Pablo Cabañas Díaz.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció que la elección de revocación de mandato sea en 2021, junto con los comicios para renovar la Cámara de Diputados, y no en marzo de 2022, como quedó estipulado por el Congreso. Tras asegurar que el conservadurismo hace uso de figuras públicas ajenas a la política para criticar al gobierno, por lo que afirmó que esto no es malo, porque prueba el grado de madurez política en el país. “¿Qué les ofrezco a los conservadores, con todo respeto, para que sea el pueblo de manera pacífica el que decida? Les ofrezco adelantar la fecha, que la revocación de mandato no sea hasta el 22, que la hagamos, aprovechando que van a haber las elecciones, el mismo día”.
La oferta del presidente a las oposiciones habrá de fortalecer a nuestra democracia y sus mecanismos de participación ciudadana. Por vez primera, el electorado tendrá el derecho de revocar un mandato si a juicio de los ciudadanos, así lo amerita. La revocación del mandato es un mecanismo de rendición de cuentas que evita—los cheques en blanco— y habrá de frenar las acciones desestabilizadoras, que en estos momentos críticos sabotea de manera irresponsable a los servicios de salud. Es una salida democrática a los que desde el lenguaje de López Obrador llama “sus adversarios”.
El mensaje del presidente del 14 de abril tiene un destinatario: la élite empresarial, que buscó el apoyo del gobierno, a partir de acuerdos cupulares, sin deliberación y transparencia. Un mecanismo de democracia directa, como la revocación de mandato, frena las acciones de las élites sustentadas en la inconstitucionalidad, proporciona válvulas de escape al descontento popular, posibilita el control de funcionarios corruptos y, lo más importante, permite que las voces de los sectores populares sean escuchadas.
La democracia participativa tiene el propósito de no excluir los aportes ciudadanos bajo ninguna forma, los electores gracias a este mecanismo podrán optar por otras vías de expresión incluso al margen de los partidos políticos. Hasta hoy, todo el sistema representativo en México está basado exclusivamente en los partidos con sus consecuentes problemas: corrupción, elitismo y falta de transparencia en la deliberación y difusión de los asuntos públicos.
En países como México, en donde las desigualdades son enormes, la manipulación a favor de los poderosos se produce por los medios de comunicación y ahora por las redes sociales, por la fragilidad de los mecanismos fiscales, por el poder caciquil de los gobernadores, senadores y diputados. Estos rasgos deficitarios de la democracia representativa y otros más que persisten deben ser transformados por una democracia plebiscitaria, para que se logre vincular al ciudadano con el gobernante. Tal y como ahora funciona la democracia representativa, es evidente que no sirve a los fines del México del siglo 21. La revocación del mandato va a legitimar el poder presidencial y puede además darle una mayoría legislativa que respalde y purgue de la vida pública de sus lastres y además evita la ruptura del régimen presidencial y el quiebre de la democracia. Es, en fin, un instrumento de democratización del modelo presidencialista. Los ciudadanos ponen y quitan a través del voto.