Pablo Cabañas Díaz.
Fue el antropólogo de la Universidad de las Américas en Puebla, Tim J. Knab quien señaló que el “inframundo del pueblo azteca”, no se ahogó como resultado de la conquista y todavía sigue siendo hoy en día un elemento vital de la vida cotidiana de los pueblos nahuas de la Sierra de Puebla. Talocan, como llaman al inframundo en el náhuatl del pueblo de San Miguel Tzinacapan, no es un concepto vago y difuso, tiene su propia forma y geografía. La “geografía del inframundo”, presenta retratos y descripciones actuales que combinan testimonios antiguos venidos de tiempos remotos y antiguas mitologías.
Son los chamanes los que relatan con más precisión sus expediciones realizadas en este espacio, puede sorprender el gusto por el detalle y la propensión para interrogar que demuestran muchos nahuas del todo ajenos a la función chamánica. En efecto, talokan se vive, se experimenta, se internaliza desde la niñez. Si enferma la criatura, se le menciona la posibilidad de talokan; si la desgracia se abate sobre la casa, se entreve el peligro de una fechoría a cargo de algún talokankayot (un ser de talokan), clase casi genérica de las entidades relacionadas con el mismo; si el niño se espanta por malos sueños, se evoca algún hecho relacionado. Frente a esta presencia se admitirá que talokan es la clave de la cosmovisión nahua; es el sustento profundo y explicativo en todos los niveles socioculturales.
Dicho de otra manera, talokan no es la propiedad intelectual de los chamanes, designados como tepajtianimej que es un nombre reservado a los que sanan, aunque las funciones que cubren van mucho más allá que la simple curación, sino de todos, colectivamente. Estos chamanes nahuas combinan diversos elementos venidos de la más remota tradición precortesiana a imaginarios tomados al catolicismo, demostrando un arte combinatorio sorprendente. Coexisten con gestos, e ideas mesoamericanas, figuras extrahumanas diversas, plásticas rituales peculiares con principios éticos y estéticos típicamente cristianos. Las talokan es un elemento básico de la tierra concebida como un ente viviente, nunca inerte. Dicho de otro modo, es mucho más que una ubicación en términos geométricos abajo, inferior. Consecuentemente, toda iniciativa para ubicar talokan dentro de los puntos cardinales es vana. Talokan no es un punto en el espacio: constituye uno de los segmentos cosmográficos capitales del pensamiento nahua.
Para los nahuas, talokan hace parte de su patrimonio. Para ellos, la relación parece mucho más sentimental y más subjetiva; mezcla respeto y temor. Talokan, escapa a las consideraciones de orden físico y material, a pesar de las metáforas facilitadas en el mundo terrenal para describirle. Talokan se extiende a lo largo de taltikpak aunque no se pueda localizarle con una precisión absoluta. ¿Intraterrestre? ¿Infraterrestre? Sí y no… Lo definitivamente cierto es que queda por abajo, que, en circunstancias determinadas, se puede acceder a él a través de las cuevas, del monte o los manantiales, y es sustancialmente diferente al piso donde se desempeña la vida y las ocupaciones humanas. Es un mundo otro, diferente, complementario. Es un universo literalmente paralelo, pero no del todo incomunicado y aislado del nuestro, y consecuentemente reducible a una experiencia propia.