Por Gerardo Flores Ledesma (*)
CCE * CEESP * Peso-Dólar
HASTA ESTE momento ya es imparable la decisión de calificadoras de llevar a México a un desfiladero peligroso, en donde los mercados financieros cierren las avenidas de que somos un país solvente y también frenarán el acceso a recursos del exterior, con el riesgo creciente de que las inversiones productivas, esas que presumimos fueron superiores a 31 mil millones de dólares en 2018, se agoten y podamos caer hasta en rutas de insolvencia financiera.
Claro, muchos podrían decirme que exagero, y otros, como dice el senador Ricardo Monreal, que las agencias calificadoras están equivocadas, y por lógica nosotros también, y que ese fatalismo que exhibo podría ser ilusorio. Nada me gustaría más que eso fuera verdad y que mis argumentos y asertos rayaran en lo imaginario o en lo inverosímil. Pero no es así.
Han sido 30 años de crisis que hemos visto, atestiguado y vivido, porque desgraciadamente dependemos de los organismos financieros internacionales y derivamos de las decisiones del exterior en todos los aspectos. Por eso no hay mucho margen de equivocación.
La soberbia es mala consejera. Hemos visto personajes financieros y presidentes de la República que en 30 años han desafiado a las leyes de la gravedad financiera, y después tienen que pedir perdón a los pobres y dinero a los del exterior.
Podemos equivocarnos y descalificar a las calificadoras, eso es lo más fácil de ejercer, pero si nos quitan el grado de inversión, habrá más de una docena de estados del país que tendrán serios problemas para pagar deudas, y nuestra nación con todo y el calificativo de soberano que siempre nos gusta imponer en las pláticas tendría que salir, como en 1995, a pedir prestado y suplicar que no nos abandonen. Entonces, otra vez, saldremos a pedir dádivas a Japón, Estados Unidos y países europeos, bajo la figura de bonos, préstamos emergentes o dádivas comprometedoras de las que no nos hemos sacudido en tres generaciones.
Que no se nos olvide la historia, las deudas de una nación y los devaneos con el exterior, son más dañinos que cualquier rango de pobreza, nivel de inflación amenazada o crisis recurrente sexenal que nos podamos imaginar.
Hay casi 180 mil millones de dólares en reservas que se nos pueden escurrir como agua entre los dedos ante una embestida especulativa, lo que podría en peligro inminente a decenas de proyectos de desarrollo que ya están en marcha.
Si tenemos que escupir a las calificadoras del exterior, quienes gobiernan deben hacerlo con inteligencia, no con discursos que a la hora de los trancazos nos hagan tragar nuestras propias palabras. Ya lo hemos visto con otros personajes más bravos, y seguimos en las mismas.
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LA ASAMBLEA del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), en la que Carlos Salazar Lomelí relevó a Juan Pablo Castañón, como dirigente, y que atestiguó el presidente Andrés Manuel López Obrador, aparentemente fue el punto de arranque y de mayor entendimiento entre el poder público-político y la iniciativa privada.
Sin embargo, tras la reunión, queda el discurso claro y contundente de los hombres del dinero en este país. “En México se invierte cada vez menos y por lo tanto la tasa de crecimiento es cada vez más pobre”.
Será difícil crecer al 4% en el país, si no dejamos de lado el discurso de confrontación y descalificación, y facilitamos los negocios. Los empresarios hacen dinero y generan riqueza cuando quieren. Pero si sus acciones se transforman en parálisis económica, desempleo y poca inversión, entonces habrá más pobres, menos captación de impuestos y provocaciones.
Está claro, subrayó el presidente del CCE, que en el pasado se canalizó hasta 7% del Producto Interno Bruto (PIB) en inversión pública, y que hoy no llegamos ni al 3%, mientras que el sector privado no ha podido elevar la inversión productiva del 18 al 20%, mientras que naciones como China o del Sudeste asiático inyectan hasta el 40%.
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OTRA VEZ, y sobre el mismo tema, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), externó su preocupación sobre la evolución de la actividad económica del país. En el último trimestre del 2018, el PIB mostró un debilitamiento mayor al que ya anticipaba la estimación oportuna que el INEGI.
Por ello y por otras razones, el crecimiento de la economía será pírrico. Por ello y por otras razones, el Banco Mundial, el FMI y el Banco de México han movido sus expectativas a la baja a rangos que no llegan en ninguno de los casos al 2%, más bien nos estamos moviendo al 1%, lo que es grave porque un punto del PIB implica más de 150 mil millones de pesos que no tendremos y varias decenas de miles de empleos no generados.
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El peso cerró la semana con una depreciación de 0.67% o 12.8 centavos, cotizando alrededor de 19.27 pesos por dólar, siendo el nivel de cierre semanal más alto desde el 4 de enero.
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(*) Socio Numerario de la Academia de Periodismo y Comunicación Social
(*) Miembro de Vanguardia en línea y de Consorcio de Medios Digitales SA de CV
(*) Socio de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT)
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