Sara Lovera*
SemMéxico, 8 de noviembre, 2021.- En febrero de 1990 Cristina Rastig presidenta del Club Schaufenster, en la capital de la República Democrática Alemana (RDA), de 46 años y de gusto jazzista, militante de base del Nuevo Foro, la mesa redonda que impulsó la caída del viejo régimen “socialista”, me dijo que la población buscaba un socialismo democrático, “sólo queríamos elecciones libres” y recuperar las libertades individuales y colectivas, sin abandonar un sistema de bienestar y justicia para todas y todos.
La caída histórica de los regímenes revolucionarios de principios del siglo XX se había agotado al final de los años 80, la concentración económica y política de los gobernantes, así como prácticas autoritarias, produjeron la derrota histórica de las y los trabajadores.
Esas prácticas, materiales y simbólicas son el constructo del sistema patriarcal. Por ello en gobiernos de ese talente es inadmisible el pluralismo político o el derecho a pensar distinto.
En abril de aquel año, en la RDA hubo elecciones, luego de 50 años de régimen “socialista”, la población fue derrotada por la extrema derecha, y la aspiración democrática anulada.
Esto viene a cuento por lo que el fin de semana sucedió en Nicaragua, donde por artimañas políticas y represivas se reeligió por quinta ocasión Daniel Ortega, a sus 76 años, identificado por ejercer un poder centralizado, represor y antiderechos individuales. Un hombre que, con su esposa, Rosario Murillo, donde se eliminaron a sus adversarios y se practica la imposición de una sola perspectiva de pensamiento. Además de sus acciones retrógradas sobre las mujeres.
Con su poder absoluto instaurado, su control sobre el Poder Judicial, Ortega se libró de una demanda por abuso y violación sexual, entablada por su hijastra Zoilamérica, en 1998, que fue archivada, pero no olvidada. Su régimen ha estado teñido de ofensivas cíclicas contra el movimiento feminista y algunas de sus líderes reprimidas o encarceladas, igual que sus adversarios políticos.
Ortega es un representante del sistema patriarcal/autoritario, como lo es Nicolás Maduro, en Venezuela, ligados estrechamente a prácticas de comunicación que el sociólogo Pierre Boudieu llama la Dominación Masculina.
Importante saber que el autoritario tiene su caldo de cultivo en el patriarcado. En el ejercicio del poder, pone en práctica todos los mecanismos necesarios para coartar las libertades individuales y colectivas. Más que reyes o virreyes desde el poder, controlan todos los hilos del sistema, como lo hacen los paterfamilias en su casa, por eso muchos de ellos acaban convertidos, en dictadores o todo lo que se le parezca.
Por lo que ha sucedido por quinta vez en Nicaragua, me asustan las declaraciones contundentes de la jefa de gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum Pardo, a propósito de que una de sus colaboradoras viajó en un avión privado para asistir a una boda.
¿Qué dijo la jefa de gobierno? “Eso se acabó, en el Gobierno de la ciudad, nada de usar aviones privados, aquí somos ciudadanos gobernando ciudadanos, y ese es nuestro objetivo, y por eso llegamos al Gobierno”
Ella se espejea con el patriarcado, aunque tenga cuerpo de mujer, no es posible, en un país donde no hubo una revolución y cambió de sistema, que las reglas sean extremas y sin razonamiento. Propias del autoritarismo, donde son anuladas todas las diferencias, contraviniendo un cúmulo de leyes que reconocen la pluralidad, la acción de grupos de la sociedad civil. Decir por último que Paola Félix Díaz, no usó para su beneficio particular un avión privado, ella no lo pidió, no lo alquiló para ir de vacaciones, no hizo sino subir al transporte disponible para asistir a una boda. Realmente estamos frente a hechos que alteran la racionalidad y nos conducen a extremos ininteligibles. Veremos
*Periodista, directora del portal informativo semmexico.mx