Sara Lovera
* Todos los implicados en la delincuencia y el patriarcalismo cotidiano son igualitos
SemMéxico, 2 agosto 2017.- El 2 de julio pasado tuvimos la noticia del hallazgo de la torre de cráneos humanos de mujeres, niños y hombres, más de 650, por parte de arqueólogos del INAH, bajo el corazón de Ciudad de México, lo que planteó a los especialistas, como Eduardo Matos Moctezuma, nuevas preguntas sobre la historia siniestra del imperio Mexica, sobre la cultura del sacrificio en el Imperio azteca.
¿Qué significa esto?
El sábado 29 vi un programa producido por Clío, sobre cómo logró la conquista Hernán Cortés. Aunque ello se supone forma parte de nuestro conocimiento colectivo, explica lo de la torre de cráneos, de la que el soldado Andrés Tapia dijo algo al respecto al cronista Bernal Díaz del Castillo. Sí, el imperio Mexica y conquistadores lograron el sometimiento del emperador Moctezuma gracias al eterno desacuerdo y las traiciones que caracterizan nuestra historia desde antes de la conquista.
Los cráneos son producto del imperio Azteca que llegó a dominar pueblos hasta más allá del río Suchiate. Eso significa que hemos cargado con una historia patriarcal profunda. La dominación del poder como sistema y como un espejo de esa forma de vivir en la civilización occidental. Algo así como 10 mil años de historia. Violencia, autoritarismo, crimen, traición, abusar de las contradicciones en la vida social parece una estrategia común para hacerse del poder o para mantenerse en él.
Conseguir el dinero, los bienes materiales y simbólicos de una población. Conquistar tierras y repartirse el botín, constituido por esas riquezas de los “enemigos” y entre ellas las mujeres. ¿Les parece que así es?, de ahí que la crítica feminista y la lucha por la paz y la seguridad no debían jamás olvidar esto.
Las revelaciones que nos ha traído a la mesa el caso de Felipe de Jesús Pérez Luna, alias “El Ojos” en Tláhuac, en la Ciudad de México, obliga a estas reflexiones, cuando de lo que se trata es de retener o conquistar el poder, en una nación marcada históricamente por la violencia y el crimen patriarcal. No es un tema de personas, ni de filiaciones partidarias, ni siquiera del dogmatismo y la adoración a esos o esas personas. Ahí está Malinche, enamorada de Cortés, y la “traición” tlaxcalteca, porque respondían ambos a un acto de rebeldía al imperio.
Nos olvidamos de este enredijo por dogma, y la adoración irracional a un “héroe” de pies de barro, o por falta de conocimiento o de memoria. Hace 25 años en la Ciudad de México sucedía a diario un asalto armado en los bancos; el azote cotidiano eran los secuestros exprés, perdimos algunas mujeres feministas por ello; cruzar de la calle de Vértiz norte a la colonia Narvarte –por cierto, una de las zonas de influencia de Martí Batres- era tan peligroso que en una semana balearon los autos de tres de mis vecinas. Empezamos a enrejar comercios, farmacias, a cerrar calles o privatizarlas. Recuerdo que una política muy bien recibida fue el reparto de focos gigantes que hicieron algunas delegaciones ya en el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas.
¿Por qué no tenemos memoria? Por qué decimos que estamos hoy mucho peor. Porque hay narcos. Los hay en todo México y decimos que eso culpa del gobierno. De cualquier gobierno, no importa su partido de origen.
El grupo “La Mano con Ojos” tiene sus antecedentes por lo menos hace 20 años. Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, siendo jefe de seguridad Marcelo Ebrard, en Tláhuac hubo una matazón que fue calificada por López Obrador como un asunto de “usos y costumbres”. Ahí, desde entonces, se afincó el grupo delincuencial. El día de los hechos recientes en Tláhuac, el jefe de gobierno dijo que cuando fue Procurador hubo una primera incursión y algunos delincuentes fueron a la cárcel. Eso ya se olvidó, nadie leyó o vio a Miguel Ángel Mancera declarando sobre esta historia.
¿Por qué se nos olvida en dónde vivimos y con quiénes, cómo se nos va el análisis, cómo obviamos que los conflictos o diferencias de opinión se resuelven violentamente? José Luis Abarca Velázquez, político y empresario mexicano, presunto culpable de la desaparición de 43 estudiantes normalistas en la ciudad de Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, el caso Ayotzinapa, era un favorito de AMLO; cómo se olvida que, en el gobierno de AMLO, en mi ciudad, rechazó totalmente que hubiera feminicidio, “yo no soy el de Chihuahua”, le dijo a la diputada Marcela Lagarde, creadora de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia. Para él, decir que asesinaban mujeres en la capital era un asunto de “la mafia del poder”, al igual que en el Estado de México se negó una y otra vez el problema. Igualito que en la Oaxaca de Ulises Ruiz, que no permitió la investigación del feminicidio, unos del PRI y otro de izquierda.
Lo de “El Ojos” y sus implicaciones con un delegado político de Morena y las reacciones políticas son resultado de la lucha por el 2018; sin duda, desde varios flancos, toda la población sufre, las mujeres más, son las víctimas del enojo de los hombres, de sus frustraciones políticas, de sus vicios y de sus costumbres.
La mayoría de las mujeres, como diría el mejor contenido académico que define la violencia feminicida, viven sin poder y sin dinero, están excluidas, reciben toda la barbarie en sus cuerpos y en sus vidas, por razones de género, me imagino hoy a las madres de los que conducen los mototaxis, de los halcones que nunca vio el delegado de Morena, los repartidores de droga en UNAM, los que dice José Narro Robles no existen; igualito que hoy el Secretario de Salud no supo de las medicinas falsas para el cáncer infantil que distribuyó el gobierno de Javier Duarte.
Todos los implicados en la delincuencia y el patriarcalismo cotidiano son igualitos: Duarte dice que Miguel Ángel Yunes es un traidor; AMLO habla de la “mafia del poder”. ¿Se acuerdan o ya olvidaron la huida de Carlos Salinas de Gortari perseguido por Ernesto Zedillo? Y del magnicidio de Luis Donaldo Colosio, ¿quién lo recuerda?
El tema acá es que, ante este horror, hay quienes hablan de diferentes niveles del pecado. Unos, dicen que son mafia porque roban mucho y se hacen de la vista gorda de todas las personas que los rodean, ladrones, criminales y violadores de los derechos humanos. Otros se hacen que son puros, y se juntan con criminales probados pero que les dan votos; como si no tuviéramos por ahora ninguna salida al patriarcado autoritario y criminal, porque es criminal decir que no hay feminicidio porque soy puro o porque soy el rey. O sea.