BUENOS AIRES, ARGENTINA, 22 de julio, (AlMomentoMX/dpa) – Leila Guerriero confiesa que cuando la editorial Planeta le propuso editar un libro sobre proyectos de innovación financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en América Latina se le “pararon los pelos de la nuca”. La periodista argentina, considerada una de las mejores cronistas latinoamericanas, creyó que le estaban ofreciendo escribir un libro institucional y su primera reacción fue contundente: “No”.
Sin embargo, cuando le explicaron que la idea no era esa sino convocar a los mejores cronistas de la región para contar desde el periodismo narrativo las historias de lo que Guerriero describe en su nota preliminar al libro como “gente que vio, en medio del ruido y la confusión del tiempo presente, lo que nadie había visto: una necesidad, una falta, una carencia”, aceptó.
El resultado es “Un mundo lleno de futuro”, que reúne una decena de crónicas sobre proyectos de innovación en educación, ciencia y tecnología en Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, con distribución en casi todos estos países. En entrevista con dpa desde Buenos Aires, Guerriero habló del estado de la crónica en América Latina y del periodismo en general.
dpa: ¿Cómo eligió las historias y a los cronistas del libro?
Guerriero: Elegí las historias en base a una lista con unos 25 proyectos que me envió el BID. Luego elegí a los periodistas. Mi idea era que estuvieran muy entrenados en el periodismo literario, no especializados en tecnología. Quería cruces medio deformes, como mandar a un periodista de crónica roja como (el argentino) Javier Sinay a hablar con científicos que están desarrollando una vacuna contra el cáncer de pulmón (…). Tuvieron que comprender historias desde cero. Otra cosa que pregunté fue: “¿Qué pasa si encontramos realidades antipáticas o que el crédito del BID no sirvió para nada?”. Quería asegurarme la libertad de contarlo. De hecho eso es un poco lo que pasa en la crónica de (el argentino) Miguel Prentz (“La hermandad del té”). Los productores (de la provincia argentina de Misiones) desarrollaron una cosechadora más eficaz, pero el problema es que hay cinco empresas que monopolizan el cultivo del té. Y contra eso, por más que te den 40.000 millones de créditos del BID, no hay nada que hacer, salvo que haya una decisión de Estado. La ausencia del Estado queda en claro en todas las crónicas.
dpa: ¿Es América Latina un territorio propicio para la crónica?
Guerriero: Si pensamos en lugares convulsionados o atravesados por el conflicto hay muchos, como África o Asia. Estados Unidos es un país con aparentemente muchos de estos problemas solucionados y sin embargo es un país donde este tipo de periodismo se practica mucho, mejor pago y más aceitado. Lo que me parece es que en Latinoamérica hay una conjunción de varias cosas. Primero, una realidad compleja, rica e interesante desde lo político, lo social, lo económico, lo cultural, que ofrece muchas aristas interesantes para contarla. Sin embargo, me correría un poco de esa idea un poco ‘garciamarquesiana’ de que acá la realidad es más inverosímil que lo ficticio, que es un poco un cliché, seguir haciéndole el juego a las miradas europeas, que nos miran como si fuéramos exóticos. También me parece que acá se practica este tipo de periodismo desde un lugar distinto.
dpa: ¿Por qué?
Guerriero: El cronista latinoamericano está muy habituado a hacer muchas cosas a la vez. Muchos de estos periodistas son free lance, dan clases, escriben libros, dan talleres, y financian estos textos un poco por su cuenta hasta que los cobran contra trabajo entregado. Y eso genera cierta efervescencia, cierto ingenio. Está habituado a que los caminos de la compensación son insondables. Y luego que en la región está un poco todo por hacer o haciéndose.
dpa: ¿Alguna de las crónicas le causó más impacto que otras?
Guerriero: Creo que las relacionadas con la salud. La de (el peruano) Juan Manuel Robles sobre la tuberculosis en el Perú me permitió visibilizar una cosa que yo al menos desconocía. Fue como descubrir Ganimedes en la vereda de enfrente. Me impresionó mucho esa crónica, fue como una especie de viaje en el tiempo, como una distopía tipo (la película de ciencia ficción de Terry Gilliam) “Brazil”, con gente viviendo en el siglo 28 pero con sombreritos bombines y tosiendo sangre. Me pareció una crónica impresionante no sólo porque está bien escrita sino porque hace lo que los buenos textos hacen: trae a la palestra un tema, instala una discusión que no se está dando. Uno piensa que la tuberculosis es algo de la época de Thomas Mann, de “La montaña mágica”. Yo no sabía tampoco que los medicamentos contra la tuberculosis eran tan agresivos. La crónica de Paraguay relacionada con la leishmaniasis y el mal de Chagas también me impactó, no sabía que la leishmaniasis se puede transmitir con tanta facilidad, que te va comiendo la piel, el cuerpo. Y la de Brasil, la de Santa Rita, por esa cosa de círculo virtuoso impensado a partir de la educación: a una mujer se le ocurrió hace 70 años abrir una escuela especializada, de ahí surgió una universidad, luego otra, y se generó una especie de Sillicon Valley en un lugar rural.
dpa: Ha dicho en otras oportunidades que no le gustan las historias de héroes, aunque el libro está repleto de ellos.
Guerriero: Creo que está muy bastardeada la idea del héroe anónimo. Quería evitar hacer un libro que fuera como una epifanía de la bondad de la gente. Me parece que eso es reduccionista, que tendemos que ponerle sellos a las personas. El tipo que ayuda en un taxi a parir a una señora tiene su cuota de heroísmo, pero esta idea de héroe primero lo deshumaniza, porque lo pone en el papel de Aquiles, y no, la verdad que es un tipo común con sus miserias y sus aciertos. ¿Qué pasa si a ese tipo luego lo sigo y resulta que en la casa la mata a palos a la mujer? ¿Y si un científico es tiránico con sus colaboradores? ¿No lo contamos? La vida está llena de esas cosas contradictorias. La gente no puede ser monolíticamente fantástica y buena. Me molesta mucho lo de batir el bombo de la bondad pura, me parece endeble y poco creíble.
dpa: El periodismo narrativo se nutre mucho de la ficción. ¿Corre por eso un mayor riesgo de faltar la verdad? Y en todo caso, ¿qué es la verdad en el periodismo?
Guerriero: Antes que nada dejaría la palabra verdad fuera de la ecuación. Yo prefiero pensar que trabajamos con datos de la realidad, que hacemos un trabajo de campo sólido, con contrastes de voces. Para hacerlo sencillo: si aparece la víctima, que aparezca el victimario y si aparece el victimario, que aparezca la víctima (…). Una vez que uno tiene eso se revela, más que una verdad, una mirada subjetiva sobre una realidad determinada. La mirada siempre va a ser subjetiva, pero tiene que ser una subjetividad argumentada (…) Si tu mirada es sesgada es que lo estás haciendo mal y no querés ver: tenés una mirada que quiere meter la realidad en el envase que vos querés que entre. Con una mirada más abierta incluso vas a tener que incluir cosas que te incomodan o te resultan chirriantes. Y eso quizá se parece más a la objetividad.
dpa: ¿Cuál es entonces el papel del periodista?
Guerriero: Para mí el periodismo es el lugar de la duda permanente (…) Un periodista tiene que ser una persona muy flexible y si va a un lugar tan convencido de lo que va a encontrar para mí es lo contrario a un buen periodista: es rígido, inflexible, no tiene ninguna capacidad para encontrar, hace preguntas para que le contesten lo que quiere escuchar. Yo fui a Manila, en Filipinas, y me encantó de una manera muy sórdida. No escribiría un texto diciendo ‘Manila es la ciudad más hermosa del mundo’ porque estaría loca, pero cuando yo escriba sobre Manila se va a notar que a mí esa ciudad me gustó hasta en su sordidez. Ahora, ¿porque Manila es una ciudad peligrosa, fea, sucia, tengo que ir y contarle a la gente lo que quiere escuchar? No creo que ese sea el rol del periodista. Para mí el trabajo de un reportero es una tarea como de despertar”.
AM-MX/mla