI el árbitro y jugador del siglo XX, y construir algo que sí represente al pueblo, que no esté hecho para proteger a los de siempre.
AM.MX/fm