jueves, abril 25, 2024

Primer mandato presidencial de Borís Yeltsin (1991 – 1996)

Luis Alberto García / Moscú

* Tras más de siete décadas con un sistema, se iniciaba una nueva época.

* “Terapias de choque” de Gaidar y Chubáis para salvar lo insalvable.

* “Manifiesto negro” de Frederick Forsyth narra penurias y calamidades.

* Novela histórica que recrea la miseria generada por la autocracia zarista.

* Crisis constitucional por las críticas a las medidas tomadas en 1993.

* El 2 y 3 de octubre, enfrentamientos entre gobiernistas y defensores del Sóviet.

Tras la renuncia de Mijaíl Gorbachov a la presidencia y la disolución de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991, el país, luego de más de siete décadas bajo el sistema socialista, se convirtió en la Federación de Rusia, para la que Borís Yeltsin tenía que diseñar e instrumentar un nuevo sistema político y económico que sustituyera al régimen vigente desde 1917.

Éste había caído en una profunda crisis, sumándose a ella la baja de los precios de petróleo, los enormes gastos para la guerra en Afganistán –país invadido en 1979, que había caído en una vorágine imparable-, así como los costos del sistema de la obligada regulación estatal de economía planificada.

Todo ello contribuyó al significativo empeoramiento de la economía y las finanzas rusas y, bajo el supuesto de que debía salvar la situación, Yeltsin decidió impulsar una serie de reformas, las más drásticas en la historia moderna de Rusia, conocidas como “terapias de choque”, cambios que fueron llevados a cabo por los economistas Yegor Gaidar y Anatoli Chubáis para intentar salvar lo insalvable.

Estas medidas significaron el fin del control estatal de los precios, grandes recortes en el gasto público y la apertura de la economía rusa al comercio exterior, mudanzas tan fuertes y duras que, inexorable e inmediatamente, abatieron la calidad de vida de la gran mayoría de la población rusa, que volvió, como antes de 1917, a la penuria y a la pobreza extrema.

En su novela “Manifiesto negro” (Plaza & Janés, Barcelona, 1996), el escritor inglés Frederick Forsyth narra que estas calamidades recayeron especialmente sobre los sectores que durante la época soviética habían sido beneficiados por el Estado: “Rusia –dice- comenzó a sufrir la más grave recesión económica en su historia, en una época que recreó la miseria que vivió bajo la autocracia zarista entre 1613 y 1917”.

Hasta la fecha, los cambios iniciados por el gobierno de Yeltsin provocan discusiones y críticas entre los economistas y la ciudadanía rusa en general: Forsyth dice que las reformas causaron una grave crisis económica y condujeron a una enorme inflación y desempleo en todo el país, creándose, con dramáticos sacrificios, las bases del nuevo sistema económico ruso.

Otro reto importante que tuvo que afrontar Yeltsin en su primer mandato presidencial, fue la crisis constitucional de 1993, cuando los miembros del Congreso de los Diputados del Pueblo y del Soviet Supremo lo criticaron por las drásticas reformas económicas, y por el proyecto de la nueva Constitución que fortalecía los poderes presidenciales y limitaba los parlamentarios.

El 21 de septiembre de ese año, Yeltsin decretó la disolución del Poder Legislativo, violando y contradiciendo la Constitución, con el rechazo generalizado de sus decretos y la exigencia de aprobar su destitución como Presidente.

Luego, los diputados se encerraron en la Casa Blanca – sede del Parlamento; pero pronto fueron sitiados y privados de electricidad y agua potable-, al tiempo que los partidarios de los diputados comenzaron a construir barricadas en las calles de Moscú bloqueando el tráfico, hasta que el 2 y 3 de octubre los enfrentamientos entre los partidarios de Yeltsin y los defensores del Soviet alcanzaron su apogeo.

El 3 de octubre los simpatizantes de los diputados tomaron la alcaldía de Moscú y se dirigieron hacia la torre de la televisión gubernamental en Ostánkino, donde se produjo un grave enfrentamiento con los militares y policías leales a Yeltsin, provocando una situación que se ponía más y más tensa: el día siguiente, el depuesto mandatario ordenó tomar la Casa Blanca por la fuerza.

Varios tanques estacionados en los alrededores abrieron fuego contra el edificio y algunos legisladores se rindieron; pero los líderes de los opositores – entre ellos el vicepresidente Alexander Rutskoy y el presidente del Soviet Supremo, Ruslán Jasbulátov – no lo hicieron.

Permanecieron en la sede del Parlamento hasta que fueron arrestados y trasladados a la cárcel de Lefórtovo en medio de un conflicto político sucedido –quién lo iba a decir- nada menos que en Moscú, considerado el más grave desde la Revolución bolchevique de octubre de 1917.

Según datos oficiales reconocidos, los enfrentamientos callejeros de octubre de 1993 dejaron más de 150 muertos y alrededor de 380 heridos y, años después, políticos y analistas opinaron que durante esta grave crisis política, Borís Yeltsin hizo todo lo posible para salvar el país de la anarquía y de una mayor desintegración.

“Disparar contra un Parlamento siempre es una tragedia histórica; pero lo que pasó en octubre de 1993 conllevó a la aprobación de una nueva Constitución que proclamó una persona, sus derechos y libertades como el principal valor”, dijo Guennadi Burbúlis, ex secretario de Estado de Rusia y uno de los principales consejeros de Yeltsin.

El siguiente reto para el Presidente fue la complicada situación en la república norcaucásica rusa de Chechenia, donde de siglos atrás habían brotado tendencias separatistas y extremistas, formalizándose el conflicto en octubre de 1991, cuando el dirigente Dzhojar Dudáyev proclamó la independencia de la República Chechena de Ichkeria.

Esa pretensión no fue reconocida ni por Rusia ni por ningún otro país del mundo, en diciembre de 1994 las autoridades rusas tomaron la decisión de comenzar con todo su poder de fuego una campaña militar en ese territorio, convertido en un enfrentamiento bélico prolongado y sangriento entre extremistas y fuerzas federales.

“En la primera guerra chechena, los ciudadanos rusos, alarmados por la tentativa de golpe de Estado, no querían conflictos; pero Dudáyev amenazaba a la nueva Rusia, la chantajeaba con actos terroristas, explosiones en instalaciones militares y estaciones nucleares: una persona que hace tales declaraciones no puede ser el sujeto de negociaciones”, recordaba Yeltsin en su libro “Maratón presidencial”.

Efectivamente, los chechenos llevaron a cabo varios actos violentos, y en 1995, entre el 14 y 19 de junio, 195 militantes encabezados por Shamil Basáyev, tomaron a más de mil 500 rehenes en Budyonnovsk, en la región de Stavropol, al sur de Rusia, en la que nació Gorbachov en 1931.

Los secuestrado fueron llevados a un hospital de la ciudad, las fuerzas de seguridad trataron de tomar el edificio por asalto y el operativo fracasó, dando como resultado 129 muertos y cerca de cien heridos: tras tensas negociaciones los rehenes fueron liberados, pero los chechenos lograron escapar, provocando una herida más en la triste y angustiante historia de la Rusia c

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